Capítulo 18: Noche de tormenta

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Mis pensamientos están llenos de él. Revivo cada instante compartido hace pocas horas atras: la intensidad en la iglesia, nuestro baile bajo las estrellas y sus ojos azules que parecen ver más allá de la superficie de las cosas.

De repente, escucho unos desesperados golpeteos en mi puerta. Mi corazón salta de los nervios, sintiendo una mezcla de preocupación y curiosidad. Lentamente, salgo de mi cuarto y voy directamente a la puerta principal.

¿Quién podría estar fuera en una noche tan tormentosa?

Abro la puerta y me encuentro con él, empapado y con una expresión de desesperación en su rostro. Los ojos del Padre Edmund, de cierta forma oscuros y profundos como la noche, me encuentran con urgencia. Su presencia en medio de la tormenta intensifica mis propios pensamientos internos, como si su angustia resonara en los rincones más íntimos de mi ser.

—Aurora —su voz es un susurro desesperado que parece traspasar mi alma—. De verdad lo siento por llegar en estas condiciones, pero no puedo, ya no aguanto.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto, mientras lo jalo de su brazo para que entre rápidamente y pueda cerrar la puerta detrás de él. —¿Qué es lo que te pasa Edmund, como se te ocurre venir en estas condiciones?

—Lo siento, Aurora, no sabía a dónde más ir. —dice con la voz temblorosa. Su ropa está pegada a su cuerpo, y su cabello se encuentra goteando. —Necesito que me escuches.

Intento guiarlo hacia la sala, pero se detiene en seco, firme en su lugar.

—Escúchame Aurora. —alza un poco la voz. —He estado luchando contra esto... De verdad que lo he hecho, pero ya no puedo, ya no quiero. Se que no debería estar aquí, pero no puedo evitarlo.

Mi corazón late con fuerza, pero no puedo dejar que siga en esas condiciones.

—Acompáñame, por favor. Vamos a sentarnos junto al fuego —le propongo, pero él me ignora.

—He pasado cada momento desde que llegue pensando en ti. —dice bajo. —Ignorando  lo que siento. —Niega con la cabeza. — Se que es un pecado según las leyes de este pueblo y mi propio juramento.

El sonido de su voz resuena en el pequeño espacio de mi hogar. Mi piel se eriza al sentir la cercanía de su presencia, aunque todavía haya distancia entre nosotros, su energía llena el aire con una tensión eléctrica.

—Perdoname de verdad, pero desde la primera vez que te vi, supe que serías mi perdición. Supe que caería ante ti, supe que serías un problema para mí. Pero es un problema que, aunque con miedo yo enfrentaría con gusto.

Sus palabras son como una tormenta en mi tranquilidad. No esperaba esta confesión, esta declaración de guerra contra el mundo entero que nos separa. Nuestros ojos se encuentran, y veo la confusión y el deseo en los suyos.

—¿Qué es lo que dices, Edmund? —mi voz apenas es un susurro, temerosa de lo que pueda ocurrir después.

—Que no puedo ocultarlo más. —continúa, su tono mezclado entre el anhelo y desesperación. —No puedo fingir que no siento esto.

Mis manos tiemblan mientras la realidad de sus palabras se asienta en mi mente y mi corazón. Estoy atrapada en su mirada azul profunda, sintiendo cómo el mundo se reduce a este instante, a este hombre parado frente a mí.

—¿Qué es lo que sientes, Edmund? —pregunto suavemente, mientras siento una fuerte presión en mi pecho.

—Algo que no debería, pero me gusta sentirlo. —responde, acercándose más. —Cada vez que estoy cerca de ti, de cierta forma lucho conmigo para no perder el control de mí, pero ya no puedo seguir alejándome de ti.

La virtud de AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora