7

207 28 75
                                    

Alan

—Su alteza, por favor, no llore. Esto es algo completamente normal. Le recuerdo lo mucho que ansiaba que este momento llegara —trataba de consolarme Taki. Pero él no entendía la pérdida tan grande que ahora esto significaba para mí. Nadie lo entendía.

Sentía un calor sofocante. Mucho calor. Y una necesidad incómoda que me consumía. Mi corazón estaba hundido en una profunda miseria.

Taki me miraba confuso, mientras mis lágrimas fluían como un río desbordado.

—Señor Taki, ya están aquí —se escuchaba el anuncio desde afuera.

—Su alteza, no se preocupe. Hemos escogido los mejores omegas para usted. Ya verá que se sentirá muy bien, muy pronto —me decía mientras se apresuraba a abrir la puerta—. ¿Quiere, le gustaría escoger, su alteza?

—¡No quiero! —replicaba entre lágrimas.

—Su alteza... —susurraba Taki. Acto seguido, lo escuché suspirar y retirarse. Taki era mi sirviente personal, más como un asistente y un niñero a la vez.

A los minutos, la puerta se volvió a abrir y un aroma dulce inundó mis sentidos.

—Su alteza, por favor, dele una oportunidad. Estaré afuera por si necesitan algo —le escuchaba decir antes de que se cerrara la puerta. El aroma dulce se intensificó y me incorporé para buscar de dónde provenía. Era un chico de ojos claros y cabello oscuro. Era lindo y olía bien. Me miraba con una sonrisa comprensiva.

—Su alteza, mi nombre es Book. Pero puede llamarme como guste. Por favor, permítame ayudarlo.

—¿Ayudarme? —pregunté confundido. Pete me había pasado varios libros cuando cumplí 15 años. Libros en los que se explicaban algunas cosas bastante explícitas. No he pensado en ellos desde hace mucho tiempo. ¿Este chico... este chico quiere hacer eso? La idea me generó muchísima incomodidad. Pero a la vez encendió algunas preguntas. Él era un omega con el que podía hablar de estas cosas. Me incorporé y me senté en el orillo de mi cama. Él se me acercó ampliando su sonrisa.

—¿Puedo sentarme a su lado, su alteza? —preguntó mirándome de forma coqueta. Me trataba con una mezcla de delicadeza y burla, como si fuera un niño. Quizá no ayudaba que me hubiese visto en medio de mi miseria, llorando a mares como uno. Me limpié la cara con la manga de mi camisa y su sonrisa se hizo aún más amplia. Se sentó a mi lado y se acercó a mi cuello. Su aroma se hizo aún más dulce. ¿Coco con crema? No me gustaban las cosas dulces. Era extraño, me hacía sentir caliente, pero no me gustaba. Lo sentí inhalar profundo en la curva de mi cuello.

—Su alteza, usted huele realmente bien —me dijo en un susurro ronco, casi como un ronroneo—. Luego su mirada se posó en mis labios e intento acercarse.

—¡Detente! Lo frene nervioso. Nada, nada de besos— le dije tratando de que mi voz sonara firme, pero no pude evitar que temblara.

—De acuerdo nada de besos... en los labios— me dijo mientras agitaba sus largas pestañas.

—En... en ningún lado— repliqué tan firme como pude.

—Su alteza, solo quiero ayudarlo a que se sienta mejor. Créame, hare lo posible para satisfacerlo.

—Yo... yo solo quiero preguntar... ¿Qué debería hacer para hacer feliz a un omega?

—¿Hacer feliz a un omega? —me preguntó confuso—. La obligación de nosotros los omegas es hacer felices a nuestros alfas, está en nuestra naturaleza. Es lo que nos hace felices.

—No, es decir, yo quiero que realmente, realmente se sienta bien —intenté explicarle—. Si él se siente bien, yo también seré feliz. Yo no quiero hacer nada que lo lastime o lo incomode.

Yuanfen (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora