Epílogo

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Jeff

"Muy bien, ya es hora de dormir", le dije con una voz suave, ajustando su manta para que lo envolviera mejor.

"Pero... ¡no tengo sueño!" me respondió, inflando sus mejillas en un puchero que derretiría el corazón más duro.

"Es tarde, mi pequeño terremoto, debes dormir si quieres crecer alto y fuerte", le susurré, acariciando su cabello con cariño.

"¿Como papá Alan?" preguntó, sus ojitos brillando con admiración y curiosidad.

"Sí, exactamente como tu papá Alan, valiente, fuerte y bondadoso."

"Pero... por favor, cuéntame un cuento. Si me lo cuentas, prometo que me quedaré dormido en un abrir y cerrar de ojos."

"¿Es una promesa de honor?"

"¡Sí, lo prometo!"

"¿Qué historia te gustaría escuchar esta noche?"

"¡Yuanfen!" exclamó con un entusiasmo que iluminaba la habitación.

"Ah, ese cuento que tanto adoras."

"Sí, es mi favorito. Por favor", rogó, sus ojos grandes y tiernos mirándome con esperanza.

"Está bien, mi amor, comenzaré."

En un tiempo olvidado, cuando las estrellas aún aprendían a brillar, la diosa Luna contemplaba el vasto universo con ojos llenos de esperanza. Su deseo más profundo era regalar a las almas mortales un camino hacia su destino verdadero, un camino iluminado por la luz de la comprensión y el amor.

Con hilos de sueños y deseos, Luna forjó el Yuanfen, un vínculo celestial entre dos seres cuyas almas resonaban con la misma frecuencia. Este lazo unía a un alfa, cuya determinación era tan firme como la montaña, con un omega, cuya gracia era tan fluida como el río.

El alfa, forjado en la adversidad y el honor, se alzaba como guardián de su gente, su espíritu indomable frente a la oscuridad. El omega, nacido de la serenidad y la compasión, era el sanador de corazones, cuya voz era un cántico de paz.

El destino, en su infinita sabiduría, los puso a prueba, separándolos con un velo de sombras y tristeza.

Pero el Yuanfen era un puente entre sus almas, una promesa de reencuentro que ni el tiempo ni la distancia podían romper.

Cuando la esperanza parecía perdida, el alfa y el omega se encontraron en un bosque bendecido por la diosa luna. Sus miradas se entrelazaron, y el hilo del destino resplandeció, sellando su unión con un amor inquebrantable.

Con la bendición de Luna y el poder de un deseo de cumpleaños antiguo, superaron las tinieblas. Juntos, restauraron la armonía en el reino y, como estaba escrito en el cielo, vivirán felices por toda la eternidad.

"Es tan bonito", decía él con una mirada soñadora, sus ojos reflejando el brillo de mil historias aún por contar.

"Lo es, cariño", respondí con una sonrisa, depositando un beso suave en su pequeña frente, como una promesa de dulces sueños.

Apagué las luces, dejando solo la tenue luz de la lámpara de estrellas, que proyectaba un cielo nocturno sobre las paredes, un santuario de calma y maravilla. Salí despacio, cerrando la puerta con la delicadeza de un susurro, asegurándome de que los sueños mágicos continuaran sin interrupción.

Aunque Alan ya no viajaba tanto, todavía había reuniones a las que no podía faltar. Sin importar el tiempo que pasara, cada vez que una de esas reuniones lo alejaba, el mundo parecía moverse en cámara lenta, y comenzaba a extrañarlo con cada fibra de mi ser. Contaba los minutos, los segundos, anhelando el momento de su regreso. Ya debería estar cerca, quizás llegaría mañana.

Yuanfen (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora