11

199 29 54
                                    

Alan

Pete y yo continuábamos yendo al centro comercial, pero por más que atrapábamos a los chicos, no hacía mucha diferencia. Siempre contrataban a uno diferente. Este hacía su trabajo, cobraba y luego venía otro. Cuando intentábamos preguntar por los jefes, nadie sabía. Había demasiadas ramas y ramas de poder que se torcían y se perdían. Todo empeoró cuando Pete descubrió a un chico que nos espiaba. Al parecer, llamamos lo suficiente la atención como para ponernos a su vista. Fue el primer intento de asesinato de muchos que vendrían después. Pero fue el que sentó el precedente para que mi madre entendiera que ya no había marcha atrás.

Ella también nos había enviado guardaespaldas. No sabía lo que estábamos haciendo, solo que ahora mi mirada tenía más vida, así que lo dejó pasar siempre y cuando nos vigilaran. Pete y yo no queríamos decir nada hasta tener pruebas fiables, porque temíamos que nos sacara del asunto por considerarnos demasiado jóvenes y ser peligroso.

—¿Se puede saber qué están haciendo? —nos miraba mi madre alterada a Pete y a mí—. Pete, esperaba más de ti.

—Lo siento, su alteza —decía Pete con la mirada baja.

—Pete no ha hecho nada malo, me está ayudando —le decía firmemente.

—¿Ayudando? ¡Está poniendo en peligro tu vida! ¡Serás el futuro rey! —exclamaba molesta.

—¿De qué sirve un futuro rey que no es capaz de ayudar a su gente? ¡Que tiene que voltear la vista porque es demasiado peligroso! —exclamaba yo, aun mas molesto.

Mi madre se quedó perpleja ante mis palabras. Nunca le había hablado de esta manera. Pero ya no podía parar. Ella quería que fuera un buen futuro rey y eso sería. Aunque para Jeff ya era demasiado tarde.

—Alan... —intentó decir perpleja.

—Ellos... ellos vigilan a los niños, buscando aquellos con poderes. Los descontrolan y luego... —mi voz intentó quebrarse, pero me mantuve firme—. Luego los secuestran y los venden. Dime, dime que no sabías nada al respecto —espeté decidido.

—Por supuesto que no, Alan. ¿Cómo puedes siquiera preguntarme eso? —me preguntó indignada—. No voy a negar que han ocurrido algunos casos extraños con niños que desaparecen o mueren en extrañas condiciones. Pero casi no hay denuncias, ni reportes. Ninguno tiene relación con el otro. Además, jamás lo relacionaríamos con niños con poderes cuando sabes que estos se registran hasta los 12 años. Antes de eso, para el mundo son niños normales.

—Y ahora que lo sabe, ¿Qué va a hacer su majestad? —le pregunté con mirada firme.

—Alan, las cosas no son tan simples. Si es cierto, la única forma en que pasara esto de forma desapercibida es que uno de los líderes sea un noble con poder e influencias. Los nobles juraron lealtad a la corona y son los que nos mantienen en nuestro lugar. No es fácil mantener un reino, cuando muchos países extranjeros son democráticos. Debemos demostrar que lo valemos. Debemos tener apoyo de gente influyente. Lo que quieren hacer puede comportarse como la caída de una primera baraja de una torre que al final hará que caigan todas las demás. Sí, salvará algunos niños; pero también matará a otros. Si no se hace bien, el reino podría caer en una guerra civil.

—¿Qué necesito para que los nobles nos apoyen? Pregunte entendiendo la severidad de sus palabras.

—Dinero —respondió Pete—. El dinero es el que mueve el mundo.

—¡Pete! —espetaba mi madre.

—Bien, si puedo demostrar que el hecho de que me apoyen no solo salvará niños, sino que, con mi mandato, no, incluso antes de él, nuestro país será aún más rico, garantizaré su lealtad y no solo que se haga justicia, sino que nadie más pase por lo que pasó Jeff.

Yuanfen (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora