Freak [GIDLE]

XVIII. La casa embrujada.

Volver al trabajo no había sido difícil. De todas formas, el hombre que la reemplazó había renunciado al ver las cosas flotando. Cuando el contratista recibió la llamada de Yuqi diciéndole que se había arrepentido, la aceptó con mucho gusto. Había sido la guardia de seguridad más estable y que más había durado. Sin ninguna queja de su trabajo y haciendo todo lo que le pedían sin pedir un pago extra. Era la mejor trabajadora.

Desde el momento que sus pies se encontraron dentro del parque de diversiones que los rumores comenzaron a rodearla. Ni siquiera los escuchó, ya se podía imaginar lo que estaban diciendo. El rubio le quedaba fantástico y hasta parecía que fue a terapia. También, aunque trató evitarlo, llevaba un gorro de lana de color azul con orejas de gato, el mismo que usó el primer día.

Se sacó los audífonos de cable y se quedó quieta para observar el lugar. Había extraño aquella vista. Había tardado 4 días en volver. Las personas gritando sobre las atracciones, las familias peleando casi a golpes, los trabajadores odiándola porque era la única que disfrutaba su trabajo. Respiró hondo y su sonrisa aumentó, esta vez también mostrando su felicidad con sus ojos que se cerraron un poco y volvió a caminar con sus ya reconocidos sus pasos juguetones.

Su mirada se centró en un niño, con la cara pintada de Batman y abrazando un peluche de un pez. Caminaba hacia la salida con los ojos ligeramente cerrados. El parque era tan grande que la gente solía tomarse dos a tres días completos para recorrerlo, seguramente le arruinaría el día de mañana al ver en la noticia que una atracción se había quemado y por eso debían de cerrar. Saludó al niño con la mano y este se acercó más a su madre. No le importó su reacción, estaba muy feliz de lo que iba a hacer como para importarle. En otra ocasión le hubiese sacado la lengua, pero no tenía tiempo para discutir con unos padres. Además, seguro las cinco fantasmas que la rodeaba la iban a detener.

Las odiaba.

Puso sus manos en las tiras de su mochila, bailando levemente la canción que estaba escuchando y cantándolo en un susurro. Era la única que sonreía entre la gente cansada que iba saliendo. Muchos adultos estaban enojados porque sus hijos no le dejaron disfrutar el lugar como ellos querían y había niños llorando por el sueño que tenían. Todo eso no iba a estar mañana.

Deslizó su mirada entre la gente, en las atracciones, el carril de la montaña rusa que pasó con gente gritando, en un hombre regañando a su hijo, una pareja discutiendo, una tienda de algodón de azúcar. En ese momento disminuyó su velocidad y se detuvo para comprar un palito. La cámara que se encontraba en su hombro siguió sin ella. Era Shuhua grabando el camino de la entrada de Neverland, yendo directamente hacia la puerta de la casa embrujada para tener la mejor toma de inicio.

Cuando la gente miraba la cámara flotando, se detenían, lo miraban sin entenderlo. Lo seguían con la mirada y cuando lo perdían de vista. Seguían con su vida.

Yuqi se sentía como una niña pequeña cumpliendo su mayor sueño ¿Ella hubiese entrado igual de feliz si su padre le hubiese llevado un lugar así cuando era pequeña? Al recibir lo que había comprado y lo probó, pensó que lo más probable que no lo hubiese disfrutado cuando era pequeña, antes de todo, era una mujer amargada. Aunque bueno, con un padre como él, puede que la sorpresa de que la haya llevado a un lugar así era suficiente para sentirse feliz.

Los trabajadores dejaban de hacer sus cosas al verla, todos sentían pena por ella. Independiente de la energía extraña que transmitía, ya habían escuchado de lo que le había pasado. El rumor se había modificado tanto que apenas tenía algo de verdad. Una mujer joven había corrido por todo el parque gritando, cuando un guardia fue a ayudarla, esta se golpeó a sí misma, diciendo que la iban a matar ¿Qué pasaría ahora que volvió? ¿Se volvería peor? ¿Le pagarían de nuevo?