Es jueves.
Noche de juego.
Normalmente, el sonido del juego de los jueves por la noche me molesta. Esta noche es música para mis oídos, sabiendo que Peter debería estar en casa. No tengo ni idea de qué esperar de él o de este arreglo que continuamos teniendo. No le he enviado mensajes de texto o he hablado con él en los cinco días desde que se fue.
Sé que por más que piense en él, no debería hacer esto. Para algo que se supone que es casual, se ha sentido todo menos casual. Para mí, ha sido sumamente de compromiso. Intenso, incluso. Es más o menos todo en lo que he pensado desde aquella noche en la lluvia, y es bastante patético el que esté alargando la mano para agarrar la manija y así entrar al apartamento, y que mi maldita mano esté temblando, sabiendo que él podría estar allí.
Abro la puerta del apartamento, y Gastón es el primero en levantar la mirada. Asiente, pero ni siquiera saluda. Nico me saluda con la mano desde su asiento en el sofá, y luego vuelve a mirar la televisión.
Los ojos de Benjamin vagan de arriba abajo por mi cuerpo, y hago lo que puedo para no rodar los ojos.
Peter no hace nada, porque Peter no está aquí.
Todo mi cuerpo suspira de decepción. Dejo caer la cartera sobre la silla vacía en la sala de estar y me digo que es bueno que no esté aquí, porque tengo demasiada tarea que hacer de todos modos.
—Hay pizza en la nevera —dice Gastón.
—Excelente. —Entro a la cocina y abro el armario para agarrar un plato. Oigo pasos acercándose a mí, y mi ritmo cardíaco aumenta.
Una mano me toca en la espalda baja, e inmediatamente sonrió y giro para estar en frente de Peter.
Sólo que no es Peter. Es Benjamin.
—Hola, Lali —dice, extendiendo los brazos a mí alrededor para llegar al gabinete. La mano que tocó mi espalda todavía está en mí, pero ahora que me he vuelto para estar enfrente de él, su mano se deslizó a mi cintura. Mantiene sus ojos fijos en los míos mientras se extiende más allá de mí y abre el armario—. Sólo necesito un vaso para mi cerveza —dice, excusando el hecho de que esté aquí. Tocándome. Su cara a escasos centímetros de la mía.
No me gusta que me viera sonreír cuando me di la vuelta. Sólo le di una idea equivocada.
—Bueno, no encontrarás un vaso en mi bolsillo —digo, quitando su mano de mí. Aparto la mirada de Benjamin justo cuando Peter se mete en la cocina. Sus ojos están haciendo agujeros en la parte de mí que Benjamin tocaba.
Peter vio la mano de Benjamin en mí.
Ahora está mirando a Benjamin como si acabara de cometer un asesinato.
—¿Desde cuándo bebes cerveza de un vaso? —dice Peter.
Benjamin se da la vuelta y mira a Peter, luego me da un vistazo y sonríe una sonrisa coqueta muy descarada. —Desde que Lali se encontraba parada tan cerca del gabinete.
Mierda. Ni siquiera lo esconde. Cree que estoy interesada en él.
Peter camina hacia la nevera y la abre. —Así que, Benjamin. ¿Cómo está tu esposa?
Peter no hace un intento por sacar algo. Está allí de pie, mirando a la nevera, con los dedos agarrando la manilla de la puerta más duro de lo que nunca ha sido agarrada, estoy segura.
Benjamin aún me mira. —Está en el trabajo —dice enfáticamente—Durante al menos cuatro horas.
Peter cierra de golpe el refrigerador y da dos rápidos pasos hacia Benjamin. Este se endereza, y de inmediato me alejo dos metros de él. —
Gastón te dijo específicamente que mantuvieras tus manos alejadas de su
hermana. ¡Muéstrele un poco de respeto, maldición!