Me levanté esa mañana sintiéndome especialmente tranquila y decidí que sería un buen día para salir a hacer algunas compras en el centro comercial. Me puse la sudadera de Malachi, una prenda que había llegado a adorar. Era grande, cómoda y, sobre todo, me hacía sentir cerca de él.Después de un desayuno rápido, salí de casa y conduje hasta el centro comercial. El aire fresco de la mañana me hizo sonreír, y el pensamiento de pasar un día relajado me llenó de anticipación. Al llegar, me sumergí en la multitud de compradores, disfrutando del anonimato que la multitud me brindaba.
Pasé por varias tiendas, probándome ropa y comprando algunas cosas que había estado necesitando. Me detuve en una librería, perdiéndome entre los estantes repletos de libros. Siempre había algo reconfortante en perderse entre las páginas de un buen libro.
Mientras caminaba hacia la salida de una tienda de ropa, noté a un hombre con una cámara escondida detrás de una columna. Mi corazón dio un vuelco. Un paparazzi. Intenté no mostrar mi incomodidad y seguí caminando, actuando como si no lo hubiera visto. Sin embargo, no podía sacarme de la cabeza la sensación de que alguien me observaba.
Continué con mi día, pero la sensación de ser vigilada persistía. Decidí que era hora de hacer una pausa y dirigirme a una cafetería para tomar un respiro. Mientras esperaba mi orden, revisé mi teléfono y vi un mensaje de Malachi.
-¿Cómo va tu día?- decía su mensaje. Sonreí al leerlo, sintiendo una oleada de calidez.
-Bien, aunque creo que un paparazzi me está siguiendo. Nada serio, solo incómodo- le respondí.
-Puedo imaginarlo. Relajate, no pasa nada Mads. Estoy aquí en caso de que necesites algo- respondió rápidamente.
Tomé mi café y me senté en una mesa cerca de una ventana, intentando relajarme y no dejar que la presencia del paparazzi arruinara mi día. Después de un rato, me convencí de que solo estaba siendo paranoica. Quizás el paparazzi ya se había ido, o tal vez solo había sido un malentendido.
Decidí hacer una última parada en una tienda de discos antes de regresar a casa. Me gustaba perderme entre los vinilos, buscando joyas ocultas para mi colección. Mientras estaba absorta en mi búsqueda, sentí nuevamente esa mirada fija. Esta vez, decidí no dejar que me molestara. Terminé de seleccionar algunos discos y me dirigí a la caja.
De regreso a casa, no pude evitar revisar mi teléfono nuevamente. Nada nuevo de Malachi, pero había un par de notificaciones en mis redes sociales.
Suspiré. A veces, no importaba cuánto intentara mantener mi vida privada fuera del ojo público, siempre había alguien listo para capturar esos momentos.
Sí, los paparazzi podían ser una molestia, pero no podían quitarme lo que era importante. Y lo importante era que tenía personas que me apoyaban y me querían.
Esa noche, después de regresar del centro comercial, me senté en el sofá con una taza de té caliente, intentando relajarme. Decidí revisar mis redes sociales, sin saber que estaba a punto de enfrentar una tormenta mediática.