11. Intromisión

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- Aquí estamos... -miró alrededor. Nada-. Allá vamos... -silencio-. Genial -dijo con una sonrisa fingida.

Coral encabezaba el pico de la formación, tenía dos personas a cada lado, pero nadie parecía querer dar el primer paso.

Frente a sí, veía metros de maleza verdosa, ramas inoportunas y piedras casi inexorables, a los lejos el sonido de los coches, también el mar y alguna que otra casa con la ropa al sol.

- ¿Nadie se va a mover? -continuó mirando al frente. En ese momento sintió cómo una mano pequeña y para nada gentil le incitó, o lo que es lo mismo le dio un empujón para que fuera al frente-. Eso es un no.

Miró de reojo a su hermano, pero desistió en el acto, no quería pedirle más ayuda, ya había hecho suficiente con ayudar a todos y cada uno a bajar la pequeña pero escarpada pared de tres metros.

- Está bien...

Se dio por vencida.

Era un poco más de mediodía y, por suerte, los vientos alisios hacían más ameno el trayecto; el que parecía más fresco (con menos manchas de sudor), Yuusuke, que por lo que había contado en esta época del año, de donde él era, 32 C° de mínima y una humedad del 83% era lo normal.

Ese domingo habían quedado en salir más temprano, a riesgo de recibir otra mirada asesina de Coral, pero no fue así. Si había alguien más impredecible en este mundo que Adassa, eran sus padres. Aparecieron sin avisar, ni siquiera a ella y no sabían que ahora, su pequeño incordio, vivía en otra casa, por lo que, a pesar de ser avisados, prefirieron esperar en la casa de los Cuesta Ruiz.

- No me puedo creer que les mintieras -soltó Coral al aire al recordar la visita.

Nadie respondió.

- Ada -habló con retintín-. Te hablo a ti.

- Macho y yo que sé, aquí todos mienten.

- Habla por tí -respondió Imobach

- Si les dijera lo que busca cada uno por el navegador... Pero no lo haré, no por una pequeña y módica donación.

Imobach le lanzó una mirada de desaprobación, mezclada con un pequeño porcentaje de preocupación.

- En fin -Coral negó con la cabeza mientras intentaba recordar si había cerrado la página dónde leía esos fanfics tan poco cristianos-, ¿por qué les has dicho que entraste por una beca?

- Por qué así lo hice. No es mi culpa que me quieran en un colegio para subir la nota media -negó con la cabeza a la vez que elevaba las palmas de sus manos y sus hombros.

- ¡Pero bueno! Nos estás llamando burros -se quejó Coral.

Teresa prefirió peinarse un gran mechón de pelo para taparse la cara.

- No me gusta darle la razón -puntualizó Yusuke-, pero he visto vuestras notas. Subir la media de la clase no está de más.

- Ultraje -casi gritó Coral.

- ¿Una beca en el tercer trimestre? -se preguntó Teresa-. Es raro.

- A veces se hace en intercambios internacionales, Canadá, Estados Unidos suelen ser los destinos preferidos -añadió Imobach.

- Pero no entre colegios de una isla de menos de tres mil kilómetros cuadrados -secundó Yûsuke.

- Pues es la más grande del archipiélago, osea que ojito -Adassa enfatizó las sílabas de la última palabra.

- Y ahora se nos pone ¿patriota?... ¿Nos vas a contar de una vez cómo lo hiciste? -dijo Coral con cierto desespero.

Había detenido la marcha, para obligar de una vez a Adassa a hablar, lo cual significaba que el resto también lo había hecho, aunque a los otros les interesaba menos.

Tu entropía: Expedientes anónimos || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora