KyungSoo
JongIn cumplió su promesa. Al día siguiente, volvió a casa a la hora de cenar. Lo cierto era que me sorprendió. No pensaba que fuera a cumplir una promesa hecha conmigo desnudo y tumbado sobre él. Tal vez yo también tuviese ciertos problemas de confianza en los que trabajar.
Pareció sorprendido al entrar en la cocina, donde habíamos cenado los últimos días. Nayeon se levantó de la silla, sin saber qué hacer o cómo comportarse. Wonho también se levantó e inclinó la cabeza antes de coger su plato y salir por la puerta de atrás, seguramente en dirección a la caseta de los guardias. Él y yo habíamos aclarado las cosas la mañana después de que JongIn le contara que yo ya estaba al tanto de todo. Wonho se había mostrado incómodo y visiblemente avergonzado, así que le había dicho que él solo había hecho su trabajo y que yo no estaba enfadado. Después de todo, él tampoco había tenido la opción de decirle que no a JongIn.
—¿Por qué no están cenando en el comedor? —preguntó.
Minji sonrió al ver a su padre. Tenía los dedos y las mejillas llenos de guisantes aplastados, pero a JongIn no pareció importarle. Se acercó a ella y le dio un beso en la frente, aunque apenas fue capaz de esquivar sus manitas sucias antes de que le manchase el traje.
Jihye no reaccionó más que para aferrar el tenedor con más fuerza. Por un momento, percibí un destello de añoranza en sus ojos. Quería la cercanía de su padre, pero algo la frenaba. JongIn se volvió hacia la niña y le besó en la coronilla antes de dirigirse hacia mí. Jihye nos miró con atención. JongIn me dio un ligero apretón en el hombro antes de sentarse frente a mí. No pude negarlo, aquello me decepcionó. Me habría gustado que me hubiera besado. Tal vez le preocupara la reacción de Jihye. Al fin y al cabo, su madre solo llevaba muerta seis meses.
—Prefiero cenar en el comedor —se limitó a decir.
Odiaba la distancia que se creaba entre nosotros cuando no estábamos solos.
—No sabía que fueras a venir para la cena.
—Te dije que lo haría, y lo mantengo. Si no llego a la cena, te llamaré.
Nayeon colocó frente a él un plato de cerdo asado, puré de patata y coles de Bruselas con sirope de arce que estaba para morirse. Él asintió secamente.
—Echaré un vistazo a la colada —dijo ella antes de desaparecer y dejar el plato a medias.
—Podemos cenar en el comedor a partir de ahora —sugerí.
Jihye cogió un trocito de cerdo y lo lanzó bajo la mesa. La expresión de JongIn se tornó furiosa, pero yo me apresuré a sacudir la cabeza y, entonces, le dije a Jihye:
—Ahora te toca comer a ti.
Jihye pinchó otro trozo de cerdo, se lo llevó a la boca y masticó obedientemente.
JongIn frunció el ceño.
—¿Qué está pasando aquí?
Su tono de voz había sido tranquilo, pero era evidente que no aprobaba lo que veía.
—Jihye y yo tenemos un trato: puede darle de comer a Lulú si ella también come luego.
JongIn dejó escapar un suspiro. Minji empezó a lloriquear y extendió los brazos hacia su padre. Él se levantó, le limpió la carita y las manos con una toallita húmeda y la sentó sobre su regazo. Contuve una sonrisa. Verlos así era adorable: JongIn, con su traje de tres piezas, corpulento y poderoso, con la pequeña Minji en el regazo, con un vestidito de girasoles. Ni siquiera se había quejado de eso. De nuevo, los ojos de Jihye se posaron sobre JongIn, que no llegó a percatarse, ya que estaba mirando a Minji.