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Despierta en algún momento de la noche, algo confundido y bastante adormilado. Sus ojos buscan en la oscuridad la figura de Robert, que no se encuentra a su lado.

Bosteza, siente un ligero dolor en la espalda baja y en los muslos. Enciende la lamparita de noche, teniendo que cerrar los ojos para acostumbrarse un poco a la luz brillante. Su mochila está en el suelo, todo parece haber sido ordenado recientemente, nota que lo habían cubierto con varias mantas gruesas aunque no lleva ropa.

Se levanta para toma su mochila y sacar ropa interior que se coloca, notando que su cuerpo está limpio. Saca también su celular, enviando un mensaje a Pedri para avisarle que se encuentra con Robert y está bien, recibe un emoticón de un pulgar arriba.

Sobre un buró al lado de la cama encuentra una caja de terciopelo azul oscuro, movido por la curiosidad la toma entre sus manos para abrirla. Hay dos sortijas de oro adentro, su corazón se acelera cuando toma una, notando un grabado en su interior.

"A + R"

Regresa el anillo a la cajita, cerrandola y dejándola en su lugar. Puede sentir su corazón latiendo tan fuerte que se marea un poco. Su mirada baja a su brazalete de plata, el conejito se balancea cada que mueve el brazo, marcas del tiempo en su superficie. 

La puerta de la habitación se abre y levanta la mirada para ver a Robert, tiene una toalla en la cintura y otra secando su cabello. Prende la luz d la habitación, una sonrisa suave en su rostro cuando lo nota despierto.

—Pablo, ¿Estás bien? No quise despertarte amor.

Lo observa caminar hasta el armario y sacar algo de ropa, no desvía la mirada mientras se viste y saca una camiseta de gran tamaño que le entrega. Pablo se la pone, amando estar rodeado de su aroma y suavidad.

—No te preocupes. 

Robert se sube a la cama a su lado, acostándose boca arriba. Pablo se acomoda junto a él, su cabeza recargada contra su pecho de manera que puede escuchar los latidos de su corazón.

Tiene tantas cosas que quisiera decirle, tantas dudas e inquietudes en su mente. Pero está en sus brazos después de tres años de no verse, desea alargar el momento por muchos instantes más. Se le escapa un suspiro, restregando su rostro contra su pecho y sacándole una risita.

—¿Por qué no regresaste por mi? 

Murmura, su pregunta rompiendo el aire y la atmósfera tranquila en la que ambos se encontraban. Siente el movimiento de su pecho, el suspiro cansado que abandona sus labios.

—Si regresaba antes de tus dieciocho tus padres presentarían cargos contra mi por abusar de su hijo menor de edad.

—Pero tú nunca-

—Eso no iba a importarles, amor. —Siente un beso contra su frente, se acomoda para quedar acostado encima suyo y poder verlo. —Y después... Bueno... En parte creí que no querías verme otra vez, que estarías mejor sin mi a tu lado.

La tristeza en su voz le duele. Le duele más que él también creyó eso, que Robert estaría mucho mejor lejos de él, que quizás se había aburrido de tener que esperarlo. A su mente llega el par de anillos en la cajita, la sonrisa de la mujer que le abrió la puerta, el brillo de su sortija de compromiso.

—Intenté olvidarte. Salí con un chico durante algunos meses, fue bonito por un tiempo pero él... —Duda un poco, Robert lo abraza, mirándolo con amor y preocupación. —Él se enojó conmigo cuando no quise tener sexo. 

Se acerca para besar sus labios y quitar la mueca enojada de su rostro, Robert suspira en el beso, acariciando su espalda y sus muslos. —Espero que lo hayas mandado al carajo.

—Lo hice.

La sonrisa de Robert vale por completo la pena. Pablo grita cuando él les da la vuelta, atacando su cuello con besos que le sacan carcajadas estridentes que llenan la habitación. Robert no se detiene hasta que lo tiene llorando de la risa, jadeando y riendo mientras trata de alejarlo sin mucho esfuerzo.

—Extrañaba tanto el sonido de tu risa. Te extrañé tanto amor mío, no sabes lo mucho que deseaba volver a tenerte entre mis brazos. Me has hecho tanta falta. 

Se permite una risa suave, sintiendo sus mejillas arder. Él también había extrañado tanto tener a Robert, sentirse amado incondicionalmente por él. Abre la boca, dispuesto a preguntarle sobre los anillos y demás, pero el sonido de un celular lo interrumpe.

Robert se levanta, Pablo lo observa tomar su celular y llevarlo hasta su oído, una mirada en su dirección antes de que empiece a hablar.

—Anna. Si, se supone que estarías aquí desde hace media hora. —Silencio, Pablo mira la caja de terciopelo, su mirada recorriendo la habitación. —¿Segura? Sabes que es peligroso. 

Un suspiro de parte de Robert, Pablo se muerde el labio inferior, sintiendo ganas de llorar de repente.

—Bien, te veo en la mañana. Descansa. También te quiero, Anna.

Los celos arden en su pecho, el malestar que esas palabras le provocan lo hace sentir patético. Robert apaga la luz de la habitación y regresa a la cama junto a él, Pablo se acurruca a su lado, temblando un poco cuando lo abraza. Ella puede ser una amiga suya, piensa, el le ha dicho a Pedri lo mucho que lo quiere en varias ocasiones. 

Abraza más a Robert, decidiendo que puede preguntar después. Por ahora, solo quiere estar protegido entre sus brazos, rodeado por su amor y la felicidad de estar junto a su alma gemela.

Ambos duermen durante horas, cuando Pablo vuelve a despertar nota que es temprano en la mañana. Se levanta, estirando sus músculos adoloridos, Robert sigue durmiendo a su lado, lo que provoca una sonrisa enternecida de su parte.

Se pone de pie, tomando su celular y saliendo de la habitación para entrar al baño. Aprovecha para lavarse la cara y acomodar un poco su cabello. Robert sigue dormido cuando regresa, así que camina lo más silencioso que puede para salir al pasillo e ir a la cocina.

Revisa su celular mientras camina, respondiendo los mensajes de Pedri de que todo está bien y mirando fijamente el mensaje de un número desconocido que cree saber quién es, pensando si leerlo ahora o borrarlo sin leerlo antes, se sobresalta al escuchar una voz. 

—Oh, no sabía que teníamos visitas. ¿Te gustaría algo de desayunar?

Levanta la mirada, el pánico haciéndolo sentir mareado cuando ella le sonríe, señalando un asiento en la barra de la cocina, el anillo en su mano izquierda brillando a la luz de la mañana.

Pablo toma asiento, sus manos temblando cuando coloca su celular sobre la barra. Ella apila varios panqueques redondos y perfectos en un plato. 

Pablo cree que va a vomitar cuando ella se fija en su cuello. 

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/revive, pública un capítulo y desaparece otras dos semanas

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