JongIn
Los tíos de BaekHyun, los otros segundos a los que yo no tragaba, fueron los primeros en pedir que me acostara con mi esposo.
KyungSoo y yo estábamos con mis hermanas y sus padres cuando el primer grito se oyó por encima de la música.
Lo siguieron vítores y aplausos y, a continuación, coreada por la mayoría de los alfas, la exigencia: «Llévatelo a la cama».
Ni el padre ni el hermano de KyungSoo se unieron a la petición. MinSeok me lanzó una mirada que rayaba en la amenaza. En cualquier otro momento, habría reaccionado como correspondía a aquella falta de respeto, pero ese, sin embargo, no era el momento. Tenía más cojones que su padre, eso sí que debía reconocérselo.
KyungSoo se aferró a su copa de vino y dedicó a mi hermana Jeongyeon una sonrisa avergonzada.
Esta me abrazó con fuerza.
—No me obligues a patearte el culo, hermanito: sé bueno con él. Es un encanto.
Me liberé de su abrazo. No pensaba hablar de sexo con ella.
Felix me miró duramente, pero ambos sabíamos que, pasara lo que pasara esa noche, ya no era su responsabilidad. Ciertamente, adoraba a su hijo, pero también amaba el poder y, de tener que elegir entre los dos...
Me volví hacia mi omega, cansado de que todo el mundo metiera las narices en nuestro matrimonio. KyungSoo me miró tímidamente con las mejillas rojas. Le ofrecí mi mano y él la tomó sin vacilar. Tenía la palma sudorosa.
—¿Estás listo para subir? —murmuré, y me incliné para que solo él pudiera oírme.
Tragó saliva y asintió.
Me volví hacia nuestras familias.
—Con su permiso.
Antes de que nos marcháramos, Changbin abrazó a su hija una vez más y le susurró al oído algo que la sonrojó intensamente.
Todavía con la copa de vino en la mano, permitió que lo condujera hacia la salida. El silencio volvió a reinar entre ambos. Pensé en decir algo que lo tranquilizara, pero lo cierto era que no había nada que decir y, de todas formas, yo tampoco era un alfa al que se le dieran bien ese tipo de cosas.
KyungSoo dio un sorbo a la copa. Ya iría, por lo menos, por la quinta.
—¿Qué te ha dicho tu padre? —pregunté para llenar el tenso silencio entre nosotros mientras subíamos a la suite en ascensor.
En cuanto se abrieron las puertas, salimos.
Otro sorbo. Me detuve y le quité la copa. Si se emborrachaba, tendría que terminar falseando las manchas de sangre.
—Ya basta.
—Es ginger ale.
Lo probé, sorprendido.
KyungSoo buscó algo en el bolsito blanco que le colgaba del hombro.
—Solo he tomado una copa de vino espumoso en la recepción. No quería emborracharme. —Y aquellos enormes ojos negros se clavaron en los míos.
—¿Qué te ha dicho tu padre? —volví a preguntar mientras la conducía por el trecho restante hasta la suite.
Abrí la puerta y KyungSoo frunció los labios.
—Que debía satisfacerte y tratar de disimular mi falta de experiencia. —Resopló—. Ahora mismo, me conformo con no desmayarme de miedo.
Y abrió mucho los ojos.