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Enzo

Para el momento en que regresé a la cocina con la caja que contenía un celular que Rafa me había preparado para estas ocasiones y que sería nuestro único contacto, Matías había puesto algunas tostadas con mermelada, bolsas de snacks y vasos de agua en la mesa de madera. El granizo golpeaba contra las ventanas de la parte de atrás de la casa y el viento soplaba lo bastante fuerte para retumbar a lo largo de las ventanas cubiertas con tablones.

— Gracias.

— No hay problema — agarró sus codos por el frío.

— Hay una chimenea arriba y seguramente estará más cálido — agarré dos platos y sujeté los vasos de agua entre mi brazo y mi cuerpo.

Extendió la mano hacia mí.

— Puedo llevar esos.

— Lleva la canasta ya que podríamos querer un aperitivo más tarde y no tengo intención de bajar de nuevo — estar más alto era más seguro y podía hacer guardia en la única escalera mucho mejor que con una entrada delantera y trasera.

— De acuerdo — sujetó la cesta contra su cuerpo y me siguió por la casa.

Cuando me miraba ahora, había un conocimiento en sus ojos y no estaba seguro si me encontraba cómodo con ello, a pesar que había corrido de cabeza para contarle mi historia. Tal vez que viera todo de mí no era tan buena idea pero no había posibilidad de desdecirse, ya que darle información y abrirme a él... parecía inevitable. Podía pasar días sin hablar con nadie pero cuando estaba cerca de él, me convertía en un nene que enseña y cuenta.

Seguimos por el pasillo hacia la parte delantera de la casa, donde buenas pinturas se alineaban en las tenues paredes y cada otra pieza de decoración gritaba "plata" desde las hermosas alfombras hasta el ornamentado de madera. Por lo que a mí respectaba, todo estaba cubierto de sangre y la mayoría fue traído por mi padre al principio, y luego por mí.

Giré a la derecha y empecé a subir las escaleras hacia el segundo piso, los escalones alfombrados crujieron bajo nuestros pies mientras la oscuridad se profundizaba cuanto más lejos íbamos.

— ¿Ya estuviste acá antes?

— Sí, cuando era chico mi papá me trajo algunas veces para hablar con el jefe — llegué al descanso y me detuve para que pudiera caminar por delante de mí — Última puerta al final del pasillo.

La chimenea crepitaba e iluminaba el dormitorio principal con una luz ámbar, echaría un poco de humo pero dado el tiempo y la mala visibilidad, no estaba demasiado preocupado que fuera visto.

— ¿Lo extrañás? — colocó la canasta en el borde de la alfombra azul marino que había bajo la cama.

— ¿A quién?

— A tu papá.

— Algo así.

— ¿Algo así?

Dejé los platos y los vasos en la antigua cómoda.

— No voy a hacer esto.

Sus cejas se alzaron y puso sus manos en sus caderas.

— ¿A qué te referís?

Lo observé de la cabeza a los pies y mi verga volvió a la vida, tenía tanto frío que podía ver sus pezones a través del buzo ¡dios! una vista como esa podría matar a cualquiera.

— Esperá — fui hacia el vestidor, cerré la puerta y encendí la luz. Evalué las filas de ropa y zapatos a cada lado del amplio armario hasta que encontré lo que buscaba.

Protector ; MatienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora