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Matías

Durante los siguientes tres días, la pierna de Enzo se curó lo suficiente como para moverse con una cojera y asumió los deberes de pesca, así como cortar madera para la estufa. Traté de convencerlo de dejarme cazar con uno de los rifles o de poner algunas trampas, pero se negó a dejarme ir demasiado lejos de la cabaña. Pasamos mucho tiempo en la cama y parecía que no podía tener suficiente de él o él de mí.

De vez en cuando, hablábamos sobre planes debido a que no podíamos quedarnos en la cabaña para siempre, era inevitable que alguien nos viera o al auto, y los rumores volarian. El espectro de Paula flotó alrededor de la periferia de nuestros días y se acercó más cuando la oscuridad caía, a veces atrapaba a Enzo mirando fijamente a los árboles, su mirada era tan oscura como sus pensamientos. Si hubiera una manera de salir de este quilombo, él la encontraría y si no la hubiera, huiría con él hasta que estuviéramos lo suficientemente lejos para empezar de nuevo.

— Por favor, decime que no preparaste más sopa — se acercó detrás de mí y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, mientras sazonaba un poco de agua hirviendo.

— Es buena para vos.

Me acarició el cabello con la nariz y sus labios en mi oreja.

— Sabe tan mal que espero que sí.

— Te prometo que es por tu bien.

— Lo sé, amor — retumbó y me besó en el cuello.

— Bueno, entonces tomá la sopa que te preparé con todo mi amor.

Se rió contra mi hombro.

— No puedo creer que amo a un hombre que me obliga a tomar cosas asquerosas.

Casi dejé caer el salero pero logré deslizarlo sobre el mostrador, luego me volví para mirarlo.

— ¿Me amás?

Sonrió, de alguna manera parecía avergonzado.

— Perdón. Se me escapó. Pero es verdad. — Me levantó hasta que estuvimos cara a cara —. Te amo, te he amado desde el momento en que te vi arruinando un listón en un jarrón ese primer día.

— Tonto — me reí —Ese moño estaba perfecto cuando terminé de hacerlo.

— No tenés que corresponderme — su tono fue cauteloso, aunque sus ojos eran esperanzados — Puedo esperar.

Salté y envolví mis piernas alrededor de su cintura.

— Si lo digo ahora, pensarás que es un "Te amo" de lástima.

— Lo voy a aceptar aún si es un "Te amo" de lástima...

Mi corazón se convirtió en un charco.

— Sos un boludo.

Gruñó y me mordisqueó la garganta.

— He matado hombres por mucho menos.

— Seguro — me reí mientras su barbilla me hacía cosquillas en la garganta — Pero sí, te amo.

Se levantó y me miró a los ojos.

— ¿Lo decís en serio?

— Nunca se lo he dicho a nadie antes, así que creo que debe ser cierto para decirlo ahora — mis orejas estaban calientes y todo el aire había salido de la habitación, pero estaba seguro de mis palabras — Te amo.

Sus ojos se iluminaron, una alegría que nunca antes había visto y se extendió por su atractivo rostro. Me llevó a la cama y me recostó.

— Decilo otra vez.

Protector ; MatienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora