Capítulo 16: Ecos de Desesperación

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Estoy en la cocina, moviendo lentamente una cuchara de madera en el guiso de verduras que huele delicioso y su aroma cálido y reconfortante llena el aire.

Pero de repente, un estruendo rompe la tranquilidad del momento. Me sobresalto, y la cuchara de madera resbala de mis dedos, cayendo al suelo con un ruido sordo. El corazón se me acelera mientras intento identificar la fuente del alboroto. Los gritos y el caos provienen del exterior.

Con el corazón latiendo frenéticamente, me acerco a la ventana. Mis manos tiemblan mientras aparto las cortinas, y veo a un grupo de personas arrastrando a un hombre y a una mujer hacia el centro del pueblo.

Con el miedo apretándome el pecho, me decido a salir para ver qué está sucediendo. Las caras de mis vecinos, están ahora deformadas por la desesperación y el odio. Algunos tienen rasguños y moretones, como si hubieran estado peleando entre ellos antes de que llegaran a esta escena macabra. Sigilosamente, sigo al grupo, sintiendo el pulso acelerado de la multitud que se agita y murmura en un tono grave y agresivo. Más personas se unen a la turba con cada paso que damos, como si el aire mismo estuviera cargado de una energía pesada, caótica, desesperante.

Finalmente, llegamos a la plaza central, donde han improvisado un escenario rústico con cajas y tablas. El corazón me golpea con fuerza y un escalofrío recorre mi espalda al ver la escena completa. La multitud está enardecida, vociferando que aquellos dos son brujos y merecen pagar con sus vidas por supuestas prácticas de magia oscura que han traído desgracia al pueblo.

La mujer y el hombre, visiblemente desesperados, luchan con todas sus fuerzas contra los brazos que los sujetan mientras los arrastran al centro del escenario. La tensión es palpable, el odio en los ojos de la multitud arde como brasas y puedo sentir el miedo y la rabia que emanan de la multitud reunida, sus rostros iluminados por el fuego del fanatismo y el deseo de justicia rápida y cruel emanando de cada palabra que se lanza al aire.

A medida que me acerco más, escucho fragmentos de conversaciones crueles. Alguien menciona fríamente que es una lástima que los sacerdotes no estén aquí para presenciar su final. Un pánico gélido me atraviesa al comprender que estos pobres condenados están completamente solos, abandonados a su suerte en manos de una masa enloquecida. Mi determinación crece mientras decido que no puedo quedarme inmóvil.

Con el corazón en la boca, avanzo entre la multitud y subo al escenario, poniendo mi cuerpo tembloroso entre los acusados y la turba enfurecida.

—¡Deténganse! —grito con todas mis fuerzas, aunque mi voz resuena con un temblor apenas contenido—. ¡Esto no está bien!

Uno de los hombres que sostiene a los acusados se gira hacia mí, sus ojos llenos de odio y desprecio.

—¿Y tú quién te crees que eres? —me espeta, mientras la multitud ríe de manera cruel.

—¡Miren, es Aurora! —exclama una mujer desde la multitud—. ¡La defensora de los brujos!

—¡Aurora, la protectora de los demonios! —grita otro, y la burla se extiende como un veneno.

—¡Miren a la belleza exótica, pensando que puede salvarlos con su cara bonita! —grita otra mujer, su voz llena de veneno—. ¡Quizás ella también usa su belleza para hechizarnos!

—¡Eres una bruja y una puta! —vocifera un hombre, agarrándome por el brazo y tirando de mí—. ¡Seguro has embrujado a muchos hombres con tus encantos!

—¡Seguro cobra por sus favores! —grita alguien más, y una risa cruel se extiende por la multitud.

Me siento atrapada, mi respiración se acelera.

—Si te metes, sufrirás el mismo destino —me amenaza, sus palabras cortantes como cuchillas.

—¡Déjenla en paz! —grita la mujer acusada, pero su voz es ahogada por los gritos y abucheos de la multitud.

La virtud de AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora