- ¿Ves? ¿A qué es...?
- Triste -Coral la interrumpió-. Es triste...
- Uhm... -dudó por unos segundos-. ¿Tú crees? -echó un vistazo a su alrededor, al resto de caras de sus compañeros-. ¿Sí?
- No es muy agradable saber que bajo tus pies existe... esto -Coral no sabía cómo acomodarse, cruzó los brazos, se acarició la piel cerca del hombro y los volvió a cruzar.
- Desconocía que existieran criptas en Canarias -Imobach apuntó en la libreta que acostumbraba a llevar consigo, su natural olvidadizo le obligaba a siempre cargarla.
Aún se encontraban a los pies del lugar mortuorio, dudando qué hacer, ¿tendrían que hacer una ofrenda?, ¿sería una falta de respeto?, ¿habría alguien?, ¿les caería una maldición?...
Adassa fue la primera en dar un paso.
- ¡Vamos, que no es para tanto! -su carácter energético, activo y voz gritona, no se vieron mermados ni por la situación en la que se encontraba.
- Adassa Bethencourt Cardona -la chica que minutos atrás había corrido tras ella le llamó la atención en un tono cauteloso-, ¡ven aquí! -susurró.
- ¡Oblígame, perro! -le sacó la lengua mientras se adentraba más.
- Pero bueno... -Coral se presinó antes de entrar, no por creencia, sino por respeto.
La siguió el resto, Teresa, a pesar de ser la única inculcada en la religión y creyente, no hizo ningún gesto; al contrario que Imobach, el cual repitió a su hermana; el último fue Yûsuke, su tradición y cultura era bastante distinta, pero por imitación entendió rápido y entró con un:
- Con permiso.
Con pasos cortos pero expectantes empezaron a recorrer el recinto. A pesar de que el ancho del lugar se expandiera cuatro metros mínimo, el camino era más estrecho, pues tanto a los lados cómo en medio se encontraban las criptas. Todo era de roca oscura, nada resaltaba por encima de nada, húmedo y de un lustro impropio. Corría un extraño aire frío, pero lo que más le llamó la atención a Coral fue el hecho que tras dar un paso adentro se sintió diferente, en paz, tranquila, era cómo si una cúpula aislase el poco ruido que había, quizás eran cosas suyas, quizás, pero prefería darle la espalda a las pequeñas figuras que decoraban lo alto de las tapas.
Imobach, que a pesar de llevar ropa holgada, cómo de habitual, parecía ser al que menos le afectaba la baja temperatura, era el que más lento caminaba y a la vez el que más sed de conocer lo que había pasado allí. Escribió en su libreta cada detalle que pudo observar, tocar o asociar. Dudó por varios minutos si le mirarían mal por sacar fotos, también si le perseguiría algún espíritu por culpa de ello (pasar cada vez más tiempo con la autoproclamada Teresa P. Melián, la primera de su nombre, Heredera de la finca Campoamor, Protectora de la verdad y lo oculto, Reina de la biblioteca con más de nueve libros alquilados por mes, Princesa oscura cómo nombre en sus redes sociales, La que No se Congela, Rompedora de maldiciones y Madre de Michis, le estaba pasando factura). Finalmente, y tras arrepentirse de no haber podido inmortalizar los primeros hallazgos, ganó confianza y sacó su móvil con algo de disimulo, vergüenza y sigilo.
- Me las pasas luego, porfi -musitó Teresa en su oído, se había dado cuenta que él no quería que se dieran cuenta, y lo respetó, pero tampoco estaba dispuesta a perder unas magníficas instantáneas, qué, aunque para fines diferentes, las iba a disfrutar igual.
- S-sí -se quedó algo cortado, no esperaba que nadie se diera cuenta y menos tan pronto.
Con dieciocho centímetros de diferencia de altura la rubia siguió tapando las manos del castaño cómo podía, con su cuerpito ligeramente inclinado hacia adelante, una mano entrelazada en su baja espalda y la otra buscando diferentes angulos para iluminar mejor.
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Tu entropía: Expedientes anónimos || Terminada
Novela JuvenilCoral es una estudiante de bachillerato que siempre se ha creído el discurso interno de tener que agradar a los demás, pero, por azares del destino, su lección llega en forma de chico, Yuusuke, guapo y encantador, o eso cree ella. Dentro de su peque...