Pensamientos compartidos:

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Max había llegado al reino de Eldoria. Despidiéndose de la tripulación, el capitán le dio su sueldo más una moneda de oro, agregando: —Volveremos dentro de dos meses por si tu plan falla. Ve a la taberna Dorado, mi esposo es el dueño, pídele trabajo. Cuando vuelva, puedes reincorporarte a la tripulación, niño.-- Mientras el barco de velas subía nuevamente sus anclas, Max, con la moneda de oro en su pecho, sintió una punzada de nostalgia, pero mantuvo su semblante estoico y preguntó: —¿Cómo nos comunicamos con el rey?

Bobby se encogió de hombros y respondió: —No tengo idea, mis cartas son devueltas. —Para hacer hincapié en su declaración, un cuervo negro se posó en su hombro, devolviéndole otra vez su carta.

Max y Horace lo miraron, pero, por casualidad, Max leyó un anuncio: —¿Harán un concurso de... caza? ¿Leí bien?-- Bobby lo vio y respondió: —Es una tradición. Cada año se hace. El ganador puede pedir una audiencia con Su Majestad. Lastimosamente, la entrada cuesta una moneda de oro--

Max miró su moneda de oro, luego a su acompañante, y dijo: —¿Dónde me puedo inscribir, Bobby?-- El pelirrojo hizo una seña con la mano indicando que lo siguiera. Bobby caminaba por delante de ellos mientras ellos estaban a un paso del pelirrojo. Max estaba impresionado por las estructuras de la ciudad capital, aunque no lo mostraba abiertamente.

La ciudad costera de Eldoria, bañada por la cálida luz de mediados de verano, estaba repleta de majestuosos edificios al estilo Palazzo, especialmente en su vibrante centro. Las fachadas de estos edificios eran una muestra de opulencia y detalle artístico. En el nivel inferior, robustos muros de piedra tallada sostenían grandes portales arqueados que daban entrada a tiendas y talleres artesanales, flanqueados por columnas dóricas que soportaban balcones de hierro forjado con elaborados diseños florales. El segundo nivel, conocido como el "piano nobile", destacaba por sus amplias ventanas de arco de medio punto, enmarcadas con pedestales y frontones triangulares sostenidos por columnas jónicas más esbeltas. Entre las ventanas, relieves de figuras mitológicas y guirnaldas añadían un toque de elegancia clásica. Las ventanas permitían entrever los lujosos interiores, con cortinas de terciopelo y candelabros de cristal. El tercer nivel era más discreto, con ventanas más pequeñas y rectangulares, destinadas a habitaciones privadas y áreas de servicio. Los techos de los edificios estaban rematados con elaboradas cornisas y, a menudo, se veían terrazas con balaustradas que ofrecían vistas panorámicas de la ciudad y el océano cercano. Aquí y allá, torres y campanarios añadían una dimensión vertical a la silueta de la ciudad.

El material predominante era el mármol blanco y la piedra caliza, que brillaban bajo el sol, realzando la majestuosidad de la arquitectura. Las calles adoquinadas estaban llenas de vida, con comerciantes, nobles y ciudadanos comunes en constante movimiento. En una plaza central, un gran edificio destacaba sobre los demás. Bobby señaló hacia él diciendo: —Ahí es donde te puedes inscribir, Max. Es el antiguo ayuntamiento, ahora usado para eventos importantes como el concurso de caza--

Max asintió, todavía impresionado por la grandeza del entorno. Las enormes puertas de madera, reforzadas con hierro, estaban abiertas de par en par, invitándolo a entrar y dar el primer paso hacia su nueva misión voluntaria.

Max vio al personal encargado de las inscripciones. Con voz pesada, el desconocido habló: —El dinero primero. No creo que los mestizos sean honestos —dijo con odio, golpeando su puño contra la mesa para dar énfasis a sus palabras.

Max sintió la saliva del hombre salpicar su rostro, pero mantuvo su compostura. Con voz firme, casi tirando la moneda sobre la mesa, respondió: —No soy un mestizo, perro de poca monta.--

Entre mundos: amor y guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora