KyungSoo
Jihye y yo nos sentamos en el suelo. Mientras Minji dormía la siesta, tocaba pasar tiempo en familia; no solo ella y yo, sino también con Lulú. Las dos noches anteriores, JongIn había vuelto a llegar tarde a casa, aunque esperaba que aquello no se convirtiera en lo habitual. Por el momento, iba a centrarme en Jihye, Minji y Lulú. Y lo cierto era que me mantenían lo suficientemente distraído.
La perrita se acercó correteando con una pelota entre los dientes, como hacía siempre que me sentaba en el suelo. Se la quité y la hice rodar por el suelo. Jihye lo observaba todo, curiosa. Después de otros dos lanzamientos, le ofrecí la pelota. Ella la cogió, la lanzó y sonrió abiertamente al ver que Lulú iba en busca de ella. Lo repetimos todo durante un par de minutos, tras los cuales dejé la pelota a un lado y di unas palmaditas en el suelo, frente a mí. Lulú se acercó con la lengüecita rosada colgándole de forma adorable. La acaricié con suavidad, me senté con las piernas cruzadas y le hice un gesto a la perra para que se acercara. Ella se acurrucó en mi regazo y yo le acaricié las orejas con cuidado, asombrada ante lo sedosa que se sentía esa zona al tacto.
Jihye se acercó a nosotras hasta pegar las rodillas a mi muslo. Se notaba lo mucho que quería acariciar a Lulú. La observé un rato para ver si ya estaba preparada para que la niña se le acercara más. Durante los últimos días, ya no había tratado de mantenerse alejada de Jihye. Ahora se mostraba totalmente relajada y la miraba con los ojos medio cerrados.
—¿Quieres acariciarla?
Jihye asintió rápidamente.
—Intenta moverte despacito para que se acostumbre a ti, ¿vale?
Otro asentimiento.
—Es tímida. Necesita conocerte y entender que eres su amiga.
Le cogí la mano y la posé en el lomo de Lulú. Ella sacudió las orejas con curiosidad y abrió los ojos un poco más. Despacio, moví la mano de Jihye por su costado, aunque la mantuve lejos de la cabeza por el momento, pues había leído que a menudo los perros se sentían amenazados si se los tocaba en esa zona. Lulú volvió a cerrar los ojos, disfrutando de las caricias.
—¿Ves? Hay que ir con cuidado. Lulú es pequeñita. No le tires de las orejas ni de la cola, ¿vale?
Jihye asintió mientras observaba fascinada su mano sobre la perra.
Yo aparté la mía y dejé que la acariciase ella solo. Tal vez fuéramos por buen camino. Incluso JongIn había dejado de quejarse de Lulú, y Minji a menudo me dejaba consolarla por las noches, cosa que había dado a JongIn la oportunidad de dormir algo más.
Sonreí y sentí una oleada de optimismo.
* * *
Estaba medio dormido cuando JongIn regresó a casa aquella noche. Había pasado una semana desde los asesinatos y las niñas y yo apenas le habíamos visto el pelo.
Lo miré mientras se preparaba para meterse en la cama. Después, se tumbó a mi lado.
—¿Cuándo volverás a casa para cenar?
JongIn me tocó la cadera y me acercó a su cuerpo. Me besó, pero, a pesar de la oleada de calor, me aparté. Nuestra única interacción, aparte de algunos breves intercambios de palabras, había sido el sexo. Él suspiró.