Eran inicios de otoño en la ciudad costera de Puerto Esperanza. El clima era agradable, no tan caluroso como el verano, y una brisa fresca proveniente del océano traía un aire revitalizante. Las lluvias ocasionales chocaban suavemente contra los tejados de las casas de madera, creando un sonido relajante que envolvía el ambiente en una atmósfera casi mágica. Sin embargo, la pequeña habitación donde dormía Max tenía algunas goteras, y el constante goteo interrumpía su sueño.
A la mañana siguiente, Max se levantó muy temprano, antes del amanecer. Caminó hacia el baño, donde se lavó la cara con el agua fresca del pozo y se alistó rápidamente. Bajó al primer piso, donde encontró a Fergus y Horace desayunando en la modesta cocina de la taberna que miraba al mar.
—Buenos días —dijeron al unísono los tres hombres, en un tono amigable pero aún adormilado.
Max fue a la cocina y se sirvió un plato de café negro, acompañado de fruta fresca de la temporada, como papaya y plátano, y un poco de pescado salado, que había sido ahumado la noche anterior para conservarlo. Se sentó al lado de Fergus, y comieron en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos mientras la luz del amanecer comenzaba a iluminar la estancia.
Después de unos minutos, Fergus rompió el silencio:
—Max, por favor ayuda a Horace con el techo hoy —dijo, señalando las goteras que habían perturbado el descanso de Max.Max asintió, masticando un pedazo de plátano.
—No tenemos materiales, Fergus. Es preferible que los compres tú, ya que a nosotros nos venden los materiales muy caros —comentó Horace, levantando los platos y llevándolos al fregadero.—Max, acompáñame. Necesito ayuda para cargar el material —dijo Fergus, acariciando su vientre redondeado, demostrando su avanzado estado de gestación.
—Como ordene —respondió Max, levantándose de la mesa.
Fergus tomó la mano de Max y la puso en su vientre, sonriendo con ternura.
—El bebé se está moviendo. ¿Lo sientes? Es una lástima que mi esposo no esté presente —dijo Fergus, con un dejo de tristeza en su voz.Max quedó fascinado por el momento. No muchos podían tocar el vientre de un omega, y era un gesto de gran confianza.
—Es fascinante. ¿Cómo le pondrás? —preguntó, tratando de aliviar el momento con una sonrisa.—Freya si es mujer y Robinson si es hombre. He pensado mucho sobre el futuro de mi familia. Quiero vender la taberna y mudarme a una granja, empezar una vida más sana —dijo Fergus, su voz llena de esperanza y un tono soñador, añorando aquel futuro.
Mientras el omega se alistaba, Max fue a los establos, donde preparó la carreta y dos burros. Ajustó las riendas y se aseguró de que todo estuviera en orden. Fergus se montó en la carreta al lado de Max, y emprendieron el camino hacia la ferretería. El trayecto era relativamente cercano, bordeando la costa, donde las olas del mar rompían suavemente contra la playa y el aroma salino impregnaba el aire. Los barcos de pesca se mecían en el puerto, y los marineros comenzaban su jornada, añadiendo un toque de actividad al amanecer tranquilo.
Al llegar a la ferretería, Fergus entró mientras Max se quedó en la carreta, observando a su alrededor. Notó que, a pesar de que no existía la esclavitud para los indígenas, había mucho racismo y xenofobia. Max no podía entrar a muchos establecimientos por su color de piel, a pesar de ser un castizo, más Eldoriano que indígena. Entre sus pensamientos, vio a Fergus en el interior de la tienda, negociando y finalmente pagando los materiales. Al hacer una seña, Max se bajó de la carreta y con destreza y fuerza, tomó los materiales y los subió a la carreta.
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Entre mundos: amor y guerra
FanficBradley había nacido en la nobleza, siendo su padre un Duque , Bradley tiene siete años cuando su padre le regala su primer esclavo, un pequeño niño de cinco años traído del nuevo mundo --Este animal es Max -- exclama el Duque lanzando al pequeño e...