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Robert toma su mochila, caminando en dirección a un pasillo. Pablo se abraza a él, dejando pequeños besos en su cuello, observando el departamento.

No hay fotos colgadas en las paredes, todo parece estar muy ordenado y limpio. Entran a una habitación, Pablo nota que parece más desordenada que el resto de la casa, una botella de vodka olvidada junto a la cama.

Robert lo deja con cuidado sobre el colchón, su mochila se deja sobre el suelo. Pablo extiende los brazos en una invitación que él acepta, colocándose encima suyo para acercarse a besarlo.

Se besan con lentitud al principio, deseando volver a conocerse a través de sus labios, saboreando al otro. Pronto necesita mucho más, necesita tenerlo lo más cerca que pueda.

Abre las piernas, acomodando el cuerpo de Robert mientras el beso se vuelve más desesperado. Sus lenguas se enredan, Pablo gimiendo mientras Robert le come la boca en un beso que enciende su cuerpo con placer caliente que viaja hasta su polla.

Mueve sus caderas hacía él, gimiendo al sentir lo duro que está. Robert abandona sus labios para dejar besos húmedos contra su cuello, chupando la piel sin dejar marcas. Escucha una risa profunda cuando una mano baja por su espalda, agarrando la colita de su disfraz.

—¿Qué es esto? 

Pablo se pone rojo cuando él lo mira. —Solías llamarme conejito. 

—¿Y decidiste vestirte así para mí? 

Tartamudea cuando sus manos viajan por su pecho, desabrochando su corset para exponer su torso al aire cada vez más caliente en la habitación. Suspira al sentir sus labios bajar por su cuello, dejando besos húmedos hasta llegar a sus pezones que lame y muerde con suavidad.

Una de sus manos se ocupa de abrirle el pantalón y bajarlo por sus piernas, Pablo levanta las caderas, sonrojándose cuando queda completamente desnudo para Robert, usando solo las orejas de conejo, el collar y el brazalete. 

Robert se aleja para mirarlo, tomando sus muslos para abrir sus piernas. —Tan hermoso... 

Siente que el calor le recorre todo el cuerpo cuando abre todavía más los muslos, pegando sus rodillas a su pecho para exponer sus partes más sensibles. Robert baja la cabeza, dejando besos sobre sus muslos, Pablo siente el líquido saliendo de su polla.

Gime al sentir el primer contacto de su lengua, su respiración se corta mientras Robert se enfoca en lamerlo y chuparlo, ahuecando las mejillas cuando sube por su longitud y llevándolo hasta que ella punta toca su garganta.

Enreda sus manos en su cabello, necesitando algo a qué aferrarse. Robert recoge la saliva que escurre por su barbilla entre sus dedos, comenzando a masajear su entrada con lentitud.

Siente que le tiemblan los muslos, gemidos derramándose de sus labios cuando siente el primer dedo entrar, Robert empieza lento, sin dejar de chupar. Pronto está preparado para recibir un segundo dedo, movimientos de tijeras para relajar sus músculos. 

Arquea la espalda al sentirse cada vez más cerca, con tres dedos entrando y saliendo de su interior mientras Robert no deja de lamer su polla. No tiene tiempo de avisarle cuando se corre en su boca, gimiendo y sollozando mientras el placer viaja por todo su cuerpo hasta dejarlo relajado.

Robert se aleja con un sonido húmedo, Pablo puede verlo desabrocharse el pantalón y bajarlo para exponer su polla. Jadea un poco cuando se coloca encima suyo, besando con desesperación cada pedacito de piel que tiene a su alcance.

—He esperado tanto para hacerte mío, amor, no imaginas lo mucho que te deseo.

Su voz ronca le provoca mariposas, puede sentir una presión contra su agujero y el pánico reemplaza las emociones felices de su orgasmo.

—Robert... Espera. 

Sus movimientos se detienen al instante, una mano amorosa se posa sobre su mejilla, su ojos preocupados buscando los suyos.

—¿Estás bien? ¿Quieres parar? Podemos hacer eso, amor mío, no te preocupes, lamento haberme pasado.

—No, no, no. —Se apresura a tomarlo del rostro, todavía jadeando un poco. —Es solo que estoy nervioso... No había llegado a tanto con alguien antes.

Él le da una sonrisa suave, el amor en sus ojos tan visible que le dan ganas de ponerse a llorar por lo adorado que se siente. Besos dulces caen sobre sus mejillas, el susurro de su voz ronca haciéndolo suspirar.

—No tenemos que ir más allá, amor mío.

—Yo quiero... Solo que...

—Está bien. —Se aleja un poco, desabrochando su camisa. —Déjame cuidar de ti.

Asiente, observando cómo se quita todas las prendas hasta quedar desnudo. Vuelven a besarse, Pablo abriendo las piernas para que pueda acomodarse, se miran a los ojos cuando Robert acomoda su polla.

El primer deslizamiento arde y quema, no puede evitar gemir de dolor, Robert besa sus mejillas y sus labios, deteniéndose hasta que le asegura que está bien para continuar. 

Robert no deja de mirarlo a los ojos hasta que está por completo en su interior, su mirada azul buscando cualquier rastro de incomodidad o dolor que pueda tener.

—Bésame.

Él obedece, juntando sus labios y comenzando a moverse hasta que lo tiene gimoteando y rogando por más. Robert le devora la boca, bebiendo sus gemidos mientras lo folla con amor.

Pablo se pierde en el placer, enterrando sus uñas en su espalda cada que su polla alcanza su próstata, haciéndolo ver estrellas y gemir su nombre en voz alta. Él le besa el cuello, dejando pequeñas marcas que el día de mañana se volverán color violeta, gimiendo contra su oído lo bien que se siente.

Empieza a llorar de placer y felicidad, de por fin ser suyo después de años de desearlo, por haberse reencontrado después de tanto tiempo separados. Robert lo mira como si fuera lo más especial del universo, enfocado en hacerlo sentir bien, la habitación llena de sus gemidos y el sonido de sus pieles sudorosas chocando.

Siente su orgasmo cerca demasiado pronto, Robert acelera el ritmo, llevando una mano entre sus cuerpos y sonriendo cuando lo hace sollozar.

—Te ves tan bonito gimiendo mi nombre, tomándome así de bien. Vamos, mi conejito, correte para mí.

Solloza, gimiendo su nombre cuando siente el placer recorrer cada nervio de su cuerpo, pequeños espasmos lo sacuden mientras se derrama en la manos de Robert. Él solo necesita unas pocas embestidas más antes de gemir ronco contra su oído, semen caliente llenando su interior.

Ambos jadean sobre la boca del otro, las pupilas dilatadas y los ojos llenos de amor. Robert recupera primero el aliento, besando su frente y susurrándole.

—Te amo, mi conejito, gracias por confiar en mi en tu primera vez.

—Te amo más. 

Se besan con calma y lentitud, sus almas contentas por estar por fin juntos. 

Pablo siente los párpados pesados y pronto, se queda dormido, sin preocuparse por lo que el mañana le pueda traer.

BunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora