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Enzo

Matías se dirigió hacia la bañadera, luego se inclinó y abrió las canillas. El agua cayó en la bañera mientras probaba la temperatura con los dedos y una vez que estuvo satisfecho, se enderezó y me miró sobre su hombro.

Limpié la salida de la bala con alcohol, el ardor llegó hasta mi cabeza y me recordó que estaba vivo. Llevando la mano hacia mi hombro, sentí el agujero de la bala y la entrada era más pequeña que la salida por ende la bala hizo un desastre al salir que necesitaría coser, pero mi espalda podría sanar sin ayuda.

Empapé las partes sangrientas con alcohol y esperé a que secara, a pesar de necesitar concentrarme en limpiar mi herida y mi atención me llevó al castaño.

La bañadera se llenó rápido, pero no había hecho ni un solo movimiento para sacarse la ropa.

— Podrías no mirar ¿Por favor? — su voz apenas se escuchó por encima de la caída y del salpicar del agua.

Quería mirar, ver el cuerpo que sabía que era hermoso, su figura y las partes ocultas por su ropa... quería verlo todo. ¿Alguna vez había querido algo tanto como lo quería a él? No, pero no sería así, no después de lo que le pasó en ese sótano. No lo convertiría en una víctima una vez más y mataría a cualquiera que incluso se atreviera a lanzarle una mala mirada, lo que era algo loco, dado el hecho que lo dejaría ir.

Giré y tomé el kit de costura del mostrador.

— No voy a mirar pero si tratas de huir a mis espaldas, te veré por el espejo. Así que no te molestes.

— No lo haré — el agua se cerró, la habitación de pronto estuvo en silencio, excepto por el rítmico goteo de la canilla. Luego el suave sonido de tela cayendo al suelo, un cierre abriéndose y el ruido de sus piernas entrando una a la vez al agua.

Gimió y mi verga se endureció, al menos estaba alejando la sangre de mi hombro.

¡La puta madre! Pensé que todo esto de bañarse, luego ir a la cama para que pudiera superar el sobresalto y poner distancia entre lo que le pasó sería fácil, pero no me había dado cuenta de lo difícil que sería no tocarlo y no sostener al hombre con el que había soñado por más de un año.

— Ya estoy adentro, podes girarte — su voz se había relajado, la tensión de más temprano se la había llevado el agua, justo como lo esperaba.

Limpié el espejo con mi palma, alejando el vapor para así poder tener una buena vista de mi hombro: 7 puntadas máximo. A lo largo de mi carrera me había vuelto muy bueno al calcular el daño y había creado un tapiz casero a través de mi cuerpo, consistiendo en miles de puntadas, cada una siendo más limpia que la anterior.

Inserté hilo en la aguja y comencé en el final de la herida, la primera puntada siempre era la más dolorosa y el resto solo eran ecos de la primera. Trabajé a pesar del dolor, hasta que la piel estuviera unida lo suficientemente para que pudiera sanar y todo eso mientras escuchaba el suave respirar de Matías además de sus pequeños movimientos bajo el agua.

Una vez que terminé con la aguja, la bajé y eché más alcohol en ella. La limpiaría más tarde ya que necesitaba descansar y este no era el momento de dejar que mi mente se nublara por la fatiga. La vida del castaño dependía de que me mantuviera en forma debido a que defraudarlo no era una opción, no después de todo por lo que pasó. Abrí el gabinete, tomé una toalla y la colgué en la barra plateada junto a la ducha.

— ¿Qué estás haciendo? — el miedo en su voz me hizo casi sonreír.

— Tomar una ducha — sin mirarlo, me desabroché el pantalón y lo dejé caer al suelo, poco después mi bóxer — Si tratás de correr te atraparé y ambos estaremos desnudos, así que piensa en eso, ¿Está bien? — quería que corriera, estaba desesperado porque lo hiciera, pero tenía que calmar mis deseos por él, por lo que él necesitaba y en ese momento, él necesitaba seguridad.

Giré las perillas y entré a la ducha, cerrando la puerta detrás de mí. Matías tendría una clara visión de mí a través del cristal, no me importaba, pero me tomó un gran esfuerzo no mirarlo. La idea de él mirándome me puso tan duro que casi dolió, pero le di la espalda, tanto como fuera posible.

Una vez que terminé, tomé la toalla y la amarré a mi cintura.

— ¿Listo para salir?

— Sí, pero no quiero usar la misma ropa — estaba relajado, el sonido de su voz era como agua fluyendo entre rocas — Huelen a ese lugar, el sótano, ¿Tenés algo para prestarme?

La imagen mental de él con una de mis camisas y nada más, casi hizo que me corriese.

— Sí, esperá — me dirigí al armario, en la parte más alejada del baño, aunque mantuve la bañera dentro de mi vista periférica y no se movió. Saqué una camisa de un cajón y dos bóxer de otro cajón — Esto servirá para la noche — coloqué la ropa junto a sus toallas ― Me daré la vuelta para que puedas salir — deseaba que dijera que podía mirar, que no le importaba que lo viera. En su lugar él respondió:

— Gracias por no mirar.

— De nada — le di la espalda como le prometí y salió de la bañera.

Después de un momento, caminó hacia la puerta, mi camisa le cubría gran parte de los glúteos y tuvo que enrollar el bóxer para que no se le bajara, pero era hermoso. La parte detrás de sus piernas se veía suave, su piel rogaba por ser tocada, mientras desaparecía por debajo de la tela a cuadros. ¡Dios mío!

Recargó la cabeza en la puerta y bostezó.

— Tenías razón.

Tiré la toalla y me puse el bóxer, escondiendo mi erección detrás del elástico.

— ¿Sí? ¿Y en qué?

— Me siento mejor — apoyó la frente en la puerta — Quiero decir, todavía me quiero ir a mi casa y no me gustan los sótanos, además me duele la cara, pero ya no me siento tan... Frío...

Giré y me regaló una mirada cálida que fue directamente al agujero de mi corazón.

— Sí — bajó la mirada a mi pecho, luego más abajo y sus mejillas se encendieron, pero rápidamente giró antes que sus ojos llegaran a mi verga — ¿Puedo abrir la puerta ahora?

Se apresuró con el cerrojo antes de entrar a mi habitación. Acercándose a la cama se detuvo y pasó los dedos a través del acolchado negra.

— ¿Voy a dormir acá?

— Sí — caminé hacia mi 9mm en la cómoda, tratando de encontrar algo en qué concentrarme que no fuesen su cuerpo bajo mi camisa.

— ¿Dónde vas a dormir vos? — se acercó a la cabecera de la cama.

— Con vos — caminé hacia el lado más cercano a la ventana y deslicé mi arma bajo la almohada. Tenía otra oculta en la mesa de noche en una funda de fácil acceso y una escopeta en un estante hecho a la medida debajo de la cama, sin mencionar mi arsenal en el armario y otras armas ocultas en el departamento.

La música viajó desde el sistema de sonido de la sala, seguido del distintivo sonido de una mujer gimiendo: Rafa había encontrado los canales pagos de pornografía.

Protector ; MatienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora