El misterio tardó un día más en ser descubierto.
La horrible ola de calor que azotó la isla, al menos solo fue por un día, sumada a la calima, les hizo a todos, o al menos a cuatro de ellos y el último ceder, implorar por su dilación.
Aún así, con las temperaturas más amenas y menos polvo en el aire, los resquicios hicieron mella, Adassa optó por llevar solo puesto su triangular y naranja bikini en la planitud de su torso, e Imobach, que le pareció buena idea la de la chica, a parte de una mochila y dos litros de agua a cada lado no llevo puesto nada más, al menos en torno a su tórax.
- Si todas las clases, de instituto y superiores son así, seguro que no falta nadie -antes de la primera parada, y con total indiferencia, Yuusuke soltó el comentario. Pareció surtir más efecto en Teresa, la cuál se sonrojó mucho más de lo que ya estaba por el sol.
- ¿Me escuchan? -dijo Imobach a los pies de la casona-. Data del siglo XVII, aunque ha sido rehabilitada posteriormente. Si no me equivoco es de las primeras, si no la primera, de los conquistadores.
- Osea que si les tocó, ¿me darán un abanico o algo? Por las molestias, más que nada. -La mano de Adassa estaba a punto de golpear la puerta, pero Coral la detuvo.
- No seas sarpeta, si a caso sería a tus antepasados, más que lejanos.
- ¡Claro, como eres medio goda! No te duele -le discutió Adassa.
- Es que algo que pasó antes de la conquista de América no te puede doler -le respondió.
- Repásate el libro -su hermano la acusó con la mirada-, hay una diferencia de un par de años. Pero Coco tiene razón.
- Tampoco te van a abrir. No vive nadie -añadió Yuusuke. Aunque en perfecto estado la casa destilaba soledad en todos sus vértices.
Gracias a que Teresa recondució la conversación con una pregunta, Imobach pudo acabar la primera lección. Se dio una palmada mental en el hombro a sí mismo.
Para la suerte de Adassa, no tanto para su mohicano que ahora estaba perfectamente aplastado, Coral recordó meter una gorra de repuesto en su neceser, donde nunca faltaban pañuelos, gomas para el pelo, cacaos y una barrita energética. Adassa se salió con la suya. Cómo siempre.
De juguete, así calificó Yuusuke el fuerte. Cambió de opinión tan rápido cómo comenzó a escuchar su historia, e, intrigado, se unió a la conversación, de la rubia y el castaño, sobre el libro de piratas canarios.
La charla pseudo-intelectual se alejó mucho de las inquietudes de Adassa, la cual jugó consigo misma a que el suelo era lava y solo podía pisar los maseros y los cañones. Coral aprovechó y sacó fotos, a todos realmente, aunque a ella la primera, quería actualizar sus redes sociales, ¿cuántos corazones conseguiría por una foto con perspectiva de pájaro en el muro y al fondo el acantilado?
- Disculpe -se acercó a una pareja que se encontraba de espaldas-. ¿Podría sacarnos una foto? -señaló a todo el grupo-. ¿Paula? -la reconoció de inmediato-. ¡Cuánto tiempo!
- A qué sí, hola -la abrazó, y luego le dio un empujoncito para unirse a los otros en el encuadre-. Ponte primero, que nos ponemos a hablar y adiós foto.
Click. Otro más. Y otro. Era de esas personas que ponía medio dedo delante de la lente, siempre.
- ¿Cómo te ha ido en el intercambio? Que ilusión. Bueno... -primero presentó a los dos nuevos-. Mmh, chicos si quieren ir yendo, ya les alcanzaré.
Desde dónde se separaron, el camino se ponía algo tortuoso, comenzaba con una bajada algo escarpada dónde solo se podían agarrar de una barandilla de troncos antigua y bastante gruesa, las vistas eran otra cosa.
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Tu entropía: Expedientes anónimos || Terminada
Teen FictionCoral es una estudiante de bachillerato que siempre se ha creído el discurso interno de tener que agradar a los demás, pero, por azares del destino, su lección llega en forma de chico, Yuusuke, guapo y encantador, o eso cree ella. Dentro de su peque...