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Alan

¡Feliz Cumpleaños! ¡Feliz Cumpleaños! Feliz Cumpleaños, querido príncipe. Las palabras resonaban, como un eco suave y cálido. Cada año, el mismo ritual, la misma melodía que me despertaba de mi sueño profundo. Las sirvientes, con sus voces dulces y afinadas, entonaban el himno de los cumpleaños. La luz de una pequeña vela parpadeaba en la oscuridad de mi habitación, iluminando la torta que colocaban sobre la mesita junto a mi cama. Mi madre lideraba este pequeño séquito matutino, pero nunca cantaba. No, ella simplemente me miraba con una sonrisa enigmática, como si supiera algo que yo aún no comprendía. Y así, todos mis cumpleaños, ella nunca faltaba a la cita.

La reina, mi madre, era una figura imponente. Calidez y rigor se entrelazaban en su personalidad. Regulaba sus emociones con maestría, mostrando solo lo estrictamente necesario. A veces, me preguntaba si podría aprender esa habilidad de ella, pero aún no había alcanzado ese nivel de control. Su cariño era diferente al que encontraba en los libros, más sutil pero profundo. Salir del castillo era un lujo raro para mí, y no tenía muchos puntos de comparación. En cambio, la relación entre la madre de Pete, quien es mi tía y Pete, era aún más fría que la mía. A pesar de la  incapacidad de mi madre para mostrar afecto abiertamente, sabía que me quería. Lo veía en su mirada orgullosa y en la forma en que sonreía. A veces, temía no estar a la altura de sus expectativas.

"Cariño, feliz cumpleaños", susurró mi madre mientras se acercaba a mi cama. Sus dedos acariciaron mi cabello con suavidad, y su gesto, aunque sutil, estaba lleno de significado. "No olvides pedir un deseo", me recordó. La vela parpadeaba frente a mí, y me pregunté qué debería pedir. Extrañamente, la imagen del profesor Ibashi, con su mirada triste, apareció en mi mente. "Por favor", susurré en mi corazón, "protege a mi persona destinada, no permitas que la pierda". En ese momento, no entendía por qué ese deseo era tan urgente, pero el tiempo me revelaría su significado.

Mi madre se despidió con una sonrisa y me dejó en manos de Taki, mi sirviente personal. La agenda del día estaba trazada: baño, ofrenda de mérito, preparación especial para el ritual de lectura de los astros y la escritura de mi propio registro en el sistema. Los 15 años no eran solo una celebración de cumpleaños; eran la cúspide que decidiría el resto de tu vida. Después de esto, podría hacer vida social, asistir a fiestas y, quizás, tener citas sin ser mal visto socialmente.

Suspiré resignado y seguí al pie de la letra la agenda. Había nacido a las 10 de la noche, y todo estaba preparado para esa hora. Cuando llegué al lugar designado, vestido con mi traje especial azul marino de mangas largas y anchas, con cordones dorados, vi a mi madre, al profesor Ibashi y a algunos oficiales del registro. Aunque era un proceso común para todos los jóvenes al cumplir 15 años, especialmente para los alfas como yo, pocas personas entendían realmente su complejidad. Mi madre y el profesor Ibashi eran dos de las excepciones. El ritual involucraba la comparación de la posición de los astros en el momento del nacimiento con la dirección dada por mis astros en el presente. De esa comparación surgía una fórmula, que luego se cotejaba con otros registros para buscar compatibilidad. A veces, incluso se comparaba con personas que aún no tenían el registro completo, por ser muchos menores, siempre que las fechas coincidieran.

El registro siempre arrojaba aproximaciones y compatibilidades probables. Desde allí, se decidía en vista de la compatibilidad real y sus familias. Y luego estaba el caso más excepcional y especial: cuando solo había una persona compatible. En realidad, no había nada mágico en todo esto. Eran solo números, fechas y fórmulas matemáticas que ayudaban a decidir con quién pasarías el resto de tu vida. Así de simple.

El salón estaba impregnado de un aire solemne. Las paredes de piedra, altas y frías, parecían contener siglos de secretos. Mi madre, la reina, se mantenía erguida junto al profesor Ibashi, cuyos ojos oscuros y penetrantes estudiaban los pergaminos extendidos sobre la mesa ceremonial. Los oficiales del registro, vestidos con túnicas bordadas en oro, esperaban en silencio. Mi posición era en posición de loto en medio de la instancia recibiendo directamente la luz de las estrellas.

Yuanfen (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora