Mi habitación es de Martina ahora. La habitación de Martina es mi habitación.
Nos graduamos. Nos mudamos juntos. Ahora estamos en la universidad.
¿Ves? Tenemos esto bajo control.
Nico trae la última de las cajas desde el coche. —¿Dónde quieres esta? —pregunta.
—¿Qué es? —le pregunta Martina.
Él le dice que parece una caja llena de sus sostenes y ropa interior.
Ella se ríe y le dice que la ponga al lado de mi tocador. Nico lo hace.
A Nico le gusta Martina. Le gusta que ella no me esté reteniendo. Le gusta que ella quiera que obtenga mi título y termine la escuela de aviación.
Martina quiere que yo sea feliz. Le digo a Martina que seré feliz mientras la tenga a ella.
Me dice—: Entonces, siempre serás feliz.
Mi papá todavía me odia. Mi papá no quiere odiarme.
Están tratando de aceptarlo, pero es difícil. Es difícil para todos.
A Martina no le importa lo que todos piensan. Sólo le importa lo que yo pienso, y sólo pienso en Martina.
Estoy aprendiendo que no importa cuán difícil sea una situación, la gente
aprende a adaptarse a ella. Mi padre y su madre no lo aprueban, pero se adaptarán.Martina podría no estar preparada para ser mamá, y yo podría no estar listo para ser papá, pero nos estamos adaptando.
Es lo que tiene que suceder. Si la gente quiere la paz dentro de sí misma, es necesario.
Vital, incluso.
***
—Peter.
Me encanta mi nombre cuando sale de su boca. Ella no lo desperdicia. Sólo lo dice cuando necesita algo. Sólo lo dice cuando tiene que ser dicho.
—Peter.
Lo dijo dos veces.
Realmente debe necesitar algo.
Me doy la vuelta, y está sentada en la cama. Me mira, con los ojos abiertos.
—Peter. —Tres veces—. Peter. —Cuatro—. Duele.
Mierda.
Salto de la cama y agarro nuestra bolsa. Ayudo a Martina a cambiarse
la ropa. La ayudo hasta el coche.Está asustada.
Yo podría estar más asustado que ella.
Sostengo su mano mientras conducimos. Le digo que respire. No sé por qué le digo eso. Por supuesto, ella sabe respirar.
No sé qué más decirle.
Me siento impotente.
Tal vez ella quiere a su mamá.
—¿Quieres que los llame?
Niega con la cabeza. —Todavía no —dice—. Después.
Sólo quiere que seamos nosotros. Me gusta esto. Yo sólo quiero que seamos nosotros, también.
Una enfermera la ayuda a salir del coche. Nos llevan a una habitación. Le consigo a Martina lo que sea que necesite.
—¿Necesitas hielo?
Se lo traigo.
—¿Quieres un trapo frío?
Se lo traigo.
—¿Quieres que apague el televisor?
La apago.
—¿Quieres otra manta, Martina? Pareces tener frío.
No le traigo una manta. No tiene frío.
—¿Quieres más hielo?
No quiere más hielo.
Quiere que me calle.
Me callo.
—Dame la mano, Peter.
Se la doy.
La quiero de regreso.
Me lastima.
Dejo que la sostenga de todas formas.
Está tranquila. Nunca hace un sonido. Sólo respira. Es increíble.
Estoy llorando. No sé por qué.
Te amo condenadamente mucho, Martina.
El doctor le dice que ella casi termina. La beso en la frente.
Y sucede.
Soy papá.
Ella es mamá.
—Es un niño —dice el médico.
Ella lo está sosteniendo. Está sosteniendo mi corazón.
Él deja de llorar. Trata de abrir los ojos.
Martina llora.
Se ríe.
Me agradece.
Martina me agradece. Como si ella no fuera la persona que creó esto.
Martina está loca.
—Lo amo tanto, Peter —dice. Ella todavía está llorando—. Lo amo mucho.
—Lo amo, también —le digo. Lo toco. Quiero sostenerlo, pero quiero que ella lo sostenga incluso más. Se ve hermosa sosteniéndolo.
Martina me mira. —¿Por favor, me dirás su nombre ahora?
Esperaba que fuera un niño para así poder tener este momento.
Esperaba poder decirle cuál es el nombre de su hijo, porque sé que a ella le va a encantar.
Espero que recuerde el momento cuando ella se convirtió en mí todo.
Peter te mostrará el camino a la clase del señor Clayton, Martina.
—Su nombre es Clayton.
Ella comienza a llorar.
Lo recuerda.
—Es perfecto —dice, sus palabras mezcladas con lágrimas. Está llorando demasiado fuerte ahora. Quiere que yo lo sostenga.
Me siento en la cama con ella y lo tomo.
Lo estoy sosteniendo.
Estoy sosteniendo a mi hijo.
Martina apoya su cabeza en mi brazo, y ambos lo miramos fijamente.
Lo miramos fijamente durante mucho tiempo. Le digo a Martina que tiene su cabello rojo.
Martina dice que tiene mis labios. Le digo a Martina que espero que tenga su personalidad. Ella no está de acuerdo y dice que espera que sea como yo.
—Él hace la vida mucho mejor —dice ella.
—Claro que sí.
—Somos muy afortunados, Peter.
—Lo somos.
Martina aprieta mi mano.
—Tenemos esto bajo control —susurra Martina.
—Tenemos esto muy bajo control —le digo.
Clayton bosteza, y nos hace reír a ambos.
¿Desde cuándo los bostezos se volvieron tan increíbles?
Toco sus dedos.
Te amamos demasiado, Clayton.