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Enzo

— Vamos a manejar esto como dos profesionales. — Paula salió de detrás de un árbol a unos pocos metros con su pistola apuntandome.

Su tono sarcástico puso mis cabellos de punta pero salí a su encuentro, con mi arma apuntándole.

— Pasó mucho tiempo... — Ella sacó una navaja del bolsillo de su campera y la sostuvo por lo bajo, estilo pelea callejera — Me gustaría hacer esto a la antigua, si no te molesta. Estuve entrenando un poco desde nuestra última pelea.

No tenía tiempo para sus juegos, pero estábamos en un callejón sin salida y no podía darle la espalda. A pesar de que la necesidad de llegar a Matías amenazaba con bloquear todo pensamiento. Y ella me mataría tan pronto como disparara. ¡Mierda!

— ¡Vamos! Solo una pequeña y agradable pelea a navaja, después, podes rescatar al chico. — Sonrió —. Vas a tener que hacerlo con una sola mano... porque tengo la intención de dejarte con tus tripas en la otra.

Tic tac...

— Te podría haber ensartado en Uruguay — Me enfundé la pistola, al mismo tiempo que ella lo hacía, y saqué mi cuchillo desde el interior de la manga de mi campera. Caliente por mi piel, prácticamente vibrando en mi mano. Necesitaba acabar rápidamente con Paula.

— Casi lo hiciste. — Pasó su mano libre a lo largo del lado de su estómago — Todavía tengo la cicatriz para probarlo ¿Por qué te retiraste?

Dobló sus rodillas mientras la lluvia seguía cayendo por su cabello.

— Supongo que fue por cortesía profesional. Además, no tenía un contrato para matarte.

Ella escupió.

— No tenés uno ahora, tampoco.

Sonreí.

— Se me acabó la cortesía profesional, también. — Hice un ademán hacia adelante con mi navaja y lancé un puñetazo con la mano izquierda, por poco le erré su nariz.

Bailó hacia atrás, con sus ojos brillantes llenos de emoción por la batalla de vida o muerte.

— Te dije que estuve practicando. — Se acercó más, los dos dando vueltas mientras un relámpago crepitaba por encima —. Decime que te gustó mi pequeña bienvenida sorpresa en la cabaña —. Sus ojos se dirigieron a mis manos vendadas, luego se precipitó hacia adelante. Me di la vuelta y se alejó, pero me sorprendió en la parte superior del brazo, cortando mi piel.

Mierda. Hice como que inspeccionaba la herida. Me lancé a su garganta. Me incliné hacia la derecha, agarrando su campera y tirando de ella hacia delante. Se tambaleó, agitando su brazo izquierdo para mantener el equilibrio. La acuchillé abajo y a través, cortando por su campera, pero la hoja se deslizó sin causar daño a lo largo de su chaleco. Tendría que esperar mi momento, esperar a que ella se descuide.

Se dio la vuelta y se acercó a mí, su hoja susurrando en el aire.

Caí al suelo y rodé, entonces me puse de pie. Disparos y gritos pasaron a través de los árboles. Rafa estaba dándoles el infierno en la casa, tenía que poner fin a esto y llegar a Agus.

— Decime algo. — Paula disparó su mano izquierda fuera en un agudo golpe contra mi sien, abriendo mi piel y haciendo que me cayera sangre por el lado de mi rostro. Respondí con un puñetazo en sus costillas, justo donde su campera tenía un hueco y ataqué su garganta con mi navaja. No le dí.

Ella resopló y retrocedió.

— ¿Él vale la pena? ¿Todo esto? — Hizo un gesto con su navaja hacia el tiroteo en la casa.

— Esto y más. — Di la vuelta buscando una debilidad, mis zapatos hundiéndose en la tierra fría y húmeda, cada vez más con cada paso.

— Tiene buen culo, ¿eh? — Se limpió el agua de la frente, apartando su cabello en un mechón extraño — Debería habermelo cogido antes que Diego comience a destrozarlo.

Me tensé, mis hombros se tensaron hasta que pensé que golpearon mis oídos.

Sonrió y se acercó más.

— Sí, probablemente justo ahora está tirándole todo su semen en la cara. Tal vez lo estrangule con sus propias manos o lo ahogue con su verga. ¿Quién sabe?

La furia se sobrepuso a la congelación que me mantenía en tierra, eso siempre me daba ventaja. Paula era solo una distracción. Necesitaba acabar con ella, ya.

Me lancé hacia adelante y fui a cortarle la garganta otra vez. Ella lo bloqueó con su brazo luego golpeó bajo a través de mi cadera. Una sacudida de dolor me atravesó y me encontré apoyado en el árbol más cercano mientras la sangre caliente se filtraba a través de mi bóxer y pantalón, además comenzaba a bajar por mi pierna. El corte era profundo.

Paula se acercó lentamente, sabiendo que un animal herido era lo más peligroso en la naturaleza.

— ¿No es mejor que yo esté encargándome de vos ahora? ¿Para qué no tengás que ver lo que le pasó a tu noviecito? — Su intento de confort fracasó, especialmente teniendo en cuenta la nota de triunfo en su voz.

Vacilé en el árbol, deslizándome por el terreno pantanoso y el cuchillo se deslizó de mis dedos. Se acercó más, olfateando a su presa, hambrienta por el final.

— Salvalo — mi voz sonaba débil incluso a mis oídos — Salvalo y todo lo que tengo será tuyo.

Me agarró del pelo y tiró mi cabeza hacia atrás así miraba sus ojos claros.

— Todo lo que tenes ya es mío. Jota me lo garantizó. Todo lo que tengo que hacer es llevarle tu cabeza. — Puso la navaja contra mi garganta.

Metí mi cuchillo duro y profundo bajo su chaleco, en sus entrañas. Sus ojos se abrieron en sorpresa, sustituyendo su sonrisa. Soltándome, tropezó hacia atrás con sus manos yendo a la herida en su vientre.

Me puse en pie y me coloqué por encima de ella, el cuchillo de mi correa de tobillo todavía estaba en mi mano.

— Enzo — presionó las palmas de sus manos sobre su herida, la sangre se filtraba entre sus dedos.

Saqué mi 9mm de su funda y disparé una sola vez, la bala impactó justo al lado del ojo de Paula. Se tambaleó y cayó.

Llegar a Matías era la única cosa en mi mente, la única razón por la que había llegado hasta aquí. Me apresuré a pasar por al lado de Paula, ignorando el dolor en mi cadera.

— Nos vemos en el infierno, perra.

Protector ; MatienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora