Capitulo 30

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Peter: ¿Qué haces?

Yo: Tarea.

Peter: ¿Con ganas de tomar un descanso nadando?

Yo: ¿¿?? Es febrero.

Peter: La piscina de la azotea es templada. No cierra hasta en una hora.

Me quedo mirando el mensaje de texto, entonces, miro a Gastón. — ¿Aquí hay una piscina en la azotea?

Gastón asiente pero no aparta la mirada de la televisión. —Sip. Enderezo la espalda.

—¿Me tomas el pelo? ¿He vivido aquí tanto tiempo, y no pudiste decirme que hay una piscina templada en la azotea?

Me enfrenta y se encoge de hombros. —Odio las piscinas.

Ugh. Podría darle una bofetada.

Yo: Gastón nunca mencionó que había una piscina. Deja que me cambie, e iré allá.

Peter: ;)

***

Me doy cuenta que olvidé llamar a la puerta tan pronto como cierro la de su apartamento. Siempre llamo. Supongo que el que dijera en un mensaje de texto que iba a venir después de cambiarme parecía lo suficiente bueno para mí, pero la forma en que Peter me está mirando desde la puerta de su dormitorio me hace pensar en que no le gusta el hecho de que no llamara.

Me detengo en la sala de estar y lo miro, esperando ver de qué humor se encuentra hoy.

—Llevas un bikini —dice enfáticamente.

Bajo la mirada a mi atuendo. —Y pantalones cortos —replico a la defensiva. Le devuelvo la mirada—. ¿Qué se supone que deben usar las personas cuando nadan en febrero?

Todavía sigue parado, congelado en su puerta, mirando mi atuendo. Doblo la toalla en mis brazos y sobre mi estómago. De pronto, me siento extremadamente incómoda y mal vestida.

Sacude la cabeza y finalmente empieza a moverse hacia mí. —Solo...—Aun está mirando mi bikini—. Espero que nadie esté ahí arriba, porque si estás usando ese bikini, este bañador va a ser realmente embarazoso. —

Baja la mirada a sus pantalones cortos. A la protuberancia obvia en ellos.

Me río. Así que, en realidad le gusta el bikini.

Da otro paso hacia delante y desliza las manos alrededor de la parte trasera de mis pantalones cortos, luego me tira contra él. —Cambié de opinión —dice con una sonrisa—. Quiero quedarme aquí.

Inmediatamente niego con la cabeza. —Voy a ir a nadar —digo—. Tú puedes quedarte aquí si quieres, pero estarás solo.

Me besa, y en seguida me hace retroceder hacia la puerta de su apartamento. —Entonces, supongo que voy a nadar —dice.

***

Peter ingresa el código de acceso para la entrada a la azotea, y luego abre la puerta para mí. Me siento aliviada de ver que nadie más se encuentra aquí, y me quedo encantada por cuan impresionantemente hermoso es. Es una piscina infinita, con vista a la ciudad, y llena con sillas de patio, por todo el extremo opuesto, en donde limita con una bañera de hidromasaje adjunta.

No puedo creer que ninguno de ustedes pensó en mencionar esto antes de ahora —digo—. Todos estos meses, y me lo he estado perdiendo.

Peter toma mi toalla y la pone sobre una de las mesas alrededor de la piscina. Regresa a mí y deja caer las manos en el botón de mis pantalones cortos. —Esta es en realidad la primera vez que he estado aquí.

Amor entre nubes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora