Capítulo 3

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La noche había caído sobre la mansión Kord, envolviendo el lugar en un manto de tranquilidad interrumpido solo por el suave murmullo de la brisa entre los árboles y el ocasional crujido de la casa acomodándose.

Miyeon, después de un largo día, se dirigió a su habitación, buscando un momento de paz y reflexión.

Miyeon se sentó en el borde de su cama, observando su habitación. Las paredes estaban decoradas con fotografías de sus momentos felices: competencias de baile, graduaciones, y algunos viajes familiares.

Pero una fotografía en particular captó su atención. Era una foto de ella, de niña, junto a su madre y padre biológicos. Esa imagen siempre la había llenado de una mezcla de nostalgia y tristeza.

Recostada sobre su cama, Miyeon permitió que sus pensamientos la llevaran a esos días. Su madre siempre había sido su mayor apoyo, animándola en cada paso de su camino, especialmente en el baile. Recordaba cómo, a los 18 meses, su madre la inscribió en clases de danza. Era su manera de asegurar que Miyeon tuviera una salida creativa, un lugar donde pudiera ser libre y expresar sus emociones.

La pérdida de su madre fue un golpe devastador. De repente, su mundo lleno de amor y apoyo se convirtió en uno de incertidumbre. La adopción por la familia Kord le ofreció una nueva oportunidad, un nuevo hogar.

Ted Kord, su padrastro, siempre había tratado de ser comprensivo y cariñoso, pero la presencia de Victoria, su madrastra, siempre había sido una sombra fría y distante.

Recuerdo la primera vez que llegué aquí. La noche de su llegada, la mansión Kord le había parecido inmensa y solitaria. Ted había sido amable, pero Victoria la miró con una mezcla de desaprobación y desdén que Miyeon nunca olvidaría.

—Espero que te adaptes rápido. Aquí mantenemos ciertas expectativas —había dicho Victoria con voz fría.

Con el paso del tiempo, esa frialdad nunca cambió. Victoria no la quería, eso estaba claro. Cada interacción con ella estaba teñida de una desaprobación silenciosa, como si Miyeon nunca fuera lo suficientemente buena para estar a la altura de las expectativas de la familia Kord.

Aun así, Miyeon encontró consuelo en el baile. Fue su refugio, su manera de lidiar con la tristeza y la presión. Recordaba las largas horas en el estudio de baile, perfeccionando cada movimiento, cada paso, mientras su madre biológica la observaba con orgullo en sus recuerdos.

El anuncio del proyecto O.M.A.C en la televisión aquella noche había resonado con una inquietante familiaridad. La frialdad de Victoria y su búsqueda de control absoluto reflejaban sus peores temores sobre el futuro.

Miyeon sabía que la tecnología del O.M.A.C era solo una extensión del deseo de Victoria por controlar todo a su alrededor.

Miyeon suspiró, sintiendo una mezcla de frustración y determinación. Sabía que su futuro estaba lleno de desafíos, pero también sabía que tenía la fuerza y la resiliencia para enfrentarlos.

Con esos pensamientos de esperanza y determinación, Miyeon se dejó llevar por la tranquilidad de la noche, sintiendo que, a pesar de todo, aún tenía el poder de escribir su propia historia.

Con esos pensamientos de esperanza y determinación, Miyeon se dejó llevar por la tranquilidad de la noche, sintiendo que, a pesar de todo, aún tenía el poder de escribir su propia historia

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Jaime Reyes no podía dejar de pensar en Miyeon. Desde el momento en que la había visto en la piscina de la mansión Kord, su imagen había quedado grabada en su mente.

En su habitación, se sentó en la cama con su teléfono en la mano. No podía evitar revisar una y otra vez las redes sociales de Miyeon. Cada publicación y foto que veía, cada comentario que ella hacía, le revelaba un poco más sobre su vida y su personalidad.

Miyeon era un enigma, una mezcla de gracia y fuerza, y cada nuevo detalle que descubría sobre ella solo aumentaba su interés

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Miyeon era un enigma, una mezcla de gracia y fuerza, y cada nuevo detalle que descubría sobre ella solo aumentaba su interés.

Pasaron varias horas mientras Jaime continuaba inmerso en el mundo digital de Miyeon. No se dio cuenta del tiempo que había transcurrido.

Cada nueva publicación le mostraba una faceta distinta de Miyeon: su pasión por el baile, sus momentos de diversión con amigos, sus pequeños logros diarios.

Jaime estaba cautivado. Recordó el momento en que Miyeon le había dado su número de teléfono. Fue un gesto simple, pero significativo. Ella había confiado en él, y él no quería desperdiciar esa oportunidad.

Tomando una profunda respiración, Jaime abrió la aplicación de mensajes en su teléfono. Su corazón latía con fuerza mientras escribía, borraba y volvía a escribir varias veces.

Finalmente, decidió que lo mejor era ser directo y honesto. Redactó un mensaje corto y claro:

Cho Miyeon

Hola Miyeon, soy Jaime Reyes. Acepto tu oferta. ¡Nos vemos mañana!

Jaime dudó por un momento antes de presionar enviar. ¿Y si ella no respondía? ¿Y si no recordaba la oferta que le había hecho? Pero al final, decidió arriesgarse. Cerró los ojos y presionó el botón de enviar.

Observó la pantalla de su teléfono, esperando alguna señal, cualquier indicio de que ella había recibido el mensaje. Los minutos pasaron lentamente. Jaime no podía concentrarse en nada más. Cada sonido de notificación de su teléfono lo hacía saltar, pero ninguno era la respuesta que esperaba.

Finalmente, el sueño comenzó a vencerlo. Se recostó en la cama, el teléfono aún en su mano, y cerró los ojos, soñando con el encuentro del día siguiente y con la esperanza de que Miyeon respondiera positivamente a su mensaje.

𝗡𝗜𝗡𝗘𝗧𝗘𝗘𝗡 ||Blue Beetle||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora