Gracias por obligarme a ir —le dice Peter a Gastón—. A pesar de haberme ganado otra herida en la mano y enterarme de que pensabas que era gay, la pasé muy bien.
Gastón se ríe y se gira para abrir nuestra puerta. —No es exactamente mi culpa asumir que eras gay. Nunca hablas de chicas, y aparentemente has dejado el sexo fuera de tu agenda por seis años seguidos.
Gastón abre la puerta y entra hacia su habitación. Me paro en el marco de la puerta, enfrentando a Peter.
Me está mirando directamente. Invadiéndome. —Ahora está en la agenda —dice con una sonrisa.
Ahora soy su agenda. No quiero ser una agenda. Quiero ser un plan. Un mapa. Quiero estar en el mapa de su futuro.
Pero eso rompe la regla número dos.
Peter regresa a su apartamento después de abrir la puerta, y asiente en dirección a su habitación.
—¿Después de que se vaya a dormir? —susurra.
Bien, Peter. Puedes dejar de rogar. Seré tu agenda.
Asiento antes de cerrar la puerta.
Me baño, rasuro y lavo los dientes; y canto y me pongo sólo el maquillaje suficiente para que parezca que no me puse nada. Me arreglo el cabello para que parezca que no me lo arreglé. Y me pongo otra vez la misma ropa que tenía más temprano, así no parece que me cambié la ropa. Pero en realidad, me cambié el sostén y las bragas, porque no combinaban, pero ahora lo hacen. Y luego entro en pánico porque Peter verá mi sostén y mis bragas esta noche.
Y posiblemente los toque.
Si es parte de su agenda, tal vez incluso sea quien los quite.
Mi teléfono recibe un mensaje, y el sonido me sobresalta, porque un mensaje no está en mi agenda a las once de la noche. Es de un número desconocido. Y todo lo que dice es:
¿Ya está en su habitación?
Yo: ¿Cómo tienes mi número?
Peter: Lo robé del teléfono de Gastón mientras conducíamos.
Hay una voz extraña en mi cabeza, cantando: "Na na na na boo boo.
Robó mi número".
Soy una gran niña.
Yo: No, está viendo televisión.
Peter: Bueno, tengo algo que hacer. Regreso en veinte minutos. Dejaré el apartamento abierto en caso de que se vaya a la cama antes de que llegue.
¿Quién tiene cosas que hacer a las once de la noche?
Yo: Nos vemos.
Miro mi último mensaje y hago una mueca. Suena tan casual. Le estoy dando la impresión de que hago esto todo el tiempo. Probablemente piensa que todos los días me pasa algo como esto:
Chico al azar: Lali, ¿quieres tener sexo?
Yo: Seguro. Déjame terminar con estos dos chicos, e iré. Por cierto, no tengo reglas, así que todo como va.
Chico al azar: Asombroso.
Quince minutos pasan, y la televisión finalmente se apaga. Tan pronto como la puerta de la habitación de Gastón se cierra, la mía se abre.
Estoy del otro lado de la sala, saliendo por la puerta delantera y luego tropezándome con Peter, quién está parado en el pasillo.
—Buen cronómetro —dice.
Está cargando una bolsa. La mueve a su otra mano para que no la vea.
—Después de ti, Lali —dice abriendo su puerta.