19. Hermanos

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La cama de su hermano era mucho más cómoda.

Coral sopesó la idea de hacerle caso al fin y darle la vuelta a su colchón cada invierno, pero quedaba mucho, y, probablemente, no lo haría.

Sin embargo, el tener la pierna en alto durante toda la noche y vendada, venda que al parecer de Coral su enfermero había puesto a mala leche, le restaron descanso.

Ayer, luego del enfado inicial, cuando habían pasado unas horas prudenciales, su hermano volvió a tocar en la puerta de su habitación, y luego de comprobar lo que sospechaba, la cargó hasta el médico, Coral tampoco se resistió mucho, podía ir ella sola perfectamente, pero quería que la mimasen.

- Menos mal que no le dije nada a papá, o a mamá -interrumpió el silencio, empezaba a ser incómodo.

Imobach se levantó sus gafas, solo se las ponía para leer o ver cosas cercanas, aunque Coral pensaba que también lo hacía en alguna que otra cita para parecer más atractivo. Él, dejó el libro en la mesa, la miró y arqueó una ceja.

- Tú dirás -respondió. Sabía exactamente a qué se refería y le incomodaba, pero quería escucharlo en alto, sabiendo perfectamente que eso molestaría aún más.

- Oh... pues, lo de antier. Las... -se pensó si decirlo en alto- burlas.

Estaba seria y no lo miró al hablar, solo al frente, observando ningún punto en concreto.

- ¿Por? -insistió su hermano. Cruzó los brazos.

- No me hagas decirlo, ya lo sabes.

- No, no lo sé.

- Ggghh -gruñó Coral. Aprovechó para estirarse por completo, ahora parecía que se derretía sobre las sábanas. Contempló el techo, lo hacía muy poco, se preguntó si el espejo llevaba mucho tiempo allí, no lo había visto llegar, tampoco lo escuchó instalar, pero hasta ell momento se había percatado-. Tienes una grieta pequeña, ahí, en la esquina derecha.

- Ah, sí. Lleva tiempo, creo que apreté demasiado el espejo cuando lo coloqué.

El silenció volvió, cómo la marea, sabes que se recoge pero luego volverá, con más fuerza. Coral empezó a mover el pie que le quedaba libre, daba pequeños saltos sobre la cama, caía por gravedad y saltaba de nuevo, luego los cinco pequeñines hacían olas, y, enseguida, se separaban al máximo y se volvían a juntar. Finalmente, escabulló el pie bajo la tela. Habló.

- ¿Por qué eres así? -preguntó con incordio.

- ¿Por qué no hablas? -respondió. Había vuelto a su lectura, terminó la última página del capítulo y luego se giró hacia ella.

- Me voy. No quiero que se imaginen cosas asquerosas -le hubieran dado arcadas si no tuviera la cabeza tan embotada.

- Fuiste tú la que pidió quedarse aquí.

- ¡Pues claro! Es lo que hacíamos, ¿recuerdas? Dormimos juntos por casi ocho días cuando vimos Arac Attack. Cuando pintaron mi habitación y el olor era insoportable. Tambien cuando te dejaron por primera vez, no estaba acostumbrado, era él quién se solía adelantar. Y cuando una canguro nos compró, sin malicia, Spiders 3D, otros dos días. Oh, jo, jo... ¡¿Recuerdas el cabezazo?! Menudo chichón.

Imobach no evitó reírse, la carcajada se le escapó, luego acarició la frente izquierda de su hermana.

- No estaba acostumbrado a los temporales de viento, parecía que las ventanas iban a estallar.

Estuvo bien recordar esos momentos, o al menos eso pensó Coral, hasta que una nube gris se acomodó sobre ella, dejó de sonreír.

Le dolía la cabeza, y no le apetecía ni salir a correr, aunque daba un poco igual, tampoco podía hacerlo.

Tu entropía: Expedientes anónimos || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora