KyungSoo
—¿Papá es un hombre malo?
Casi me caí de la escalera, con la respiración atravesada en la garganta. En las dos semanas posteriores a su cumpleaños, Jihye había pronunciado una o dos palabras como mucho, y había escogido precisamente la mañana del día de Nochebuena para soltar una pregunta como aquella. Esperé a recuperarme de la sorpresa para colgar otro adorno en nuestro árbol de Navidad. Entonces bajé despacio.
Mientras Minji se entretenía destrozando el espumillón plateado que había encontrado, Jihye se había sentado entre las cajas de decoración navideña que había comprado, porque me preocupaba que las de Jihyo les trajesen recuerdos dolorosos.
Me senté junto a la niña y la miré. Estaba haciendo girar un adorno en el suelo mientras lo observaba con el ceño fruncido. Lulú había salido corriendo en cuanto Wonho había dejado el árbol en el salón esa mañana y se negaba a acercarse a él.
—¿Quién te ha dicho eso?
No podía haberlo pensado por sí misma. Era demasiado pequeña.
—Mamá. —Su voz apenas fue un susurro, pero se me encogió el corazón al escucharlo. Seguía sin mirarme. Solo tenía ojos para el adorno.
—¿Y qué te dijo?
—Que papá es malo. Que le hizo daño a Taeyong y que eso la puso triste.
Me mordí el labio mientras trataba de pensar en qué decirle. Gané algo de tiempo quitándole a Simona un trozo de espumillón de la boca, cosa que la hizo berrear, pero estaba demasiado distraído para reaccionar. Al ver que no le prestaba atención, se quedó callada.
JIhye alzó la vista y me miró a los ojos. Confiaba en mí lo suficiente para hacerme esa pregunta, que debía de haber cargado como una losa sobre sus pequeños hombros durante todos esos meses. Contarle la verdad no era una opción. Y, siendo honestos, tampoco sabía cómo responder de forma sincera. Lo único que sabía era que, después de todo por lo que había pasado, Jihye merecía una infancia feliz. Las mentiras eran como una pendiente resbaladiza que terminaba por hacerte caer.
—Tu tío traicionó a tu padre. Huyó porque no quería que lo castigaran por el error que cometió. Eso le hizo mucho daño a tu madre. Después de que tu tío la abandonase, no era ella misma. Por eso no sabía lo que decía, Jihye. Tu papá hace todo lo posible para protegeros a Minji y a ti porque las quiere. Jamás les haría daño, ni a ti ni a tu hermana.
—¿No le hizo daño a mamá?
—No —susurré.
Era tanto la verdad como una mentira. Una mentira que ayudaría a que la familia sanase. A veces mentimos para protegernos o para proteger a otros; otras, nos mentimos a nosotros mismos por la misma razón. La mentira de ese día tenía un poquito de todo.
—¿Y a ti?
—A mí tampoco.
Minji gateó hacia el árbol e hizo un amago de ponerse de pie sujetándose a una rama. Yo me levanté de un salto, la cogí y la llevé junto a Jihye.
—¿La vigilas?
Ella asintió y se la puso en el regazo. La abrazó contra su cuerpecito y ella pareció conformarse por el momento.
—¿Ves? —dije suavemente—. Tú quieres proteger a Minji, yo quiero protegeros a ustedes y su papá quiere protegernos a todos.
* * *