Raíces olvidadas:

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Max, de apenas 17 años, vivía según una rutina estricta. Desde el amanecer hasta las tres de la tarde, laboraba sin descanso. Al finalizar su jornada, tomaba prestada la bicicleta del dueño y se dirigía hacia las afueras de la ciudad costera. Allí, en un terreno olvidado donde la maleza y las enredaderas habían tomado el control de una mansión en ruinas, encontraba un refugio solitario. Árboles frutales albergaban vida, creando un ambiente donde la naturaleza reinaba sin oposición.

Max contempló la escena con reverencia mientras sacaba sus herramientas. Tocó el bambú suavemente, como si honrara al árbol por su generosa madera, murmurando un agradecimiento apenas audible. Con paso decidido, se dirigió hacia el montón de herramientas, extrajo un hacha y comenzó un meticuloso proceso. Cada golpe de hacha lo acercaba más a su meta. Al caer la tarde, el bambú finalmente cedió ante su persistencia. Sudoroso y ligeramente cojeando por el esfuerzo, Max calculó con orgullo: "Treinta metros de bambú, seis cortados, eso hace ciento ochenta metros. Dividido en flechas, eso son 160", reflexionó mientras sonreía satisfecho por su logro.

Durante toda la noche y hasta la madrugada, Max se entregó a la tarea de fabricar flechas. Al final del día, había modelado doce, y la forma del arco empezaba a tomar vida. A pesar del agotamiento, se sentía en paz entre los árboles y los sonidos de los animales. La nostalgia de su niñez antes de convertirse en esclavo lo invadió, recordando las valiosas enseñanzas de sus padres. Recolectó hojas y ramas para construir una humilde choza, donde al entrar, el aroma de las hojas de palma le devolvió un atisbo de hogar.

Al acostarse, lágrimas surcaron sus mejillas. Extrañaba intensamente a sus padres y su tribu, pero también valoraba la nueva vida y las conexiones que había forjado en el nuevo mundo. Entre sollozos, finalmente cayó dormido, exhausto por el trabajo arduo y el peso de mantener una fachada fuerte.

Despertó al mediodía siguiente, su cuerpo adolorido y marcado por heridas. Era domingo, y con solo dos semanas para hacer sus herramientas, salió cojeando de su refugio con un cuchillo de caza en mano. Su mirada cautelosa exploró los alrededores mientras se acercaba a la mansión abandonada. Un escudo familiar adornado con dos espadas cruzadas sobre un gran oso captó su atención.

Adentrándose en la mansión, encontró muebles y reliquias arruinadas por la humedad, y la vida natural reclamando su lugar. Recorrió la primera planta, observando armaduras oxidadas y retratos familiares desvanecidos. Su corazón latía con intensidad cuando levantó un trozo de fotografía, descubriendo a sus padres en su juventud. --Este es el terreno de mi familia, esta gran casa-- susurró Max, conmocionado por la revelación.

Abatido por emociones encontradas, Max dejó de lado sus sentimientos y buscó algo de sustento. Exploró el  que suponía el que era en antaño un  patio trasero, donde árboles frutales ofrecían manjares frescos. Trepó a uno y recolectó mangos, luego se dirigió al lago cercano donde con destreza cazó dos peces grandes con una flecha. De vuelta en su refugio, encendió una fogata para preparar su cena, reflexionando sobre el giro de los eventos que lo habían llevado de vuelta a sus raíces familiares.

Durante las siguientes semanas, Max siguió su rutina diaria trabajando desde temprano hasta tarde. Por las tardes y hasta la noche, se dirigía sin descanso a la mansión abandonada en las afueras de la ciudad costera. Dormía apenas unas pocas horas cada noche para avanzar rápidamente en la fabricación de flechas y el perfeccionamiento del arco.

A tres días del evento, llevó las quinientas flechas de alta calidad y el impresionante arco a la taberna local. Todos los presentes, incluidos Fergus y Bobby, quedaron atónitos al ver la habilidad y la precisión con la que estaban hechas las flechas. Fergus examinó una de las flechas con reverencia y preguntó:- Max, ¿quién te enseñó a hacer estas flechas?

