Capítulo 23: Entre Notas y Café

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El calor de Doe a mi lado y su respiración constante me ayudaron a calmarme y eventualmente a dormir. Sin embargo, no fue un sueño profundo. Me desperté sobresaltada varias veces, reviviendo fragmentos de esa noche en la fiesta. Cada vez que abría los ojos, la presencia de mi pareja me devolvía al presente, proporcionándome un ancla en la tormenta de mis pensamientos.

Finalmente, logré dormir un poco más tranquila, pero el sonido insistente de mi teléfono me despertó antes de lo que hubiera querido. Parpadeé, tratando de despejar la niebla del sueño de mis ojos, y busqué a tientas el móvil en la oscuridad.

Desperté con una ligera risa, encontrando a Balto, mi fiel husky, inclinándose sobre mí con su lengua húmeda y su mirada llena de amor. Cada mañana, Balto tenía su propio ritual: despertarme con lametones insistentes, su manera de decirme que el día ya había comenzado y que estaba listo para cualquier aventura.

—Buenos días, Balto —murmuré, acariciando su cabeza peluda.

El calor de Doe a mi lado y su respiración constante me ayudaron a calmarme y eventualmente a dormir. Sin embargo, no fue un sueño profundo. Me desperté sobresaltada varias veces, reviviendo fragmentos de esa noche en la fiesta. Cada vez que abría los ojos, la presencia de mi pareja me devolvía al presente, proporcionándome un ancla en la tormenta de mis pensamientos.

Finalmente, logré dormir un poco más tranquila, pero el sonido insistente de mi teléfono me despertó antes de lo que hubiera querido. Parpadeé, tratando de despejar la niebla del sueño de mis ojos, y busqué a tientas el móvil en la oscuridad.

Era temprano cuando nos levantamos finalmente y decidimos preparar el desayuno juntos. La cocina se llenó con el aroma del café recién hecho y el sonido reconfortante de los huevos friéndose en la sartén. Estábamos disfrutando de una conversación ligera cuando el teléfono de Doe comenzó a sonar. Una videollamada entrante. Era su madre.

—Es mi mamá —dijo Doe, levantando el teléfono con una sonrisa nerviosa—. Creo que es un buen momento para presentártela.

Sentí una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía cuánto significaba esto para él.

—Claro, me encantaría conocerla —respondí, devolviéndole la sonrisa.

Doe contestó la llamada y la imagen de su madre apareció en la pantalla. Una mujer de rostro amable y ojos cansados, pero llenos de calidez.

—¡Hola, mamá! —dijo Doe, animado—. Te presento a Bel, mi novia.

—¡Hola, mi niño! —respondió su madre con una sonrisa afectuosa—. ¡Bel, querida! Qué gusto finalmente conocerte. John me ha hablado mucho de ti.

—Hola, señora Pupo. Es un placer conocerla —dije, acercándome a la pantalla para saludarla. Aún me resultaba raro ese apellido, pero en una conversación anterior Doe me había comentado que se había cambiado su apellido para que no interfirieran en su vida privada y pudiera dejar a su familia en paz y seguir haciendo lo que amaba.

La conversación fluyó de manera natural. Hablamos de muchas cosas, desde recuerdos de la infancia de Doe hasta anécdotas recientes. Eventualmente, la plática se desvió hacia la situación en Cuba. La madre de Doe describió con preocupación lo dura que estaba la vida allá, con los precios en constante aumento y la escasez de productos básicos.

—Gracias a Dios por el dinero que nos mandan tú y tu hermano —dijo, con una sonrisa agradecida—. Nos han permitido llevar una vida más tranquila que el resto. No sé qué haríamos sin su ayuda.

Doe escuchaba atentamente, asintiendo con una expresión de tristeza mezclada con algo que no soy capaz de determinar del todo. La conversación duró unos minutos más antes de que se despidieran con afecto.

Bajo un Cielo de Tréboles y Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora