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Robert suspira, hundiendo más su cuerpo en el agua caliente que llena la bañera. Sus músculos relajándose por el calor lo hace cerrar los ojos. 

Es el segundo día que pasa junto a Pablo. En la mañana lo llevó a tener un picnic, ambos sonriendo bajo la cálida luz del sol mientras veían el cielo azul lleno de nubes esponjosas.

Habían pasado un tiempo viendo películas, abrazados en el sillón de la sala mientras comían palomitas de maíz, terminando en ambos besándose con calma.

Robert sabe que es una situación delicada que estén los dos solos, ha visto las reacciones de Pablo cada que se deja llevar un poco y lo besa hasta dejarlo sin aliento. 

Por eso no le sorprende cuando escucha la puerta abrirse, los pasos de Pablo casi no hacen ruido cuando entra al baño, Robert voltea a verlo, pasando saliva al verlo desnudo.

Pablo se para a un lado de la bañera, nervioso por la forma en que juega con sus manos. Él entra, acomodándose entre sus piernas todavía de pie, Robert tiene que levantar la vista para mirar su rostro.

Lo observa sentarse en el agua, con la mirada llena de determinación mientras más se acerca a él. Toma su rostro cuando conecta sus labios, un beso suave que sirve para acelerar su corazón.

Pablo se separa, sonrojado. Le pasa las manos por el rostro, viendo el vapor del agua caliente empañar las paredes.

—¿Estás seguro de lo que estás haciendo? 

Pregunta en un susurro, mirándolo asentir. —Quiero que me toques.

—Conoces mi respuesta a eso, conejito.

—Entonces enséñame como hacerlo. 

Se miran durante largos segundos, Pablo está sonrojado hasta el pecho, su rostro poco a poco está perdiendo sus características infantiles. Cumplirá quince en dos semanas.

—Ven aquí.

Acomoda a Pablo entre sus piernas, su espalda pegada a su pecho para que Robert pueda observar sobre su hombro.

Deja besos húmedos contra su cuello, sacándole suspiros que van directo a su polla. Muerde un poco su cuello, tomando sus manitas entre las suyas para besar ambas.

—Adelante, tócate.

Pablo trata de llevar su mano derecha a su entrepierna, Robert lo detiene. Sin dejar de besar su cuello, pasa la mano de Pablo por su pecho, escuchando sus suspiros.

—Lento. Ese no es el único lugar que se puede sentir bien.

Pablo asiente, recargando su cabeza contra él mientras pasa sus manitas por su pecho. Suspira al contacto con sus pezones, mordiendo su labio inferior mientras los toca.

Robert siente la necesidad de bajar y tocar su polla, correrse con la hermosa vista que está teniendo, pero esto no se trata de él, debe concentrarse en Pablo.

Observa su abdomen contraerse cuando sus manitas bajan, erizando su piel. Pablo pasa sus manos por sus muslos, subiendo y bajando pero sin tocar su polla.

—Eso es... Lo estás haciendo muy bien, mi dulce chico... Sigue así, continúa...

Vuelve a besarle el cuello, la mirada fija en la forma en que se sostiene a sí mismo, un agarre suave que le saca un pequeño gemido cuando empieza a mover su mano.

Le separa más las piernas con las suyas, Pablo acelera su mano derecha, estirando la otra hacía atrás para sostenerlo del cabello. Robert se bebe sus gemidos, su polla latiendo cada que Pablo cierra sus ojitos y su cabeza choca contra su pecho.

Le muerde el cuello, sacándole un gemido agudo y provocando que su cuerpo se pegue contra el suyo. Robert lo toma de la caderas, alejándolo de su dolorida polla.

—Robert...

Pablo gime, tratando de moverse hacía atrás. Tiene que controlarse para no tomarlo de las caderas, colocarlo sobre el borde de la bañera y comérselo hasta que esté llorando de placer.

—Robert. —Pablo vuelve a gemir, jadeando mientras acelera su mano, sus muslos temblando de placer.

Robert lo aprieta contra su cuerpo, dejándolo sentir su dureza y hablándole al oído.

—Mira cómo me tienes, amor... No sabes lo mucho que deseo hacerte mío, lo mucho que me gusta verte así, vamos, sé que estás cerca, correte para mí.

Pablo solloza, su cuerpecito teniendo pequeños espasmos mientras se tensa y cubre su manita de semen. Jadeando, queda sosteniendo en posición vertical solo gracias a Robert.

Toma su mano derecha, llevándola a su boca y lamiendo el semen hasta dejarlo limpio, Pablo hace pequeños sonidos todo el tiempo. Robert besa su cabeza hasta que su respiración se calma.

—¿Estás bien?

Pablo asiente, acercándose para recibir un beso que él le da, suave y calmado, saboreando el placer directo de sus labios. 

—¿Podemos hacer eso de nuevo?

Se ríe, abrazándolo para mordisquear su cuello, Pablo se ríe a carcajadas, tratando de apartarlo sin mucho esfuerzo.

Lo deja ir, Pablo se separa para tomar una toalla en la cual envolverse, antes de salir de la bañera, voltea a mirarlo. Tiene las mejillas rosas y los ojos brillantes, con el cabello revuelto en todas direcciones.

—¿Tu...? Eh... 

Le da una sonrisa suave, inclinándose hacía él para dejar un beso sobre su naricita.

—No. Pero no te preocupes por eso. Ve a la cama, te alcanzo en unos minutos.

Pablo sale del baño, tarareando mientras seca su cuerpo con la toalla. Robert suspira cuando se queda solo, mirando al techo. 

Ignora su erección, metiendo la cabeza al agua para despejarse un poco. Sale de la bañera, dejando correr el agua, el sonido dejándolo meditar en lo que acaba de hacer.

Se seca un poco el cabello con una toalla pequeña, envolviendo otra más grande en sus caderas. Se mira en el espejo durante largos minutos, hasta que la bañera queda vacía y su polla se ablanda.

Entra a la habitación, Pablo está acostado sobre la cama con una playera suya, está mirando al techo con una almohada entre sus brazos, pero voltea a mirarlo cuando entra.

Puede sentir su mirada fija en cada uno de sus movimientos cuando toma algo de ropa para ponerse. Cuando voltea a verlo, está sentado, todavía aferrado a la almohada.

Le sostiene la mirada mientras deja caer la toalla de sus caderas a sus pies, nota la manera en que pasa saliva y sus ojitos bajan, su rostro volviéndose rojo mientras más tiempo lo mira.

Robert se coloca ropa interior y un short, decidiendo que hace demasiado calor como para usar algo arriba. Camina hacía Pablo, consciente de su ropa que cuelga baja en sus caderas y que su conejito no ha despegado la vista de su entrepierna.

Se mete a la cama, Pablo se apresura a acurrucarse a su lado, acomodando su cabeza sobre su pecho.

—¿Robert? ¿Volveremos a hacer eso? 

Suspira contra su cabeza, acariciando su espalda y sintiendo su respiración suave chocar contra su piel desnuda.

—Tal vez.

—¿Vas a tocarme cuando sea mayor? 

Lo abraza, acomodando sus cuerpos para que estén acostados de lado, mirándose.

—Si eso quieres, lo haré.

—Yo quiero. No me importa tener que esperar.

—Te amo, mi conejito.

—Te amo más.

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