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La noche sin luna ni estrellas es una oscuridad que parece querer tragarse entero a Pablo. 

Bajo la cobertura del cielo nocturno, sus pensamientos pueden salir a la superficie, el anhelo que ha mantenido encerrado durante un tiempo rompe sus cadenas para tomar su lugar al frente de su mente.

Su alma gemela. 

Robert.

Se pregunta cómo estará, si pensará en él, si va a regresar.

Quizás no.

Lo había dejado claro el día que se despidió, no pensaba volver a verlo, así como tampoco pensaba dejar de amarlo. 

Lo extraña tanto a veces.

—¿Pablo? Te perdiste en tu cabeza por un segundo.

Parpadea, alejando su mirada de la pequeña estrella que brilla en el cielo hasta su novio, Alexander.

—Lo siento. ¿Qué dijiste? 

Él se ríe, de esa manera que algunas veces lo hace sentir avergonzado por estar en las nubes. Lo hace recordar los momentos en que Robert repetía con paciencia todo lo que había dicho, mirándolo con cariño en sus ojos.

—¿Puedo ver tu marca del alma? Vamos, llevamos ya un tiempo juntos, déjame ver.

Duda un poco, no se ha quitado el brazalete desde el día que Robert se fue. Necesitaba tenerlo cerca de alguna manera, así que no volvió a quitarse el collar, ni el brazalete. Incluso durmió con la ropa que le había robado, llorando algunas noches mientras deseaba que fuera Robert.

—Está bien.

El dije de conejo hace un sonido metálico cuando Pablo se quita el brazalete, extendiendo su brazo para que su novio pueda mirar las dos letras negras sobre su muñeca.

RL.

—¿Sabes quién es? 

—Si.

Pedri, su mejor amigo, conoce toda la historia sobre su alma gemela. Pablo le contó entre sollozos el día que descubrió quién era, lo feliz que se había sentido, cómo todo se sentía bien estando junto a él.

Solo él sabía lo mucho que le había dolido su separación. Las noches que pasó encerrado en su habitación llorando hasta caer dormido. Los días que suplicó a sus padres que le permitieran contactar a Robert.

Ellos dijeron que no cada vez, revisando su brazo en busca de palabras compartidas entre ambos. Pablo incluso llegó a pensar que amenazaron a Robert con no volver a dirigirle la palabra.

—Oh. Pero no vas a estar a su lado, ¿verdad? Digo, ya que estás conmigo y todo.

Pablo solo le sonríe, acomodando su cabeza contra la almohada que tiene debajo. Están acostados sobre el pasto fresco en una zona para acampar en un bosque, la tienda de campaña detrás de ellos mientras observan el cielo.

No puede evitarlo, los recuerdos llegan a él en cada segundo, memorias de los tres días que pasó con Robert. Nada más que felicidad en ese hermoso tiempo.

Se siente solo un poco culpable por recordarlo estando con Alexander, llevan tres meses juntos y aunque ha sido un tiempo bonito, no se siente igual.

Sale de sus recuerdos al sentir una mano acariciando su muslo, se gira, unos labios chocan contra los suyos en un beso suave que rápidamente se vuelve demandante.

Los besos viajan de sus labios hasta su cuello, la mano en su muslo sube y baja por toda la extensión, acercándose pero sin tocar su entrepierna.

Siente una mordida sobre su cuello. —Espera... ¿Qué haces? 

La mano sigue subiendo, acariciando en círculos su polla, los besos húmedos contra su cuello aumentan al igual que las mordidas. Pablo agarra su mano cuando intenta abrirle el pantalón, jadeando.

—No quiero hacerlo. 

—Amor, anda, sé que quieres...

Niega, incómodo. Él no parece hacerle caso. Pablo lo aparta de un empujón, poniéndose de pie y buscando su chaqueta para tomar su celular.

—Pablo, vamos. No puedes enojarte por esto.

Lo ignora, sacando su celular y mandando un mensaje con su ubicación a Pedri. Alex lo toma del brazo cuando intenta irse, su rostro molesto.

—¿En serio vas a ponerte así? 

—Te dije que no quería, pedazo de imbécil. 

—Por favor, cómo si no supieras para que te traje aquí. Solo cálmate, prometo hacerte sentir bien.

Sus ojos se llenan de lágrimas no derramadas, recordando a una persona muy diferente murmurando con amor pero seriedad que sería siempre su elección. 

—No. Tú y tu terminamos. 

Hace caso omiso de los gritos de Alex pidiendo que regrese, caminando más y más lejos hasta ver aparecer el auto de Pedri. Se sube sin decir palabra, soltando un suspiro.

—Te dije que era un tonto.

—Si...

Se acurruca sobre si mismo, su mirada fija en la ventana cuando Pedri empieza a conducir, no sabe si van a su casa o al departamento que su mejor amigo comparte con su alma gemela, no le importa. 

Juguetea con el brazalete, decidiendo volver a ponerlo en su lugar. Se levanta la manga de la chaqueta, todo su cuerpo congelándose al ver la piel de su brazo izquierdo.

Te extraño.

Pasa un dedo cuidadoso por las dos palabras, jadeando cuando no hay ningún cambio. Las escribió Robert en su propio brazo.

Después de tres años sin saber nada, le dejó un mensaje.

La letra es rara, Pablo cree que Robert estaba al menos un poco ebrio cuando lo escribió, pero no importa. Sigue pensando en él, lo sigue amando.

—¿Estás bien?

—Necesito encontrar a mi alma gemela.

—Al fin. —Pedri ríe, Pablo voltea a mirarlo con una gran sonrisa. —Ferran y yo apostamos cuánto tiempo te tomaría, perdí.  

Van al departamento de Pedri, Ferran los recibe con una sonrisa confundida al ver el estado inusualmente animado de Pablo.

—Tú te vienes a vivir con nosotros. Tus padres no van a cagar esto.

Arman un pequeño plan sobre que hacer. Al día siguiente, Pedri lo lleva de regreso a casa, sus padres lo están esperando cuando entra, ambos sentados en la sala.

Pablo respira hondo, no deja que ellos hablen primero antes de empezar.

—Voy a buscar a Robert. 

Mira sus rostros en shock, su madre luciendo más asustada que su padre. —¿Estás loco? ¿Después de lo que te hizo? 

—Él es mi alma gemela. Nunca me obligó a nada, mamá. Al contrario... Fui yo quien lo forzó a besarme, a aceptar nuestro vínculo cuando todavía era muy joven. —Baja la mirada, las letras ya han desaparecido de su brazo. —Ahora entiendo que se negaba tanto buscando protegerme. Él no hizo otra cosa que amarme y cuidarme, pero ninguno de ustedes quiso escuchar.

—No vamos a apoyarte en esta tontería, si te vas, estarás solo. 

—No necesito de ustedes. Mi alma gemela me cuidará, cómo siempre lo ha hecho. 

Las cosas en su habitación ya están guardadas, solo lo más esencial en una mochila y una maleta que son llevadas fácilmente al departamento de sus amigos, ambos recibiendolo con los brazos abiertos, dispuestos a ayudarlo.

Encontrará a Robert, a su alma gemela. 

Debe hacerlo.

BunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora