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Pablo jadea, rompiendo el beso para recuperar un poco de aire. Siente las mejillas ardiendo, la piel electrificada en cada zona que Robert ha tocado, aunque no ha sido mucho.

Él le sonríe, acariciando su rostro mientras Pablo recupera el aliento. Están ambos sentados en el sillón de su sala, y quiere hacer algo que le ha dado curiosidad por mucho tiempo.

Se arma de valor para sentarse sobre los muslos de Robert. Él se lo permite, sus grandes manos sosteniendo su cintura y sus ojos mirándolo con amor.

Se lame los labios, acercándose para recibir otro beso. Sus manitas aprietan la camisa de Robert cuando sus lenguas se enredan, su sangre se siente como lava ardiente que viaja por todo su sistema hasta llegar a un punto de su cuerpo que pide atención.

Se mueve contra su regazo, suspirando al sentir un poco de alivio en su polla al tener contacto con un bulto en los pantalones de Robert. Se siente bien, así que trata de volver a moverse pero es detenido por una mano de Robert.

Él le acaricia una pierna, moviendo su mano hasta que tiene contacto con la parte delantera de su pantalón. Pablo gime bajito, separando sus labios para bajar la mirada.

La mano de Robert lo cubre por completo, lo ahueca con suavidad, sacándole otro gemido. Siente pequeñas lágrimas en sus ojos, su cuerpo sacudiéndose con cada toque que envía un placer nuevo y desconocido por su columna vertebral.

Gemidos abandonan sus labios con cada toque, sus caderas empiezan a moverse contra su mano, siente algo raro cada vez más cerca, pero no puede detenerse. 

Susurra el nombre de Robert cuando siente el nudo en su vientre aflojarse, su polla liberando líquido sobre la mano de Robert.

Pablo despierta con el corazón acelerado, sus ojos tratando de acoplarse a la oscuridad. Suspira, sintiendo el subir y bajar del pecho de Robert detrás suyo.

Cierto, lo convenció de dejarlo pasar la noche junto a él. La vergüenza lo inunda, sintiendo su pantalón de pijama completamente húmedo.

Le dan ganas de llorar, no solo porque manchó su ropa, también parte de las mantas y la cama de Robert. Se muerde el labio, sentándose y quitando las mantas que cubren su cintura.

Hay una notoria mancha húmeda que no tiene manera de disimular. Ahoga un sollozo de vergüenza, pensando en que hacer cuando siente movimiento detrás suyo.

—¿Pablo? ¿Estás bien?

Su voz ronca por el sueño le provoca escalofríos, solo cubre de nuevo su regazo, cerrando los ojos cuando Robert enciende la lamparita de noche.

—¿Conejito? 

Una mano grande se posa sobre dónde la suyas están agarrando con fuerza las mantas. Siente un beso sobre su hombro y suspira, aflojando su agarre y dejando a Robert quitarle la cobertura.

Él no dice nada por largos segundos que se hacen eternos, aumentando su miseria. Está a punto de llorar cuando Robert habla.

—¿Quieres darte un baño? 

Asiente, Robert se levanta de la cama y camina hasta el baño. Pablo se enrosca sobre sí mismo como una bola de miseria. Escucha el agua correr, llenando la bañera.

No se mueve hasta que Robert regresa por él, lo carga y lo lleva al baño. Pablo mantiene la vista en el suelo mientras se desviste, entrando al agua caliente con un suspiro.

Robert recoge su ropa, echándola al cesto para lavarla después, se sienta a su lado, acariciando su cabello. Pablo se relaja un poco bajo su toque, sintiéndose más tranquilo. 

—¿Robert?

—¿Qué pasa, conejito? 

Juega un poco con el agua, llevando sus rodillas a su pecho para abrazarlas. Robert espera, todavía acariciando su cabello.

—He estado teniendo sueños... En mis sueños... Tú me tocas a-abajo. —Se sonroja, cerrando los ojos al recordar el que acababa de tener.

Escucha un suspiro. Pablo abre los ojos, mirando el agua que lo cubre, se atreve a mirar a Robert, sintiendo que el corazón se le va a salir del pecho cuando vuelve a hablar.

—Quiero que me toques, yo quiero hacerlo contigo.

Una de las manos de Robert se extiende hacía él y Pablo cree que lo va a hacer, que meterá la mano al agua y tocará las partes de su cuerpo que lo anhelan, que le enseñará que hacer para sentirse bien, que lo dejará ser suyo.

En su lugar, su mano se encuentra con su mejilla, acariciando.

—Pregúntame de nuevo cuando seas mayor.

Frunce el ceño, acercándose más al borde de la bañera. —Pero ya soy mayor, tengo catorce años.

—No son suficientes años para iniciar tu vida sexual, conejito. Todavía eres demasiado joven, deja que tu cuerpo termine de crecer.  

Infla las mejillas, un poco confundido. Sabe que en realidad no entiende del todo que está pidiendo, aún así...

—Pero... ¿No extrañas...? Ya sabes...

Escucha una risa suave venir de Robert, él no parece estarlo juzgando por su timidez, más bien parece encontrarlo adorable. 

—A veces, si. 

—Entonces. ¿No debería ayudarte?

La expresión de Robert se oscurece un poco, ambas manos lo agarran del rostro para que puedan mirarse a los ojos. El azul claro en sus orbes lo tiene hipnotizado por completo.

—Pablo. Cuando seas mayor decidirás si quieres o no tener sexo conmigo. Nunca será algo que "debas" hacer, no conmigo, no con nadie más. —Robert sonríe, besando su frente. —Mi amor, cómo tu alma gemela mi responsabilidad es tu bienestar. ¿Entiendes eso?

Asiente, él lo entiende desde hace muchos años. Robert siempre lo ha cuidado, lo ha mantenido protegido, seguro, feliz, inmensamente feliz. Nunca podría dudar de eso.

—Entonces puedes entender que es mejor esperar, sigues siendo muy pequeño. No tienes que preocuparte por esas cosas aún, enfócate en aprender sobre ti mismo.

—¿Aprender sobre mi mismo?

—Si. Tendrás tiempo para descubrir lo que te gusta. Si después quieres que te folle, podrás guiarme para darte todo el placer que mereces.

Se pone rojo al escucharlo hablar, Robert solo se ríe, echándole agua en la cabeza. Pablo se relaja mientras Robert le lava el cabello, tarareando mientras se lava el cuerpo y él le prepara algo de ropa.

Se ríe cuando Robert lo envuelve en una toalla esponjosa, dándole un pequeño beso en los labios y saliendo del baño para dejarlo vestirse. 

Pablo se pone la ropa interior y una playera que le queda enorme por ser de Robert. Sonríe, amando estar envuelto en su aroma. Robert ya está acostado cuando entra en la habitación, esperándolo.

Extiende los brazos para él, Pablo de inmediato trepa al colchón para abrazarlo. Siente un beso en su cabeza, lo que lo hace enterrar su rostro en su pecho, su corazón lleno de felicidad.

—¿Robert?

Él hace un pequeño sonido, apagando la lámpara de noche y cubriendo a ambos con las mantas. Pablo se acomoda para estar acostado sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón. 

—Te amo.

—También te amo, mi conejito.

BunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora