Capítulo 4: Si la vida fuera un escenario

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—Te escabulliste como el agua aquella noche, la verdad me llamaste la atención porque estabas mirando a todo con cara de asco —Dijo Doe mientras se alejaba lentamente de mí, creando una distancia que no diría que era la más prudente.

Sus ojos se dirigieron a mis labios mientras entreabría los suyos, pero luego se aclaró la garganta y se apartó de mí como si de un rayo se tratara.

—Bueno, en fin, por ahora estoy viviendo aquí. ¿Quieres un tour? No está demasiado organizado, pero algo es algo.

—Sí, claro —respondí con nerviosismo, tratando de quitarle hierro al asunto.

Doe sonrió y comenzó a guiarme por la suite con un entusiasmo evidente. A pesar de su comentario anterior, parecía dispuesto a mostrarme cada rincón con todo lujo de detalles. Mientras recorríamos las dos habitaciones, no pude evitar notar lo bien que se veía todo y lo cómodo que se sentía el lugar.

—Te gusta el WoW? —pregunté, señalando los tomos del lore de World of Warcraft en una de las esquinas de la habitación.

—En realidad lo adoro, solía jugarlo muchísimo antes cuando tenía un poco más de tiempo —respondió Doe con una sonrisa nostálgica.

—Para ser honesta, yo me rendí apenas tuve que aprenderme la rotación del paladín —confesé, riendo por el recuerdo de mis intentos frustrados por dominar ese personaje.

Doe asintió comprensivamente.

—Entiendo, el paladín puede ser un poco complicado al principio. Pero una vez que le coges el truco, es increíblemente poderoso —comentó con una mirada de admiración hacia los libros.

—Sí, eso dicen —respondí, sintiendo una punzada de nostalgia por los días en los que solía sumergirme en ese mundo virtual.

—Aunque yo la verdad prefiero el pícaro—levante las cejas a su cometario.

—¿Horda o Alianza?—lo miré inquisitivamente

—Alianza por supuesto— si tuviera un espejo diría que mi cara se puso como las camisas de planchar cuando entrar a la lavadora y salen todas arrugadas.

—¡¿Por qué la Alianza!? Explícame, con motivos lógicos por favor no sólo porque Arthas es un papasote—acabó riéndose por mi última intervención

—En realidad con mis amigos siempre jugamos alianza y el lore de la alianza es mucho más profundo que el de la horda. ¿Quieres algo más emocionante que "Hijo mío, el día que naciste hasta los bosques de Lordaeron susurraron tu nombre... Arthas. Hijo, contemplé con orgullo como te convertías en un arma... de rectitud. Recuerda que nuestro linaje siempre gobernó con sabiduría y fuerza.."

—Y sé que mostrarás moderación en el ejercicio de tu gran poder. Pero la verdadera victoria, hijo mío, está en conmover el corazón de tu pueblo. Te digo todo esto, porque cuando mis días lleguen a su fin... tú serás el Rey.—Continué mientras la sorpresa dejaba una gran marca en su rostro, se aclaró brevemente la garganta

—A ver entonces asumo que tú eres horda, por qué—se me subió el color a la cara

—No tengo motivos, digo si los tengo solo...—inspire profundo a lo que próximamente sería un gran disparate—Me gusta el diseño de los elfos de sangre

La carcajada fue larga y sonora haciéndome sentir de alguna forma aún más vergüenza.

Durante unos momentos, nos quedamos en silencio, perdidos en nuestros propios pensamientos sobre el juego. Era extraño descubrir este interés compartido en medio de todo lo demás, pero me hizo sentir más cerca de él de alguna manera.

Bajo un Cielo de Tréboles y Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora