2. Comienzo

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- Buenos días (Tiarrón) -dijo en un tono cantarín. Coral se había puesto el despertador un poco más temprano de lo normal, aunque levantarse le había costado horrores-. Te he preparado... -sintió la mirada de su hermano en la nuca-. Te hemos preparado el desayuno.

- Buenos días -respondió Yûsuke aún con los ojos regañados. La chaise longue no era tan cómoda cómo parecía.

- ¿Aún con jet lag? Bueno, no sé si se puede denominar así...- apartó la silla de la mesa para que el chico se sentase-. Es tu comida favorita, para que te sientas cómo en casa.

- Gracias por la comida. No hacía falta -dijo por pura educación, aunque salivó intensamente al ver lo que se suponían unas tortitas dulces. Este viaje le había abierto el apetito.

Adassa aún seguía durmiendo a pierna suelta, faltar unos días al instituto no suponía ningún problema para ella.

- De zucchini, aguacate y queso crema. Salmón no había -su invitado reprimió la cara de sorpresa, aunque se le escapó una micro-expresión. Algo a lo que Coral no estaba acostumbrada a leer, ni a ver-. ¿No te gusta?

- No, disculpa. Está bien. Me esperaba algo dulce, solo eso. Disculpa las molestias -siguió comiendo, aunque no con tanto gusto.

- «No puede ser, me leído la historia dos veces y llorado aún más» -pensó-. Pero... a lo largo de todo la historia tus autorecompensas son dulces salados, cómo los Pretz y... Oh, entiendo -cayó en cuenta que quizás no lo conocía tanto cómo creía. Aunque, quizás, esto era una oportunidad para conocerlo mejor, conocerlo bien-. Entonces, ¿cuál es tu sabor favorito?

- No te fuerces tanto -le respondió con una media sonrisa que, aunque circunstancial, a ella le había parecido arrebatadora.

- Tú, tampoco -observó cómo el chico ya había comenzado su segunda libreta de apuntes en menos de setentidós horas.

- Tengo mis motivos.



Para la última hora lectiva del lunes, Coral estaba sumergida en sus pensamientos, cosa poco común para ella, por algo había sido elegida cómo la representante del alumnado, además, solía ser la que reconducía la atención de su vecina de pupitre, y mejor amiga, en mitad de las clases.

Las últimas hojas de su cuaderno estaban llenas de tachones, flechas y redondeos, con el propósito de hallar una solución. Su campo no eran las ciencias, desde luego, eso se lo dejaba a sus padres, por lo que había descartado casi por completo la posibilidad de llevarlo de vuelta por el mismo medio por el que vino, pero podría investigar. "Luego del club vamos al sendero", le escribió a su amiga en una nota, a lo cual esta asintió, también asintió el docente qué, con la peor de sus intenciones, les pidió que leyeran el papelito en alto. Coral salió del paso con una risa carismática a la vez que se acariciaba la nuca, pero Teresa, a pesar de estar acostumbrada a las llamadas de atención de los profesores, se sonrojó cómo la primera vez.

Los lunes los entrenamientos no eran tan largos, al contrario que el del día anterior, el entrenador había empezado a respetar el horario entre semana desde que la mayoría de los corredores habían entrado en cursos más avanzados. Lo más probable es que alguna madre le fuera a reclamar a espaldas por las malas notas de su retoño, "¿Pero qué culpa tenemos el resto de que no estudie?", era de lo que siempre se quejaba Coral, sin embargo, esta vez había salido beneficiada, por lo que no se le pasó por la cabeza el quedarse unos minutos más.

A riesgo de que algún chismoso las siguiera para luego hablar en clase, ambas amigas se dirigieron al lugar en cuestión.

- ¿Y qué es lo que buscamos? ¿Restos de polvo de estrellas? ¿Algún ritual que pueda descifrar?... ¿O quizás una nave en forma de cabina azul de policía?

Tu entropía: Expedientes anónimos || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora