Me detengo en la entrada de mi dormitorio y la observo dormir. Ella no lo sabe, pero hago esto cada mañana desde que está aquí conmigo. Ella es la que hace que comience mi día con buen pie.
La primera vez que hice esto fue la mañana después de que la conocí. No recordaba mucho de la noche anterior. La única cosa que recordaba era a ella. Me encontraba en el sofá, y ella acariciaba mi cabello, susurrando, diciéndome que me fuera a dormir. Cuando me desperté en el apartamento de Gastón la mañana siguiente, no la podía sacar de mi cabeza. Pensé que había sido un sueño, hasta que vi su cartera en la sala de estar.
Eché un vistazo en su habitación sólo para ver si alguien se encontraba en el apartamento conmigo. Lo que sentí en el momento que puse mis ojos en ella fue algo que no sentí desde el momento que por primera vez puse mis ojos en Martina.
Sentí como si flotaba. Su piel, su cabello, sus labios y la forma en que se veía como un ángel mientras me quedaba de pie allí y la observaba, trajeron de regreso muchos sentimientos que se habían convertido extraños para mí en los últimos seis años.
Había pasado tanto tiempo rehusándome a permitirme sentir nada por nadie.
No es que controlara los sentimientos que experimenté hacia Lali ese día.
No los pude haber controlado si hubiera querido.
Lo sé, porque lo intenté.
Lo intenté con todas mis fuerzas.
Pero en el segundo que ella abrió los ojos y me miró, lo supe. Iba a terminar matándome... o iba a ser la que finalmente me trajera de vuelta a la vida.
El único problema que tenía con eso era el hecho de que no quería ser traído de vuelta a la vida. Me sentía cómodo. Protegerme de la posibilidad de experimentar lo que experimenté en el pasado era mi única prioridad. Sin embargo, hubo muchos momentos donde me olvidé de cuál se suponía que era mi única prioridad.
Cuando finalmente cedí y la besé, ese fue el punto en el cual todo cambió. Quería muchísimo más después de experimentar ese beso con ella. Quería su boca, su cuerpo y su mente, y la única razón que me detuvo fue que me sentí también queriendo su corazón. Sin embargo, era bueno mintiéndome a mí mismo. Convenciéndome que era lo suficientemente fuerte para tenerla físicamente y no de ninguna otra manera. No quería salir lastimado de nuevo, y con toda seguridad no quería lastimarla.
Sin embargo, lo hice de todos modos. La lastimé tanto. Más de una vez. Ahora planeo pasar toda una vida compensándoselo.
Camino hacia mi cama y me siento en el borde. Ella siente la cama moverse, y abre los ojos pero no por completo. Un atisbo de una sonrisa se muestra en sus labios antes de que coloque las sábanas sobre su cabeza y se dé la vuelta.
Oficialmente comenzamos a salir hace seis meses, y ese ha sido el tiempo suficiente para darme cuenta que no es en absoluto una persona madrugadora. Me inclino hacia delante y beso el área de la sábana cubriendo su oreja.
—Despierta, dormilona —le susurro.
Ella se queja, así que levanto las sábanas y me deslizo detrás de ella, envolviéndome a su alrededor. Su quejido finalmente se convierte en un suave gemido.
—Lali, tienes que levantarte. Tenemos que tomar un avión.
Eso llama su atención.
Se da la vuelta con cautela y quita las sábanas de nuestras cabezas.
—¿A qué demonios te refieres con que tenemos que tomar un avión?
Estoy sonriendo, intentando contener mi anticipación. —Levántate, vístete, vamos.