PETER
Seis años antes...
—¿Crees que el hecho de que no deberíamos estar haciendo esto es el por qué nos gusta tanto? —pregunta Martina.
Se está refiriendo a besarme.
Nos besamos demasiado.
Cada vez que podemos e incluso en oportunidades que no tenemos.
—¿Cuándo dices no deberíamos, te refieres a que nuestros padres están juntos?
Dice que sí. Su voz suena sin aliento, porque estoy besando un camino hacia su cuello.
Me gusta saber que la dejo sin aliento.
—¿Recuerdas la primera vez que te vi, Martina?
Gime un sonido que significa sí.
—¿Y me recuerdas acompañándote a la clase del Sr. Clayton?
Me da otro sí sin palabras.
—Quería besarte ese día. —Trabajo mi camino de vuelta hacia su boca y la miro a los ojos—. ¿Querías besarme?
Dice que sí, y puedo ver en su mirada que está pensando nuevamente en ese día.
El día que ella se convirtió en mi todo.
—No sabíamos sobre nuestros padres en ese momento —explico—. Sin embargo, aún queríamos hacer esto. Así que no, no creo que sea el motivo por el que nos gusta ahora.
Sonríe.
—¿Ves? —susurro, rozando mis labios suavemente sobre los suyos para mostrarle cuán bien se siente.
Se inclina para incorporarse, sosteniéndose en un codo.
—¿Qué sucede si sólo nos gusta besarnos? —pregunta—. ¿Y si eso no tiene que ver conmigo o contigo particularmente?
Siempre hace eso. Le digo que debería ser abogada, porque le gusta tanto jugar al abogado del diablo. Pero me encanta cuando lo hace, así que siempre le sigo el juego.
—Buen punto —le digo—. Me gusta besar. No conozco a nadie a quien no le guste. Pero hay una diferencia entre esto y simplemente el gusto de besar.
Me mira curiosamente. —¿Cuál es la diferencia?
Bajo mi boca a la suya una vez más. —Tú —susurro—. Me gusta besarte.
Eso responde a la pregunta, porque se calla y lleva su boca de regreso a la mía.
Me gusta que Martina cuestione todo.
Eso me hace ver las cosas en una forma diferente.
Siempre he disfrutado de besar a las chicas con las cuales lo hice en el pasado, pero era sólo porque me sentía atraído por ellas. No tiene, realmente, nada que ver con ellas en particular.
Cuando besaba a todas las otras chicas, sentía placer. Es por eso que
las personas disfrutan del acto de besar, porque se siente bien.Pero cuando te gusta besar a alguien debido a quien es, la diferencia no se encuentra en el placer.
La diferencia se encuentra en el dolor que sientes cuando no estás besándola.
No duele cuando no estoy besando alguna de las otras chicas a las que he besado.
Sólo duele cuando no estoy besando a Martina.
Tal vez esto explica por qué enamorarse es tan malditamente doloroso.