Cap 10: Dulces cerezas.

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El tiempo nunca se detiene.

Esa característica, incluso mezclada con otros factores, siempre seguirá siendo la parte más fundamental para que los seres tengan la posibilidad de vivir. Al no estar congelados en el espacio, se ven condenados a vivir una vida injusta para muchos, grata para otros.

A él le tocó el primer tipo de vida; sin embargo, fue una sorpresa cuando se dio cuenta de que su simple y débil caminar igualmente lo llevó a traspasar esas etapas de dolor. Ahora ya no hay más sangre, tampoco tantas lágrimas como antes. Su presente está rodeado de días tranquilos y personas reconfortantes.

Aunque es molesto tener que ocultarse del resto durante su embarazo, no es nada comparado con Shinobu yendo a visitarlo de vez en cuando para asegurarse de su bienestar, con Akaza ayudándolo a escapar de las garras de Muzan y con Rengoku, quien además de cumplir las misiones para tapar su ausencia, lo consiente y le brinda el apoyo emocional que siempre necesitó.

Gracias a todos ellos fue que por fin sintió que podía tomar un respiro de su caótica existencia.

—Oye Rengoku, ¿recuerdas cómo nos conocimos? — la voz suave del omega resonó en la habitación.

El pilar de la llama, que se encontraba comiendo un tazón lleno de arroz, lo regresó a ver con las mejillas sonrojadas.

— ¿Cuándo nos conocimos?... — se quedó callado un par de segundos. — ¡Por supuesto! Cómo olvidarlo. —

Tomioka dejó escapar una ligera risa al ver la reacción de su amado, luego sacudió su cabeza un poco antes de limpiar con un pañuelo los arroces que tenía el pilar de la llama alrededor de su boca.

— Tú estabas tan enfocado en tu trabajo, apuesto a que no me notaste. — Tomioka suspiró y bajó su vista algo avergonzado. — Pero yo quedé maravillado con tu determinación, tu fuerza. Ni siquiera eras un pilar y aún así ya habías salvado a más personas de las que alguna vez yo pude salvar. —

Antes de que pudiera decir algo más, fue interrumpido por unas extremidades tonificadas que lo sujetaron en un cálido abrazo. Tomioka no se había dado cuenta de lo tenso que estaba e inmediatamente se relajó y apoyó su cabeza en el pecho del alfa, aunque claro, evitando concentrarse mucho en su aroma puesto que si lo hacía terminaría vomitando.

— ¿Siempre eres así de modesto? Sinceramente tú eres mucho mejor que yo como cazador. — dijo Rengoku. — Yo... no recuerdo muy bien cuando nos vimos por primera vez, de repente apareciste en mi vida y yo lo sentí tan natural, como si siempre hubieras estado ahí. Te veía pelear con esa cara seria tuya y lo único que pensaba era "Wow, ¿cómo puede ser tan genial?"—

Tomioka alzó su vista para encontrarse con los ojos radiantes del alfa, luego puso una pequeña sonrisa llena de amor y con un toque de admiración. No se sentía merecedor de tantas palabras bellas pero le gustaba que Rengoku le llevara la contraria en ese aspecto.

— ¡Ah! Casi se me pasa. — Rengoku lo soltó y sacó de un bolso varias cerezas, puso los frutos rojos sobre la mesa con cuidado, el color brillante era atractivo a la vista, lo suficiente para que a Tomioka se le hiciera agua la boca.

— Las recogí mientras volvía de mi misión, pensé que te agradarían, has estado comiendo muchas frutas similares estos días. —

— No tenías que...—

Tomioka tomó una cereza y le dio un pequeño mordisco, el sabor agridulce explotó en su boca tan pronto como topó su lengua dejándole una sensación bastante agradable. Se encontró disfrutando al máximo ese pequeño fruto, luego tomó otro y otro, y antes de que pudiera detenerse ya había acabado con más de la mitad.

El sufrimiento de TomiokaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora