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—¿Seguro que quieres ir hoy? Podemos salir esta noche y después vamos los tres a buscarlo.

—No, ustedes disfruten. Estaré bien.

—Déjalo. —Pedri se ríe, tomando de la mano a su novio. —Sigue celoso porque lo encontramos gracias al perfil de facebook de su ex, que por cierto, te dije que su alma gemela nos ayudó con esto.

Pablo frunce el ceño, pero no hace nada para negar esa información ni darle un respuesta. Se despide de ellos en un bar, él continuando su camino con su celular en la mano para no perderse.

Hay varios niños caminando de la mano de sus padres, sosteniendo calabazas o bolsas decoradas.

Es halloween.

Sonríe, teniendo recuerdos de cuando tenía la edad de estos niños y era Robert quien lo acompañaba a pedir dulces.

Recuerdos tan dulces, tan lindos. 

El corazón se le acelera cuando llega al edificio, mucha gente entra y sale por lo que es fácil perderse en la multitud, subiendo hasta el número de departamento que le habían dicho.

Pablo ajusta las correas de su mochila, sintiéndose un poco cohibido en su disfraz. Lleva un corset negro, un collar con una argolla plateada, un pantalón donde colocó la colita de conejo y su diadema con las orejas.

Uno de sus amigos había sugerido que usara una falda, o uno de esos trajes con los que se le vería medio culo. Estuvo pensándolo, pero decidió que sería demasiado si Robert lo veía aparecer así.

Robert...

Lo había encontrado, gracias a Pedri y Ferran. Habían armado todo un plan para que Pablo pudiera recuperar a su alma gemela. Y aquí estaba.

Se arma de valor, acomodando su cabello por última vez antes de tocar la puerta. Espera unos segundos hasta que la abre una mujer que lo mira con una sonrisa.

A Pablo se le cae la suya. ¿Se había equivocado de departamento? Ella parecía llevar un poco de prisa, colocándose un abrigo, Pablo nota el brillo de un anillo en su mano izquierda.

—¡Hay un niño en la puerta! —Ella dice hacía el interior del departamento, Pablo observa con el corazón latiendo de anticipación hasta que alguien aparece detrás de ella.

Robert, luciendo algo cansado pero tranquilo, lo mira y el reconocimiento florece en sus ojos. Pablo se permite una sonrisa tímida.

—No olvides dar los dulces a los niños, ya tengo que irme. Nos vemos, cariño.

Su corazón se rompe.

Observa, a penas conteniendo las lágrimas, cómo ella le besa una mejilla, dedicándole una última sonrisa antes de salir, alejándose por el pasillo.

Robert suspira, pasándose una mano por el rostro en un gesto que Pablo conoce muy bien. 

—¿Qué haces aquí?

—Quería verte.

Agacha la cabeza, sintiéndose estúpido. Por supuesto que Robert siguió adelante, él tenía tantas dudas cundo Pablo le dijo que quería estar con él, claro que su vida era mejor ahora que se había alejado de Pablo.

—¿Tus padres te permitieron venir? —Niega, escucha un suspiro. —Entra.

Obedece, la puerta se cierra detrás de él y se recarga contra ella después de dejar su mochila en el suelo, mantiene la mirada baja. Las lágrimas queriendo escapar de sus ojos.

Tenía tantas esperanzas, tantos sueños, tantas cosas que pensó decirle y ahora... 

—Pablo...

Levanta la mirada, sus ojos quedando atrapados en el mar azul que son los ojos de Robert, llenos de anhelo, dolor, amor.

Están parados más cerca de lo que creyó, recuerda una época en la que tenía que levantar toda la cabeza para poder mirarlo, ahora, está mucho más cerca de su altura.

Lleva sus manos a su rostro, acariciando sus mejillas, sintiendo la aspereza de una barba incipiente. Se lame los labios, acercándose más y más a él.

—Pablo... ¿Qué estás haciendo?

—Quiero besarte. ¿Puedo?

Robert coloca sus manos en la puerta detrás de Pablo, puede ver la duda junto a la inseguridad en sus ojos. Pablo lo atrae un poco más, todavía acariciando su rostro, su mirada baja hasta sus labios.

Siente sus latidos acelerarse, la piel hormigueando en necesidad de cerrar la distancia entre ambos, el recuerdo de los dulces besos compartidos llega a su mente.

Cierra sus ojos, su corazón latiendo como loco mientras espera. Piensa en alejarse cuando nada pasa, entendiendo el rechazo.

Suspira al sentir labios suaves contra los suyos, lleva sus manos a los hombros de Robert, encontrando apoyo en el toque familiar mientras se besan.

Sabe a melancolía y a palabras no dichas. A sentimientos guardados durante demasiado tiempo. A amor.

Robert se separa, jadeando, sus ojos brillando como antes pero todavía oscurecidos por la duda.

—No debemos... No podemos...

—Ya soy mayor de edad. Te amo, no he dejado de amarte, te extrañé cada día que estuvimos separados. Quiero que tú también me ames. 

Siente que va a llorar, Robert lo toma de las mejillas, acariciando su rostro. —Te amo tanto que me quema por dentro. Nunca, nunca dudes de lo que siento por ti. Desde el día que me enteré que somos almas gemelas, los latidos de mi corazón te pertenecen, mi amado conejito.

—Muéstrame. 

Robert lo toma de los muslos para cargarlo, Pablo enreda sus piernas en su cintura, agarrando sus hombros. Vuelven a mirarse por largos momentos antes de que él cierre los ojos para besarlo.

Pablo se derrite en el beso, suspirando de gusto mientras pasa sus manos por el cabello de Robert. Se besan suave y lento, disfrutando de estar reunidos al fin, después de tanto tiempo.

Robert lame su labio inferior, pidiendo un acceso que le otorga. Tiene que tragarse un gemido al sentir su lengua contra la suya, su temperatura subiendo varios grados.

Aprieta sus piernas, Robert lo besa como si se lo quisiera comer. Pablo a penas puede seguirle el ritmo, gimiendo contra su boca y apretando los muslos mientras Robert le devora la boca.

Sus manos todavía lo sostienen de los muslos, subiendo un poco más hasta que están sobre su culo, sujetándolo contra la pared de manera que puede sentir su polla presionando contra la suya.

Siente una chispa de deseo recorrer su cuerpo, la necesidad de sentir a su alma gemela. Robert se aleja del beso dándole una última mordida a su labio inferior, jadeando con suavidad, la mirada fija en sus ojos.

—¿Te quedas a pasar la noche? 

—Si.

Robert le sonríe, esa misma sonrisa que le daba cada que lo encontraba adorable, cada que estaba a punto de darle el beso más dulce de todos, uno para transmitirle lo mucho que lo ama. 

—Bien. ¿Preparo la habitación de invitados? 

Recuerda a la mujer que salió del departamento, la joya en su mano izquierda y el cariño en sus ojos al despedirse de Robert. 

Robert, que lo mira con la necesidad de tenerlo cerca tan palpable que le sería imposible alejarse, incluso si quisiera, no podría hacer eso.

—No. Llévame a tu cama.

BunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora