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Jeff

¿Qué podría querer de regalo una persona que lo tiene todo? Esta pregunta me rondaba la mente una y otra vez. Le había prometido adelantarle el regalo de Navidad a Alan para que su ida al campamento fuese más tolerable, pero ahora me encontraba en este dilema. ¿Qué podría regalarle que no tuviera ya? ¿Qué podría hacerlo realmente feliz?

Pensé en preguntar, pero la última vez que pregunté algo relacionado con Alan, las burlas me persiguieron por semanas. Recuerdo haberle preguntado a Wahl que causaría que el mundo se detuviera cuando mirabas a los ojos a alguien. La primera vez que vi a Alan a los ojos, el mundo se desvaneció. Me costó un poco volver a mí mismo y disimular la turbación que había ocasionado. No lo entendía. Él era amable, gentil, educado y sonreía mucho. Me agradaba su sonrisa y su voz firme pero suave. Entonces, ¿por qué mi corazón se aceleraba como si estuviera asustado? ¿Qué había ocurrido cuando nuestras miradas se encontraron?

Wahl, con su curiosidad habitual, preguntó si la persona en cuestión tenía poderes. Lo negué. Papá había dicho que Alan era una persona normal. En ese momento, entró Suay, mi institutriz, y a Wahl se le ocurrió la maravillosa idea de preguntarle, ya que también le había despertado la curiosidad.

—Oh, querido, ¿no me digas que estás enamorado? —le dijo a Wahl, pensando que la situación le había ocurrido a él.

Wahl, sin el mínimo reparo en disimular, se giró a verme perplejo y me preguntó en voz alta:

—¿Estás enamorado, Jeff? ¿De quién?

Mis mejillas se incendiaron mientras negaba cada vez más rápido con la cabeza. Desde ese momento, las burlas y bromas no pararon. Todo empeoró cuando Alan empezó a visitarme con más frecuencia.

—¡Qué fortuna estar enamorado de tu prometido! —me decía Wahl con una mirada soñadora.

Yo resoplaba y lo ignoraba. Ya estaba cansado de decirle que solo éramos amigos y que era un compromiso arreglado.

Cuando mi padre me dijo que Alan quería visitarme, mi corazón se aceleró. Él había sido muy amable y yo me había dejado llevar y le había confiado algunas cosas. Aunque él también lo había hecho. No fui capaz de negarme porque sabía que debía ser agradecido y, puede que al menos un poco, por allá en el fondo también quisiera verlo. Le pregunté a papá disimuladamente qué postres le gustaban, quería dar una buena impresión ya que, después de todo, era el futuro rey. No quería servirle algo que no le gustara.

—Salados —me dijo—. No le gusta el dulce.

A mí... no me gustan los salados. Así que hablé con Suay, y ella preparó varios para que él pudiese escoger. Luego venía el otro problema. ¿Qué ropa debería usar? Él ya sabía que era su prometido y quería causar una buena impresión. Nada que fuera demasiado elegante pero tampoco demasiado casual. Pasé horas tratando de escoger algo, hasta el punto que se hizo una montaña de ropa en mi cama. Wahl entró a mi cuarto y salió muerto de la risa, mirándome con burla.

—Tranquilo, Jeff, de cualquier manera, le parecerás lindo.

Yo no quería parecerle lindo. Quería que viera que sí podía ser apropiado para ser su prometido. Cuando me di cuenta de lo que pensaba, me sorprendí. ¿Desde cuándo quería ser apropiado para ser un prometido si antes la sola idea me generaba angustia y rechazo? ¿Era resignación?

Cuando lo volví a ver, su sonrisa me pareció aún más radiante. Fue como si el sol hubiera salido solo para iluminar ese momento. Al principio me asusté porque pensé que me había equivocado con la elección de los postres, pero él sonrió aún más, mostrando sus hoyuelos y haciendo que todo pareciera tan simple. No necesitan gustarnos las mismas cosas para poder compartir juntos y pasar un momento agradable. A partir de allí, el pastel relleno de fresas con crema se volvió mi favorito.

Yuanfen (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora