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Alan 

El niño me miró con esos preciosos ojos marrones, que parecían albergar galaxias en su interior. En ese instante, el mundo a nuestro alrededor se desvaneció en la nada. Lo único que importaba era asegurarme de que él estuviera a salvo, protegido de cualquier mal.

Fue él quien rompió nuestro contacto visual, levantándose con una agilidad sorprendente. "Lo... lo siento", murmuró con un susurro tímido, casi inaudible.

"No fue tu culpa, no tienes que disculparte", le aseguré con voz calmada mientras me incorporaba y me sentaba junto a él. "Más importante, ¿estás bien?" pregunté, buscando su mirada una vez más, la preocupación evidente en mi tono.

"Estoy bien", respondió en un susurro suave, y luego, con una nota de preocupación, añadió, "¿Y tú? ¿Te golpeaste? ¿Estás bien?"

No pude evitar que una sonrisa se dibujara en mis labios, una sonrisa que, a pesar de mi intento por contenerla, se ensanchaba cada vez más. "Estoy bien", le dije con suavidad. "Estabas preocupado por mí, eso es muy dulce." Añadí, desordenando juguetonamente su cabello.

"Bueno, te caí encima, era natural que preguntara", exclamó a la defensiva, con un tierno puchero, mientras apartaba mi mano de su cabeza. No sé por qué, pero ese gesto me pareció aún más adorable.

"No he dicho lo contrario", le respondí de manera juguetona, justo antes de que otro trueno retumbara en el cielo, haciendo que ambos giráramos para observarlo.

"Debemos irnos ahora. Mi caballo huyó, pero no te preocupes, no vine solo. Mi amigo nos buscará; es muy bueno en búsqueda y rescate." Le dije tratando de infundirle confianza.

Él asintió ligeramente. Me levanté y le ofrecí mi mano para ayudarlo a ponerse de pie.

La miró unos segundos, dudando, hasta que finalmente la tomó. En el momento en que se puso de pie, vi cómo una sombra de dolor cruzaba su rostro y ahogaba un pequeño gemido antes de intentar ocultarlo.

"¿Estás lastimado? ¿Dónde te duele?" le pregunté preocupado.

"No... no es nada", dijo, desviando la mirada.

"¿Dónde? ¿Dónde te duele?" insistí.

"Me duele un poco al apoyar el pie, creo que me lo torcí un poco, pero es tolerable, no te retrasaré", me aseguró, su preocupación evidente.

"Déjame ver", le dije, inclinándome hacia él. Su pie no se veía hinchado, pero en el momento en que intenté moverlo, su expresión cambió, revelando el dolor a pesar de sus esfuerzos por soportarlo. "No puedes caminar así, ven, súbete", le dije, dándole la espalda para que se subiera.

"¿Qué? No, no es necesario", protestó.

"Dijiste que no querías retrasarme, ¿recuerdas? Vamos, así será más rápido y no te lastimarás más. Sube", lo animé.

Escuché su largo suspiro antes de que finalmente se decidiera y se montara.

Era tan cálido y tan ligero como una pluma.

"Por cierto, ¿Cuál es tu nombre?" le pregunté al empezar a caminar.

"No te lo diré", exclamó con firmeza.

"¿Qué? ¿Por qué no?" pregunté, fingiendo un puchero.

"No quiero...", dijo en un susurro.

"Entonces, ¿Cómo te voy a llamar durante toda esta aventura?"

"Como quieras, no me importa", dijo, recostando su cabeza en la curva de mi cuello.

"Bueno, te llamaré Nu", decidí.

Yuanfen (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora