Peter: ¿Estas ocupada?
Yo: Siempre ocupada. ¿Qué pasa?
Peter: Necesito tu ayuda. No tomará mucho.
Yo: Estaré allí en cinco.
Debí haberme dado diez minutos en vez de cinco, porque no he tomado una ducha hoy. Después de un turno de diez horas anoche, estoy segura que necesito una. Si hubiese sabido que él estaba en casa, una ducha hubiera sido mi prioridad número uno, pero pensé que no regresaba hasta mañana.
Sujeto mi cabello en un moño flojo y me cambio mis pantalones de piyamas por unos vaqueros. Aún no es mediodía, pero estoy avergonzada de admitir que todavía me encontraba en la cama.
***
Él grita que entre después de que toco a su puerta, así que la abro. Está de pie sobre una silla, cerca de una de las ventanas de la sala. Baja la mirada hacia mí, luego asiente en dirección a una silla.
—Agarra esa silla y tráela justo acá —dice, señalando un punto a unos metros de él—. Estoy intentando medir estas, pero nunca antes he comprado cortinas. No sé si se supone que mida desde fuera del marco o sólo la ventana.
Bueno, que me condenen. Está comprando cortinas.
Empujo la silla al otro lado de la ventana y subo en ella. Me entrega el final de la cinta métrica y comienza a tirar.
—Todo depende de qué tipo de cortinas quieras, por lo que deberías tomar medidas para ambas —sugiero.
Está vestido de forma casual otra vez, en un par de vaqueros y una camisa azul oscuro. De alguna forma, el azul oscuro en su camisa hace que sus ojos luzcan menos azules. Los hace ver claros. Casi transparentes, pero sé que eso es imposible. Sus ojos son cualquier cosa menos transparentes, no con esa pared que mantiene detrás de ellos.
Anota la medida en su teléfono, y luego toma una segunda. Cuando tiene ambas anotadas en su teléfono, nos bajamos y empujamos las sillas debajo de la mesa.
—¿Que tal una alfombra? —pregunta, mirando al piso debajo de la mesa—. ¿Crees que debería conseguir una alfombra?
Me encojo de hombros. —Depende de lo que te guste.
Asiente lentamente, aún mirando al piso desnudo.
—Ya no sé lo que me gusta —dice tranquilamente. Lanza la cinta métrica al sofá y me mira—. ¿Quieres venir?
Me abstuve de asentir inmediatamente. —¿A dónde?
Quita el cabello de su frente y alcanza su chaqueta tirada sobre el respaldo del sofá. —A donde sea que las personas compran cortinas.
Debería decir no. Escoger cortinas es algo que las parejas hacen. Escoger cortinas es algo que los amigos hacen. Escoger cortinas no es algo que Peter y Lali deberían hacer si quieren apegarse a sus reglas, pero absolutamente, positivamente, más que definitivamente, no quiero hacer nada más.
Me encojo de hombros para hacer parecer mi respuesta mucho más casual de lo que es. —Seguro. Déjame cerrar mi puerta.
—¿Cuál es tu color favorito? —le pregunto una vez que estamos en el ascensor. Estoy intentando enfocarme en la tarea en mano, pero no puedo negar el deseo de que estire su mano y me toque. Un beso, un abrazo... cualquier cosa. Sin embargo, estamos de pie en lados opuestos del ascensor. No nos hemos tocado desde la primera noche que tuvimos sexo. Ni siquiera hemos hablado o nos hemos escrito mensajes desde eso.
—¿Negro? —dice, inseguro de su propia respuesta—. Me gusta el negro.
Sacudo mi cabeza. —No puedes decorar con cortinas negras. Necesitas color. Tal vez algo cercano al negro, pero no negro.