Capítulo 17: Celebración y Deseo

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Me miro en el espejo, ajustando los pliegues de mi vestido negro el cual resalta mis curvas de una manera sutil, sin revelar demasiado. Es sencillo, pero elegante, el único que tengo adecuado para estas ocasiones. El tacto suave de la tela contra mi piel me da una extraña sensación de seguridad. Me observo en el espejo, asegurándome de que cada pliegue caiga perfectamente, buscando una apariencia de normalidad que contrarreste el caos interior.

El cabello suelto cae sobre mis hombros con pequeñas flores entrelazadas, un toque de frescura en contraste con la seriedad de la tela oscura. Mis manos tiemblan ligeramente mientras me aseguro de que mis mejillas y labios tengan un poco de color el cual consigo con el jugo de unas bayas rojas que encontré en la cocina, la cual las tiñe con un tono suave y natural.

Un ligero perfume de rosas se cierne a mi alrededor, una fragancia que siempre me ha brindado una sensación de calma y fortaleza.

Es domingo por la mañana y, a pesar de los horribles hechos que ocurrieron ayer, la celebración parece seguir adelante. El bullicio en las calles me lo confirma mientras me preparo meticulosamente para asistir a la misa. Una mezcla de emoción, miedo y nerviosismo palpita en mi pecho, un eco de la agitación que aún siento.

Mientras me miro en el espejo, me tomo un momento para respirar profundamente. El reflejo me devuelve una mirada llena de determinación, aunque ligeramente velada por el temor. Mi corazón late con fuerza, no solo por los nervios del día, sino también por el miedo latente de lo que podría suceder. Sin embargo, una llama de valentía arde en mi interior, pequeña pero constante, recordándome que debo enfrentar lo que venga con dignidad y coraje, aunque no sea de manera evidente.

Saliendo de mi habitación, me dirijo hacia la puerta con pasos decididos, pero con una suavidad que refleja mi intento de mantener la compostura. Afuera, el ruido de la celebración es un recordatorio de la vida que continúa, implacable, incluso después del terror.

...

Camino hacia el centro del pueblo sintiendo el peso de la mirada de la mayoría sobre mí. Las calles están llenas de gente que se reúne para la celebración, pero mis pensamientos están en los eventos del día anterior. La mujer y el hombre acusados de brujería, las voces enardecidas de algunas de las personas del pueblo, las sombras del escenario, los gritos, todo aun retumban en mi mente, un recordatorio sombrío de la fragilidad de la justicia en estos tiempos de miedo y superstición.

Mis pasos son cautelosos mientras llego al corazón del pueblo, donde la gente se reúne en torno a la plaza principal. Veo rostros conocidos que me observan con mezcla de curiosidad y recelo, algunos murmurando entre ellos mientras me acerco. Me esfuerzo por mantener la compostura, recordándome a mí misma que hoy es un día para celebrar, aunque la memoria del castigo injusto aun pesa sobre mis hombros.

Al acercarme a la iglesia, siento una corriente de aire fresco y un rayo de sol que atraviesa las nubes, como si el día mismo tratara de infundirme una fuerza silenciosa.

Cuando llego a la iglesia, me encuentro con el padre Edmund en la entrada. Sus ojos claros se posan sobre mí con una intensidad que me hace sentir observada de una manera especial. Una chispa de sorpresa cruza su rostro al encontrarse conmigo, como si mi presencia fuera inesperada lo cual me hace preguntarme si acaso no esperaba verme. Su mirada se desvía momentáneamente hacia algún punto indeterminado del suelo como si quisiera ocultar algo de mí

Me acerco a él con paso vacilante, consciente de la inexplicable conexión que siento entre nosotros, un hilo invisible que me une a él desde el momento en que nuestros ojos se encuentran.

—Buenos días, Aurora —dice con voz suave, su tono cargado de una mezcla de formalidad y algo más que no logra disimular del todo.

—Buenos días, padre Edmund —respondo, sintiendo un calor en mis mejillas que trato de ocultar bajando la mirada.

La virtud de AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora