Seis años antes...
Mi papá dice que necesita hablar con nosotros.
Me pide que busque a Martina y los encuentre a él y Mariana en la mesa de la sala. Le digo que sí, que hay algo de lo que tenemos que hablar con ellos.
La curiosidad destella en sus ojos, pero sólo por un breve segundo. Él piensa en Mariana otra vez, y ya no siente curiosidad.
Mariana es su todo.
Me voy a la habitación de Martina y le digo a mi todo que ellos quieren hablar con nosotros.
Todos nos sentamos en la mesa del comedor.
Sé lo que va a decir. Va a decirnos que le propuso casamiento.
No quiero que me importe, pero me importa. Me pregunto por qué no me lo dijo primero. Me entristece, pero sólo un poco. No va a importar después de que les diga lo que tenemos que decirles.
—Le pedí a Mariana que se case conmigo —dice. Mariana le sonríe. Él le sonríe a ella.
Martina y yo no sonreímos.
—Entonces lo hicimos —dice Mariana, mostrando su anillo.
Entonces.
Lo.
Hicimos.
Martina jadea en voz baja.
Ya están casados.
Se ven felices.
Nos miran, esperando una reacción.
Mariana está preocupada. No le gusta que Martina se vea tan molesta.
—Cariño, fue un impulso. Estábamos en Las Vegas.
Ninguno de nosotros quería una gran boda. Por favor, no te enfades.
Martina comienza a llorar en sus manos. Envuelvo un brazo alrededor de ella y quiero consolarla. Quiero darle un beso tranquilizador, pero mi padre y Mariana no lo entenderían.
Tengo que decirles.
Mi papá parece confundido porque Martina esté tan molesta. —No creí que a alguno de ustedes le importara —dice—. Ambos se irán a la universidad en un par de meses.
Cree que estamos enojados con ellos.
—¿Papá? —le digo, manteniendo mi brazo alrededor de Martina—. ¿Mariana?
Los miro a los dos.
Voy a arruinar su día.
A arruinarlo.
—Martina está embarazada.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
SILENCIO ENSORDECEDOR.
Mariana está en shock.
Mi padre reconforta a Mariana. Su brazo está alrededor de ella y le frota la espalda.
—Ni siquiera tienes novio —le dice Mariana a Martina.
Martina me mira.
Mi padre se pone de pie. Está enfadado. —¿Quién es el responsable? —grita. Me mira—. Dime quién es, Miles. ¿Qué tipo de hombre embaraza a una chica y no tiene las pelotas para estar con ella cuando le dice a su propia madre? ¿Qué tipo de hombre permitiría que el hermano de la muchacha sea el que dé las noticias?
—No soy su hermano —le digo a mi padre.
No lo soy.
Ignora mi comentario. Se pasea por la cocina.