La marca del destino:

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 .Bradley 7 años ,Max 5 años: 

Bradley solo tenía siete años cuando su padre, el Duque, le trajo un pequeño salvaje. Max solo llevaba una camiseta larga y desgastada, y se podía ver su cuerpo desnutrido y golpeado bajo aquella prenda translúcida. Sus ojos, sin embargo, brillaban con una intensidad extraordinaria, una chispa de desafío que ni el hambre ni el dolor habían logrado apagar.—Gracias, papi —dijo Bradley con una sonrisa arrogante mientras tomaba la cuerda que retenía a Max. El pequeño esclavo no lo miraba con miedo, sino con una mirada desafiante, algo que a Bradley le encantaba. Desde el primer momento, Max no mostraba sumisión ni temor, solo una feroz determinación.Los primeros días fueron duros para Max. No se acostumbraba a su nuevo estatus y, constantemente, el Duque lo golpeaba por infligir daños a su amado heredero. Cada castigo era brutal: golpes secos que resonaban en los corredores del castillo, gritos incomprensibles que llenaban el aire y largos días sin comer que hacían mella en su frágil cuerpo. Sin embargo, Max mantenía su mirada desafiante. Nunca había llorado, a pesar de que su espalda morena se llenaba de nuevas cicatrices con cada latigazo. Los otros esclavos, hablantes de su lengua nativa, le aconsejaban que bajara la cabeza ante el hombre blanco, pero Max siempre negaba y respondía con orgullo:—Soy hijo de una guerrera, no me rendiré

Bradley 8 años  , Max 6  años : 

 El tiempo pasaba y Max observaba todo con atención. Tardó un año y medio en poder entender el idioma del hombre blanco, un proceso arduo que logró con perseverancia y astucia. Siempre andaba detrás de su amo, observando y escuchando su educación: lecciones de historia, matemáticas y esgrima. Mientras Bradley dormía, Max practicaba los movimientos enseñados al niño blanco en secreto, repitiendo cada gesto y cada palabra hasta que los dominaba.A medida que Max iba creciendo y aprendía, también cambiaba. Aunque su cuerpo seguía siendo delgado y marcado por las cicatrices, sus ojos no perdían aquel brillo desafiante. Cada vez que el Duque lo golpeaba, Max resistía sin derramar una lágrima, convencido de que algún día su momento llegaría. Sabía que, para sobrevivir y eventualmente liberarse, necesitaba aprender todo lo que pudiera de sus captores.

 Bradley 12, Max 10: 

Bradley estaba en la biblioteca familiar, con la mirada baja y el corazón pesado. Su padre, el Duque, apretaba con fuerza un pedazo de papel que revelaba el secreto más íntimo de Bradley: su segundo género, omega. La decepción del Duque era palpable, y Bradley podía sentir el peso de su desaprobación.

Qué desgracia. Mi linaje ha producido un Omega —murmuró el Duque con amargura dejando a un lado el papel, su mirada se dirigió a su esclavo más rebelde —. Escúchame bien, Bradley, nadie puede saber sobre esta deshonra. Ante el mundo, serás un beta, Max. --El esclavo, Max, de diez años, miraba con aburrimiento mientras conectaba miradas con Bradley. El Duque continuó:—De ahora en adelante, Pete también te entrenará. Su nueva obligación es cuidarte hasta que encuentres un esposo lo suficientemente fuerte para protegerte.-Bradley asintió en silencio mientras eran desalojados del despacho. Al llegar a su recámara, se echó en la cama, sintiendo el peso abrumador de su destino. Max, a pesar del odio que Bradley podía sentir hacia él en momentos de conflicto, se acercó y acarició su cabeza, brindándole un consuelo silencioso que Bradley apreciaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Pete el Gato, un mestizo liberado que había alcanzado su posición actual por esfuerzo propio, impartía sus enseñanzas con desprecio hacia los esclavos, a quienes consideraba nada más que basura. —Escúchame bien, basura —gruñó Pete mientras explicaba una lección a Max.

Max no dijo nada, simplemente observaba a su maestro con determinación. En menos de una hora, Max había dominado casi prodigiosamente la clase, demostrando una habilidad innata que impresionó incluso a Bradley, quien desde lejos observaba con curiosidad mientras Max practicaba las posturas básicas.

Entre mundos: amor y guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora