8. Expectación

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Tal y cómo había expresado Yûsuke, para encontrar al fantasma, debieron ir a campo abierto, sin árboles ni nada más alto que ellos, nada más alto que Teresa específicamente, la de menor estatura.

- ¿Y ahora? -preguntó Imobach.

- Esperamos.

- Pues vaya plan, cerebrito -se quejó Adassa-. Mucho criticar que veníamos cómo pollo sin cabeza y al final has hecho lo mismo.

Él se limitó a señalar al cielo.

La baja cantidad de transeúntes, que aparecían cada mucho, la inmensidad del valle que acababa en un aún más inmenso mar y lo hacía estremecer y el cantar lejano de pinzones, canarios, mosquiteros, herrerillos y quién sabe si alguna rabiche, inclinó a Imobach a sentarse en un tocón y relajarse; aunque con Adassa cerca la relajación nunca sería completa, daba más problemas que cuando su hermana le llegó la pubertad y descubrió que internet era una fuente infinita de fan-fics, en la gran mayoría de veces subidos de tono. Él no había sido tan escandaloso, y eso que en su caso si le gustaba alguno o alguna era tan fácil cómo invitarlo a ver Netflix.

La cámara de fotos también tenía su pequeño protagonismo, y eso que reinaba una ligera niebla, Yûsule había decidido tomar unas clases exprés de fotografía, por primera vez en mucho tenía tiempo para aprender, y Adassa que nunca ha podido tener los pies quietos..., ni las manos..., ni la boca, por lo que aceptó ser su maestra. En el punto más alto del escampado, Teresa y Coral se sometían a la más fina degustación, habían encontrado unas campanillas y, siguiendo los consejos del abuelo Melián, chupaban el tallo; hablaban de cualquier cosa, Coral podía sacar tema de donde fuera, curiosamente lo acababa relacionando con animación asiática y, su contraparte, con el ocultismo.

- ¡Eh! Eh -articuló Adassa.

No sabía si fue la primera en haberlo visto, pero si la primera en alertar. Se colgó la correa del cuello y enfocó.

- Era lo que querías, ¿de qué te alarmas? -le preguntó Yuusuke.

Imobach, que se encontraba unos metros alejado, regañó el entrecejo para volver a relajarlo y regañarlo nuevamente segundos más tarde, abrió un poco el ojo derecho y se giró hacía los gritos.

- ¿Puedes bajar el tono? -dijo. Aunque luego lo vio, y corrigió-. ¡Coral, Tere, abajo!

Ellas estaban demasiado entretenidas en lo alto de la elevación e, inconscientemente, ignorando los gritos.

La sombra dentro de la niebla, al principio poco visible, parecía un espacio que las nubes bajas no quisieran tocar, pero con el paso de los segundos se fue haciendo cada vez más perceptible, era oscuro y forma definida se movía de manera lenta y coordinada, emitía un pequeño aura multicolor

- ¿Por qué tanto miedo? Si lo estaban buscando.

Repitió Yûsuke, era el único que no se había movido al verla, no por miedo, si no por seguridad.

- Te recuerdo que en este universo no son muy comunes. ¡Coco! ¡Teresa! -las reclamó de nuevo.

- Shh. Que lo espantan -le mandó a callar Adassa.

- Fuiste tú la que gritó primero. ¡Coco! ¡Teresa! -siguió llamándolas mientras se acercaba.

- ¡Shhhh!

El del corte en la ceja daba grandes zancadas pero su voz no estaba acostumbrada a alzar la voz, por suerte en algún punto, la rubia lo escuchó.

- Imobach, ven, pruébalas, te salvará de la sed cuando vuelvas a acampar -le ofreció la suya.

- No, gracias -negó por la tensión del momento.

- Tía -Coral le dio un golpecito en el hombro-. Mira, mira. Tía.

Tu entropía: Expedientes anónimos || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora