Volvían a ser cinco.
Tres días atrás, y luego de volver de la playa, en la madrugada, Imobach había debatido intensamente con su almohada si cortar la relación por completo o perdonar. Dio varias vueltas en su cama, por suerte era verano y no tenía mantas ni sábanas que revolver. La gente habitualmente se equivoca, a él le pasaba a menudo, aunque no pretendía nunca ofender, muchas veces era mal interpretado, cosa que odiaba, y, por lo general, nadie se giraba a escuchar su explicación, nadie suele hacerlo, prefieren ensimismarse y consolarse pensando que han hecho todo bien. Para él, la base de los problemas interpersonales era la falta de comunicación, sí, eso es lo que había pasado exactamente. Solo esperaba que no lo decepcionarán más.
Además, Joel se había ofrecido a a suplir su plaza, fue rechazado. Debatieron el asunto, Yuusuke valoró la idea de obtener más posible mercancía para el futuro, pero en palabras de Adassa no era lo suficientemente fuerte para protegerlos, Teresa sintió pena de rechazar a alguien. Evidentemente, acabó en otro debate.
Se encontraban en el salón, de nuevo en el sofá. Habían tardado en reunirse por los compromisos de Coral. Recoger basura en la playa, ayudar al hermano de una compañera con las tareas, preparativos en la casa de la juventud para las fiestas del pueblo, quedar de imprevisto con más grupos de amigos...
- Perdón chicos, teníamos que hacer esto hace días -colocó cinco vasos con refresco en la mesa. Estaba tan agitado que había perdido todo su atractivo gaseoso, aunque, no le molestó a Yuusuke-. No he parado.
- ¿Y no has tenido tiempo de mover tu cama? -le inquirió Adassa desde la puerta de su cuarto, a lo que la chica ladeó la cabeza-. La cama en medio de la habitación es de psicópatas.
- O de ricos -le respondió Yuusuke.
- Mmh... Pudientes me parece más acertado... y cercano -dijo Teresa.
- Desde luego -coincidió Imobach. "Si fuera rico, crees que...", pensó pero no fue capaz de acabar la frase, no deseaba nada tangible en esos momentos.
- Sí, sí, ya -cortó el rollo Adassa, le gustaba poco ser corregida.
Acercó su dispositivo a unos palmos de su cara para leer, pero notó una mano tímida, que al no notar resistencia, tomó la pantalla por completo, y empezó a leer.
- "Por favor, hace unos días -leyó textual Teresa. Agradecía no leer faltas de ortografía, la iniciativa impuesta por Yuusuke en la página surtía efecto, no se publica nada con erratas-, estuve con amigos en la casa abandonada cerca del Puerto. En la planta baja, en plena noche, ante nuestros ojos, emergió una figura humanoide. Haced fotos".
- ¿Y ya está? ¿No hay más? -preguntó Coral, el mensaje era más escueto de lo normal.
- Ya hemos explicado el misterio -Yuusuke hizo el gesto de entrecomillar- de las apariciones, además, si se trata de una ruina es fácil que crezcan hongos, las esporas causan alucinaciones.
- Sí que vamos a ir -a Coral no le hizo falta un no para entender que el chico estaba dando por sentado que no iban a hacerlo-. ¿Dónde es? -dijo arrimándose a su amiga.
- Mmh... en la caminata de Rambla de Castro dice aquí -la chica además amplió la única foto adjunta.
- Esa es la Casa de la Gordejuela -dijo Imobach, hacía no mucho se había documentado-. Antes se usaba para resguardar la máquina de vapor, para las plataneras y tomateras. Fue la primera de Tenerife.
- Humedad -a Yuusuke no le hizo falta decir nada más. Su cara gritaba esporas.
- Pues llevamos mascarillas -sentenció Coral, a la vez que dio un, poco sonoro, golpe en la mesa-. Y cascos -añadió-, para mayor seguridad.
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Tu entropía: Expedientes anónimos || Terminada
Teen FictionCoral es una estudiante de bachillerato que siempre se ha creído el discurso interno de tener que agradar a los demás, pero, por azares del destino, su lección llega en forma de chico, Yuusuke, guapo y encantador, o eso cree ella. Dentro de su peque...