Max tomó una flecha entre sus manos con cuidado y respondió con orgullo en su voz:- Un hermano de la tribu y yo fuimos enviados con el Duque. Mi hermano  me enseñó todo el conocimiento de nuestra tribu, pero en mi décimo cumpleaños falleció... La técnica solo la conocen unos pocos de mi pueblo, tal vez ya casi no queden.

- Son casi quinientas flechas de alta calidad y ese arco es impresionante -comentó Bobby, admirando el trabajo artesanal.

Fergus tomó el arco y con una expresión seria en su rostro, lanzó una flecha hacia una pared cercana. Todos contuvieron el aliento al ver cómo la flecha atravesaba limpiamente la madera. - ¡Max, es increíble! Solo las flechas de alta calidad pueden hacer eso, ¡y se sienten tan suaves! -exclamó Fergus, impresionado por la habilidad de Max.

Los tres días siguientes fueron una mezcla de nerviosismo y concentración para Max. Mientras muchos de los competidores lucían lujosos trajes de caza y montaban sementales impresionantes, Max se presentó con su ropa sencilla y una modesta carretilla tirada por burros que llevaba sus herramientas de caza: el arco y las quinientas flechas. - Un mestizo, pobre chico -se burló algún competidor, pero Max, con determinación en la mirada, se concentró en la tarea que tenía por delante.

- Las reglas son simples. Tienen hasta las cinco de la tarde. El que tenga mayor peso en piezas de caza gana la competencia. El segundo lugar son seis monedas de oro y el tercero, media vaca. ¡En sus marcas, listos, fuera! -anunció el juez mientras los competidores partían en diferentes direcciones.

Max decidió cazar cerca del área. Comenzó con un ágil venado al amanecer, utilizando toda su habilidad y paciencia para asegurar una pieza de caza limpia y abundante. Después de un par de horas, se encontró con una manada de jabalíes salvajes en busca de alimento. Con astucia y precisión, logró abatir a diez de ellos, aprovechando cada oportunidad con rapidez y destreza.

Más tarde, Max se enfrentó a su mayor desafío: dos imponentes osos negros de gran tamaño. Con el corazón latiéndole fuerte, Max se movió con cautela y determinación. Utilizó cada flecha con la misma precisión que había demostrado en la fabricación, asegurándose de no dejar margen para el error. Después de una intensa batalla de habilidad y astucia, Max emergió victorioso, habiendo cazado a los dos osos sin incidentes mayores.

Cuando el sol comenzó a ponerse y las sombras se alargaron sobre la tierra, Max contó con satisfacción su botín de caza: veinte jabalíes salvajes, tres imponentes osos negros y al menos quince aves de diferentes especies. Con pasos firmes pero cansados, regresó al punto de encuentro con los otros competidores.

Los demás participantes, ahora silenciosos y observadores, quedaron impresionados por la habilidad y determinación de Max. Había superado todas las expectativas y demostrado que la verdadera habilidad yace en la destreza y no en las apariencias externas.

--No soy un pueblerino, soy Max de Goof  -dijo Max con orgullo  .

Fergus saltaba de alegría por la victoria de su amigo más por la comida que había cazado, esta noche se darían un festín, Roberto sintió su corazón latir con fuerza ruborizándose un poco desvío la mirada al ver la gran sonrisa de Max piensa "Pronto tendré mi celo ... Por eso me atrae, aunque si tenemos hijos saldrían fuertes ¡Eso no se puede! Max ni siquiera sabe mi estado de omega" 

En Estados Unidos Bradley con Tanque y Andrés  estaban  en  un barco con sus maletas hechas, había aplazado el semestre con una sonrisa radiante, Bradley dijo:-No volveré a casa hasta Max se case conmigo --Tanque sonriendo como desquiciado saca una barra de metal dice:-Yo tengo veinte centímetros para hacerlo recapacitar sino quiere  -- Andrés dice en lenguaje de señas:-Yo quiero mi dinero ,también los puedo casar porque tengo la licencia  y otros cuarenta centímetros para que reconsidere su propuesta -- Andrés saca otra barra de metal con clavos incrustados.

Bradley los mira y pregunta:-¿ Por qué vieron?-

Tanque dice:--Eres omega y juro ante Dios que volverás casado o viudo -- Andrés, asiente , serían tres meses  largos en un barco de vapor con dos hermanos sobreprotectores .

Entre mundos: amor y guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora