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Matías

¿Eso era porno? Traté de no verme más alarmado de lo que ya estaba, pero me quedé mirando hacia la puerta que llevaba a la sala y fue cuando el hombre de la película dijo:

¿Te gusta esto en tu pequeño y apretado culo?

Sí, papi.

¡Dios mío! No podía mirar a Enzo, así que miré de reojo la almohada donde había escondido su arma, si pudiera tomarla tal vez podría detener al moreno mientras escapaba, pero luego tendría que pasar a Rafael. Sin mencionar que no estaba del todo seguro que el pelinegro se detendría solo porque le apuntara con el arma.

No le dispararía, pero él no lo sabía ¿o sí? De cualquier manera, tendría a un furioso asesino en mis manos y no podría arriesgarme.

— ¡RAFAEL, BAJALE EL VOLUMEN PAJERO DE MIERDA! — el asesino apartó las sábanas y entró a la cama, se recostó en ella sin dejar de observarme.

— Perdón Enzito — el sonido bajó — Pero deberías mirar el culo que tiene esta mina.

— Metete — Enzo movió las sábanas del otro lado, mientras su brazo cubría mi almohada.

Un escalofrío no deseado recorrió mi cuerpo mientras lo miraba, un hombre hermoso y viril invitándome a meterme en su cama, pero era mucho más que un simple bombón: era un asesino e incluso, aunque hubiera sido gentil conmigo, la necesidad de escapar era todavía mi prioridad.

— ¿No tenés una habitación para invitados?

— La tengo, pero vos no vas a dormir ahí — colocó la mano derecha detrás de su cabeza — No voy a cogerte... — frunció el ceño y luego continuó — Quiero decir, no lo haré a menos que lo pidas amablemente y solo necesito saber que estás seguro — para probarlo bajó la sábana y colocó su brazo izquierdo bajo su cabeza. Su pecho estaba a la vista, pero la sabana lo cubría a partir del abdomen. Tragué con fuerza.

— Hace mucho que no duermo con nadie.

Contuvo la respiración mientras le daba un vistazo a mi cuerpo antes de regresar a mi rostro.

— ¿Por qué no?

— No estoy hablando de sexo — eso tampoco lo había hecho, pero no era lo que quería decir — Tengo pesadillas algunas veces que pueden ser bastante feas al punto que algunas veces despierto gritando y eso suele ser un problema.

Tiré del borde de la camisa hacía abajo, aunque la cosa me quedaba enorme.

— No importa, entrá a la cama por favor...

¿Eso estaba sucediendo realmente?

— No creo que...

Su voz se endureció:

— Te metés en cama o te meto yo, esas son tus opciones.

Agarré fuertemente el acolchado, jugando con la esquina, él no cambiaría de opinión y sabía que si no hacía lo que pedía cumpliría con su amenaza. Me senté y coloqué las piernas bajo las sábanas, recostándome en la orilla de la cama dándole la espalda. Suspiró profundamente.

— ¿Con qué soñás?

— ¿Perdón?

— Dijiste que tenes pesadillas ¿Qué te asusta tanto en tus sueños?

El fantasma de Agustín, una cruel sonrisa grabada por siempre en su rostro, apareciendo en todos los rincones de mi mente y nunca hablaba de Agustín por miedo a que con simplemente nombrarlo pudiera traerlo de regreso de la tumba. En lugar de decirle la verdad, mentí:

Protector ; MatienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora