Capítulo 26: Novedades

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La vorágine de los últimos tres meses había transformado la visión de Doe en una realidad palpable. Tras innumerables visitas y largas negociaciones, encontramos el local perfecto para su restaurante: una antigua librería situada en una esquina tranquila, con una fachada que evocaba un encanto muy particular.

Desde el momento en que firmamos el contrato, el lugar se convirtió en el centro de nuestras vidas. Las paredes desnudas se llenaron de colores cálidos y detalles meticulosamente escogidos. Doe y yo pasamos horas seleccionando cada elemento, desde las sillas rústicas hasta las lámparas colgantes, imprimiendo en cada rincón su visión única. Leyannis aportó un ojo crítico para la estética, Randy y Victor pusieron de su parte la creación de la página web del lugar, mientras que George y Frank se volcaron en las reformas, convirtiendo la estructura base en un espacio acogedor y elegante.

Alex y Roxy, que habían extendido su estadía para apoyar el proyecto, se encargaron de detalles finales y aportaron ideas frescas. Fue un verdadero esfuerzo de equipo, uniendo manos y corazones para dar vida al sueño de el chico que había revuelto mi vida de una forma indescriptible.

El día de la apertura fue electrizante. El restaurante se llenó rápidamente de curiosos y amigos, todos ansiosos por probar las delicias que Doe había preparado. La cocina rebosaba de aromas exquisitos, y el bullicio de conversaciones y risas llenaba el aire. Ver la satisfacción en el rostro de Doe mientras saludaba a los primeros clientes y supervisaba cada detalle me llenó de un orgullo indescriptible.

Sin embargo, el ritmo frenético de poner en marcha un restaurante no se detiene después de la apertura. La administración diaria, las decisiones de último minuto y la constante atención a los detalles absorbieron toda la energía de Doe.

Una mañana, mientras revisaban inventarios y discutían las próximas reservas en la oficina del restaurante, el manager de Doe hizo una pausa, mirándolo con seriedad.

—John, necesitas un descanso —dijo finalmente, con un tono que no admitía réplica—. Has trabajado incansablemente, y todo está bajo control. Es hora de que te tomes unas vacaciones.

Doe lo miró, procesando la sugerencia. A medida que las palabras se asentaban, una sonrisa lentamente iluminó su rostro. Más tarde ese día, llegó a mi piso con una chispa en los ojos que delataba una sorpresa.

—¿Qué traes entre manos? —le pregunté, riendo ante su expresión de misterio.

Sacó un sobre de su bolsillo y me lo entregó con una sonrisa. Dentro, había dos boletos de avión.

—Nos vamos a las Maldivas —dijo, su voz rebosando de entusiasmo—. He pensado que necesitamos alejarnos de todo este ajetreo y tomarnos un respiro. Solo tú y yo, lejos del trabajo, para relajarnos y disfrutar.

Mis ojos se abrieron con sorpresa y emoción. La idea de una escapada a un lugar tan exótico me parecía casi irreal.

—¡No puedo creerlo! —exclamé, saltando a abrazarlo—. ¿Cuándo nos vamos?

—Este fin de semana —respondió, riendo ante mi emoción—. He preparado todo para que podamos disfrutar de unos días solo para nosotros, sin preocupaciones.

Mientras nos abrazábamos, la promesa de un retiro en las Maldivas se materializaba en mi mente, y el cansancio acumulado se disipaba ante la perspectiva de días de sol, playas de arena blanca, y tiempo de calidad con Doe. Era justo lo que necesitábamos para celebrar lo que habíamos logrado y reconectar en un entorno paradisíaco.

Antes de partir hacia las Maldivas, Doe y yo hicimos una parada importante: una tienda para reunir artículos esenciales y enviárselos a su familia en Cuba. Era un gesto significativo para mi pareja, un vínculo tangible con sus seres queridos que estaban lejos.

Bajo un Cielo de Tréboles y Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora